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Convertida literalmente en isla por las inundaciones del extraordinariamente furioso río Paraguay, el aislamiento por tierra no detiene el febril comercio, la fuente de vida que la une a la vecina ciudad argentina de Formosa.
El intercambio solo se paralizará si sobreviene la catástrofe que preanuncian las autoridades si no se toman las precauciones.
Ellos exageran
“Ellos exageran. No va a pasar. Aquí convivimos siempre con las inundaciones”, afirma despreocupada Gabriela González, una joven comerciante, mientras bajaba unos pesados paquetes de un bote movido con motor de 15 HP que une el trayecto por agua (a 15.000 por cabeza) desde la entrada a la ciudad hasta tierra firme 12 km más al norte, camino a Villa Oliva.
Sería descabellado desaprovechar esta época de fiestas para cerrar el negocio y acceder a la invitación del Gobierno de marcharse a los refugios. “Si se rompe el muro igual vamos a alquilar canoas para vender nuestra mercadería”, bromea.
Es que los formoseños se vuelcan masivamente en estos días hasta Alberdi atraídos por los precios de las prendas de vestir de marca, los electrodomésticos, celulares y todo lo que el proteccionismo de la “década perdida” les restringió.
“Si hay miseria...”
Alcides Díaz, uno de los encargados de las evacuaciones coordinadas por la Municipalidad, resume la idiosincrasia optimista de los lugareños. “Si hay miseria, que no se note”.
Otros como Rafael Jara, un vecino que fue a verificar el estado de las fisuras del muro resumió su punto de vista: “Llorar por lo que nos pasa no sirve para nada”.
El teniente coronel Catalino Benítez, de la Segunda División de Caballería de Misiones, que se encargaba de la asistencia junto al capitán Barreto de la Gendarmería, abona la tesis de los habitantes de la ciudad. “Ellos dicen: ‘lo que pasó tal año fue peor’”.
“Nuestra presencia no les gusta, a pesar de que venimos a ayudar”, añade.
El intendente Federico Centurión parece tomarse muy a pecho las advertencias de los técnicos y admite que a él tampoco le hacen caso. Hace unos días le brotaron lágrimas cuando comunicó a la población que la situación es crítica y que la recomendación es salir, al menos para las 50 familias que viven al pie del muro.
Estas colocan bolsas de arena, de hasta dos metros, alrededor de sus patios a modo de prevención. “Si revienta el muro no les va a proteger nada”, señala fastidiado el ministro de la
Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), Joaquín Roa.
Juana Vargas, que se disponía a mudarse a Formosa con toda su familia en una lancha de la SEN confiesa que pasó una quebrantada Navidad.
“No pasamos bien”, recuerda. “Tenía pesadillas. Soñé que se rompió el muro de noche y que nos ahogábamos. Aparte, los niños se enferman, juegan en el lodo. Hay mosquitos...”.
“Ya nos vamos a arreglar en Formosa”, se conforma.
Para Roa, sudoroso durante un recorrido por la zona crítica, “el empirismo, la creencia popular no ayuda a nadie en estos momentos”.
“Si bien en el norte está bajando, hay una pared de agua que se está desplazando al sur. Alberdi tiene todavía un mes por delante. En algún momento vamos a tener que convocar a la fiscalía para que ordene el uso de la fuerza...”.
holazar@abc.com.py