Aulas y aljibe de la escuela de niños ayoreos requieren urgente reparación

Las dos únicas aulas del Centro Educativo Cooperativo Región de Murcia presentan grietas, las pizarras pierden su pintura y el único aljibe tiene grietas, pero el interés de los niños ayoreos por aprender a leer, escribir y utilizar la computadora va más allá del peligro que representan las estructuras de la institución, ubicada en Campo Loro, a 520 km al noroeste de Filadelfia, Chaco, por lo que pese a todo siguen asistiendo.

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CAMPO LORO, Chaco (Marvin Duerksen, enviado especial).-Las inmensas ganas de aprender sobre el uso de las herramientas tecnológicas hacen que los niños y jóvenes indígenas de la etnia ayoreo no dimensionen el peligro de ingresar a un aula con grietas y fisuras, tal como está actualmente el Centro Educativo Cooperativo Región de Murcia.

Estos salones fueron construidos en el año 2008 a través de una donación española de G. 490 millones, cuya deficiente construcción obligó al Ministerio de Educación y Cultura (MEC) a realizar una intervención.

Sin embargo, el exgobernador Walter Stoeckl (en aquel entonces del Partido Encuentro Nacional) dijo que la obra no costó más de G. 180 millones, ante la sospecha de sobrefacturaciones.

Actualmente, las paredes presentan grietas, la pintura de las pizarras se desprende, el único aljibe pierde agua y las ventanas están rotas.

Aun así, unos 40 niños asisten a diario para recibir instrucción escolar.

Pese a las precarias condiciones del centro escolar, los profesores Matías Portillo, Alan Da Silva y el director Daniel Picanerai ponen mucho empeño para enseñar a la mañana el cuarto, quinto y sexto grados.

“Nos hace falta mejorar, un cambio en la infraestructura. El piso, las paredes y el pizarrón están por caer”, señaló Da Silva, quien agregó que hacen todo lo posible por asistir a los niños y jóvenes, y lograr que se interesen cada día.

Dijo que procuran captar la atención de ellos de todas las maneras posibles, como jugar un poco, hablar, leer libros, dibujar e insisten en el manejo de la computadora, que enorgullece a los padres cuando ven a sus hijos frente a la pantalla.

“Porque si vamos a estar todo el día en el aula, encerrados con ellos, no se puede. Entonces tratamos de buscar otra estrategia”, dijo.

Los profesores resaltan que mucho incide en la atención de los niños el hambre. “Ellos dicen: tengo hambre. Cuesta mucho luchar contra eso”, apuntó Da Silva.

El director del centro estudiantil, Daniel Picanerai, dijo que los niños tienen interés, pero vienen caminando o en bicicleta y con hambre a la escuela.

El único vehículo que les servía de transporte desde sus comunidades hasta la escuela está sin mantenimiento. Necesita cambio de aceite, batería y correa nueva.

“La mayoría no desayuna. Vemos que vienen cansados. Tienen hambre, porque la mayoría de los padres no tiene trabajo, casi no tienen qué comer”, señaló.

Los maestros cocinan con ellos con lo poco que cuentan en la escuela.

“Ellos vienen aquí, además de a aprender, a comer un poco también. Hay que entender que si logramos que digan pequeñas palabras como: buen día, permiso, gracias, hay que sentirse satisfechos con ellos”, insistió Da Silva.

Capacitación para los adultos

Picanerai comentó además que en la tarde dan capacitación a unos 50 jóvenes y adultos de Campo Loro, y que aguardan más participantes de comunidades cercanas como Tunucojai, 10 de Junio y Garay.

“Realizamos esta capacitación a los adultos de manera que ellos entiendan mejor lo que es ir a una escuela y así apoyen más a sus hijos. En el centro comunitario cooperativo funciona desde preescolar hasta el tercer grado, con profesores ayoreos”. alegó.

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