Un canalla intelectual

Engañosas, infames y profundamente hipócritas fueron las expresiones vertidas el miércoles pasado por el ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Antonio Patriota, en torno a las evidentes graves irregularidades que rodearon todo lo concerniente al turbio proceso electoral venezolano y el cuestionado resultado que arrojó, con el hipotético “triunfo” del nuevo mandamás de Venezuela, Nicolás Maduro. El canciller brasileño afirmó que su país “reconoce” el triunfo del controvertido sucesor de Chávez y que los resultados del Consejo Nacional Electoral deben ser “respetados”. Desgraciadamente, la hipocresía es un elemento indisoluble de la política exterior brasileña. De allí el permanente doble estándar que aplican cuando se trata, por ejemplo, de sus amigos platudos y la absoluta intransigencia a la que recurren en el caso del Paraguay.

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Engañosas e infames, pero por sobre todas las cosas profundamente hipócritas, fueron las expresiones vertidas el miércoles pasado por el ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Antonio Patriota, en torno a las evidentes graves irregularidades que rodearon todo lo concerniente al turbio proceso electoral venezolano y el cuestionado resultado que arrojó, con el hipotético “triunfo” del nuevo mandamás de Venezuela, Nicolás Maduro.

El canciller brasileño partió afirmando que su país “reconoce” el triunfo del controvertido sucesor de Hugo Chávez, y que los resultados del Consejo Nacional Electoral deben ser “respetados”. Desde luego, esta primera manifestación desconoce una realidad bien profunda: en Venezuela se produjo prácticamente un empate entre el candidato oficialista y el opositor, y existen fundadas sospechas de que el régimen chavista recurrió al fraude para imponer su discutida “victoria”.

Pero más adelante, al ser consultado sobre la necesidad de auditar el proceso electoral realizado el pasado domingo 14 para, eventualmente, despejar toda sospecha de ilicitudes, Patriota manifestó que una decisión en tal sentido solo cabe a las autoridades electorales venezolanas. “Respetamos la soberanía” de Venezuela y esa sería “una decisión interna”, manifestó.

Parece mentira que quien se expresa en tan condescendientes términos hacia el neodespotismo bolivariano sea el mismo tipo que en junio del año pasado encabezó una patota de cancilleres de la Unasur que invadió el Palacio de Gobierno del Paraguay para impedir por todos los medios posibles que aquí se sustanciara el juicio político al entonces presidente Fernando Lugo, enmarcado claramente en lo establecido en el artículo 225 de nuestra Constitución Nacional.

Por aquel entonces, Patriota afirmaba en su descarada intervención en los asuntos internos de nuestro país que tal acto –el enjuiciamiento constitucional del exobispo– constituía una “ruptura del orden democrático”. Claro, la “ruptura”, para él y sus amigos, estaba fundamentada en el hecho de que, con el desplazamiento de Lugo del poder, ellos perdían una ficha importante en el tablero bolivariano que Brasil, con el concurso de sus alfiles y alcahuetes Hugo Chávez y los Castro, ha venido creando y consolidando desde hace aproximadamente una década en los países de la región.

Sin embargo, ahora se trata de un “socio”, un compinche al que es preciso salvar y rescatar a cualquier precio, incluso al altísimo costo de pisotear los mandatos de la Constitución de Venezuela y ser vistos ante la opinión pública mundial como los hipócritas que ya sin ningún disimulo son. Ni en eso reparan.

Como están desesperados detrás del oro negro venezolano, ahora ni siquiera les interesa salvar las apariencias, y se prestan a legitimar –como siempre lo hicieron– las trampas del totalitarismo chavista.

Lo que está claro es que con su actitud cerril podrán apañar las miserables trampas de su amigote Maduro, pero lo que nunca van a lograr es que Venezuela se reencauce por el camino de la paz interna, la estabilidad y la reconciliación, las que sin dudas han sido profundamente quebradas desde que el chavismo capturó el poder.

Desgraciadamente, la hipocresía es un elemento indisoluble de la política exterior brasileña. De allí el permanente doble estándar que aplican cuando se trata de sus amigos platudos –como es ahora el caso del impresentable Nicolás Maduro– y la absoluta intransigencia a la que recurren en el caso del Paraguay, no solo en términos políticos, sino también económicos.

Este es el repugnante neocolonialismo imperialista al que el Brasil nos tiene acostumbrados desde hace tantas décadas. Siglos tal vez. Y el que desea seguir imponiendo miserablemente para lograr quedarse a perpetuidad con nuestros recursos naturales.

Desde luego, las declaraciones del pasado miércoles de Patriota demuestran y desenmascaran el bajo nivel de este canalla intelectual, este mercenario que pretende, a fuerza de engaños y trapisondas retóricas, hacer creer al mundo que es un gran defensor de la democracia y promotor de los derechos humanos, cuando en realidad no es más que un farsante, un sujeto sin principios ni dignidad de ningún tipo.

Es importante, pues, conocer la naturaleza y la verdadera dimensión de la falsedad de los individuos como Patriota, sobre todo ahora, cuando tendremos que escuchar todas las mentiras que tiene preparadas para intentar que, una vez pasadas las elecciones nacionales del próximo domingo, los paraguayos aceptemos todas las agresiones a nuestra dignidad que por orden suya y de su jefa se nos han infligido en el Mercosur, y las nuevas autoridades electas continúen consintiendo el vil despojo de nuestras riquezas naturales que desde hace décadas viene el Brasil cometiendo en nuestro perjuicio.

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