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Como de seguro la ciudadanía se percató, las elecciones generales a realizarse pasado mañana ofrecen poca novedad, poco cambio cualitativo, poca alternancia política real para el país. Efectivamente, muchos de los candidatos que ocupan los primeros lugares en las “listas sábana” son las mismas personas que ya están instaladas en los organismos gubernamentales desde hace mucho tiempo. Pugnan por una porción de poder que sea igual o mayor de la que ya disfrutan en este momento para continuar conduciéndose de la misma manera torcida que hasta ahora. Sin embargo, aparecen interesantes rostros nuevos, aunque en una cantidad menor.
Siendo así la situación, si deseamos mejorarla, ¿qué puede hacer el elector el próximo domingo? ¿Votar por los mismos de siempre y darles más poder que el que ya disfrutan, usan y abusan, o distribuir votos entre las listas donde aparecen rostros nuevos, candidatos que se proponen a sí mismos desde la llanura y que suponen una alternativa a los “escombros”?
Entre los nombres noveles, muchos lucen promisorios; gente joven o no tan joven que desea actuar en el ámbito político por primera vez, y que se manifiesta estar dotada de buena preparación moral e intelectual para hacerlo en forma provechosa para el país.
Se supone –así suele mostrarlo la experiencia– que una variedad amplia de candidatos de listas independientes implica el riesgo de dispersar las preferencias del electorado, lo cual no suele ser útil para consolidar un buen gobierno, pero sí, por el contrario, puede favorecer a los partidos que saben mantener a su electorado cohesionado, por las buenas o por las malas, como es el caso de nuestros partidos tradicionales.
¿Qué hacer entonces?
Las “listas sábana” son mecanismos creados para permitir que las cúpulas dominantes en nuestras principales organizaciones políticas tengan la exclusividad en la confección de las nóminas destinadas a votarse en los comicios internos, con el poder de disponer que ellos mismos y sus operadores cercanos se aseguren los primeros puestos. De esta suerte, las elecciones internas de esas organizaciones no suelen ser más que protocolización formal de decisiones ya tomadas anticipadamente por las cúpulas, los dueños de los partidos.
En los primeros puestos de las listas de los partidos mayores, la ANR, el PLRA y el Frente Guasu, por ejemplo, hallaremos a los mismos personajes averiados e indeseables que ya estuvieron en uno o varios de los comicios anteriores, y que actualmente ocupan las bancas y demás representaciones en juego. Son producto de las “listas sábana”, un mecanismo sucio de perpetuación en el poder, selectivo, excluyente, de corte autoritario pero con máscara democrática.
Si los paraguayos queremos elevar nuestro régimen democrático a un mejor nivel de legitimidad, haciéndolo políticamente más representativo, técnicamente más directo y socialmente más participativo, tenemos que eliminar las “listas sábana”, y desarrollar un sistema electoral que suprima los vicios persistentes y asegure aquellas virtudes. Hasta ahora, los intentos de lograr este avance fueron frustrados. ¿Por qué? Porque es lógico que quienes en las cúpulas partidarias detentan la hegemonía utilicen su poder, sobre todo, para impedir que se desmonte el artificio que los encumbra y perpetúa. No van a patear contra su propia olla.
Por lo tanto, la ciudadanía tiene adelante un gran y extenso trabajo para eliminar este engendro electoral autoritario que desvirtúa nuestra democracia.
Para empezar esa tarea, la ciudadanía decente, la que no vendió su alma, la que no alquiló su cédula de identidad, la que se mantiene celosa de su dignidad, podrá este domingo dar un paso en ese sentido. Si otorga su voto a su partido sin analizar la moral de los candidatos, estará facilitando la perpetuación en los órganos de poder de ladrones, de ineptos y de sinvergüenzas conocidos. Si vota a otros candidatos, podrá estar corrigiendo, aunque sea en pequeña medida, la hegemonía granítica de los dueños de las “listas sábana”.
La alternativa es simple de comprender: o votamos por los mismos pícaros tramposos (o a sus secuaces digitados), o buscamos mejores personas para poner en sus manos nuestros intereses. Para esta segunda opción hay una herramienta útil: EL VOTO CRUZADO. Démosle vuelo a la esperanza y que cada elector, de acuerdo a su leal saber y entender, elija la lista de senadores y diputados nacionales y concejales departamentales marcando aquellas en las que mayor cantidad de gente decente haya logrado encontrar.
El voto cruzado es un excelente ejercicio para que los ciudadanos y las ciudadanas que desean un mejor futuro para sus hijos lo apliquen para iniciar la importante tarea de desalojar de nuestro ambiente político a los averiados y delincuentes de toda clase, que hoy están enquistados en el poder para rapiñar los recursos públicos y guarecerse de la Justicia.