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Aunque diplomáticamente cautas, las recientes declaraciones a la prensa del jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, general Douglas Fraser, formuladas en ocasión de su visita a Brasil, con referencia a la destitución del expresidente Fernando Lugo vía juicio político, han constituido verdaderamente “un mensaje muy fuerte” para la Unasur, y en particular para el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, quien con su par argentina, Cristina Fernández, lideran la embestida diplomática y económica contra el Paraguay por haber ejercitado un privativo derecho democrático como país independiente y soberano.
“El apoyo de los militares a la Constitución no es una posición política”, afirmó el alto jefe militar norteamericano en abierto e inequívoco respaldo a la actitud asumida por las Fuerzas Armadas del Paraguay en la crisis política suscitada con la remoción por el Congreso del expresidente de la República Fernando Lugo, a pesar de la abierta intervención de gobiernos extranjeros ideológicamente afines al bolivarianismo chavista que por todos los medios trataron de impedirla. La grosera actitud del canciller venezolano Nicolás Maduro instando al alto mando militar a perpetrar un golpe de Estado para mantener en el poder al destituido Primer Mandatario y disolver el Congreso, constituyó el punto alto de esa injerencia foránea en nuestros asuntos internos.
La negativa de los militares paraguayos a rebelarse contra el orden constitucional de la República fue una prueba de fuego para la democracia paraguaya, habida cuenta de que en sus casi cuatro años de gobierno el expresidente Lugo trató afanosamente de subvertir el profesionalismo de las Fuerzas Armadas de la Nación, buscando convertirlas en una guardia pretoriana leal a sus designios autoritarios antes que a la Constitución nacional, tal como lo hiciera en su tiempo el dictador Alfredo Stroessner, o como lo hacen Hugo Chávez y Evo Morales en sus respectivos países en la actualidad.
Si los militares paraguayos se entrometían en el juicio político y a través de las bayonetas presionaban para que el bolivariano Lugo continuara en el gobierno, lo más probable era que a continuación ya iba a florecer la idea de que las Fuerzas Armadas paraguayas son también bolivarianas, así como ocurre en la sometida Venezuela. Tiene razón el general norteamericano al decir que la actitud de las Fuerzas Armadas paraguayas envió un mensaje muy fuerte para la región, el que seguramente les cayó como una piedra en el estómago a los presidentes que violaron tan flagrantemente los principios más elementales que rigen las relaciones internacionales entre los Estados.
De hecho, pasó el tiempo en que la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina se centraba en los asuntos internos de los países de la región. Como única superpotencia militar y primera economía del mundo, hoy en día su interés se orienta preferentemente hacia la búsqueda de buenas relaciones comerciales con los bloques regionales y la preservación de la seguridad hemisférica ante el creciente avance de la influencia de países extracontinentales como Irán, que se declaran abiertamente enemigos de los Estados Unidos y de los valores de la democracia occidental.
Esta posición del Gobierno norteamericano fue claramente expuesta por el general Fraser al referirse al peligro de que en la triple frontera de nuestro país con Argentina y Brasil se establezcan santuarios financieros del terrorismo internacional impulsado por Irán, tales como Hizbolá y Hamas.
Al elogiar la postura institucional de las Fuerzas Armadas del Paraguay en las propias narices de la presidenta Dilma Rousseff, el general Fraser no solo reafirmó el apoyo diplomático de su gobierno a nuestro país con relación al proceso político que condujo a la democrática destitución del expresidente Fernando Lugo, sino también a la vigencia de los valores tradicionales de la democracia occidental sistemáticamente jaqueada por el chavismo castrista y airosamente puesta a prueba en el Paraguay.
“La misión del Ejército de Estados Unidos es defender y proteger la Constitución de la Nación”, se lee en los manuales de campaña de esta fuerza militar. Desde esta óptica, el general Fraser ha evaluado y valorado el democrático comportamiento de las Fuerzas Armadas paraguayas en cuanto a la postura sentada como garantes del orden constitucional de la República, resistiendo las presiones políticas, tanto domésticas como internacionales, enderezadas a desviarla de su misión institucional.
Proviniendo del gobierno de la nación más poderosa del mundo, esta objetiva valoración de lo sucedido puesta de resalto por el jefe del Comando Sur es altamente significativa para nuestro país y, sobre todo, para los gobiernos de la región que buscan atosigarnos gratuitamente con un brutal bloqueo diplomático y comercial. Por lo demás, no deja de ser reconfortante comprobar que no estamos solos en esta desigual lucha por la preservación de nuestra libre determinación como nación soberana.
La posición asumida por el jefe del Comando Sur de los Estados Unidos con relación a la misión constitucional de las fuerzas armadas de los países democráticos contrasta con la del gorila venezolano y de su ministro de Defensa Nacional, general Henry Rangel Silva, quien por medio de un comunicado institucional fechado el 11 de julio prohibió “expresa y absolutamente” a los militares “seguir cualquier programación televisiva por los canales Globovisión, Venevisión y Televen o transmitida por cualquier espacio radioeléctrico privado”, al único efecto de impedir que los militares venezolanos pudieran ver el discurso del candidato presidencial opositor Henrique Capriles. De hecho, ratificando su posición autoritaria, ambos han declarado reiterativamente que las Fuerzas Armadas venezolanas son chavistas y socialistas, y que no aceptarán un presidente de la República eventualmente elegido por la oposición política.
Por suerte para el Paraguay –y desilusión para el “círculo bolivariano”–, la OEA ha demostrado su importancia al no aceptar su exclusión del seno de la organización hemisférica, como fuera solicitada por los gobiernos de la Unasur confabulados con el dictador caribeño para agredir a nuestro país.
Vale la pena destacar entonces la digna actitud asumida por la mayoría de nuestros más altos jefes militares, lo que da garantías de que el Paraguay continuará en la senda que conduce a la consolidación de su democracia.