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Continuando su alegre y desestresante gira turística por el Lejano Oriente, el presidente Fernando Lugo suele emitir declaraciones acerca de la tarea que dice estar realizando en aquellos lejanos parajes, como para que aquí la gente crea que de su largo paseo puede derivarse algún beneficio para el Paraguay, al que presenta como un “país de maravillas”.
El viejo pretexto de los turistas a expensas del erario es que se están ocupando de promocionar al Paraguay como destino de inversiones productivas, función principal a la que supuestamente se dedican nuestros diplomáticos. Precisamente, a comienzos del gobierno de Lugo, la Cancillería convocó en Asunción a todos los embajadores paraguayos y anunció que les encomendó como actividad principal difundir las ventajas de nuestro país para radicar inversiones.
Vale la pena preguntarse entonces: ¿tiene que ir personalmente el presidente de la República a realizar las tareas que corresponden a los representantes diplomáticos? ¿Necesita llevar a pasear consigo a un montón de funcionarios? ¿Desperdiciar 15 días de tres ministros de su gabinete para negociar un préstamo de 220 millones de dólares para una carretera, como si esto no se viniera haciendo rutinariamente desde hace décadas, sin tanto viaje, gasto y aparatosidad?
Nada de esto es necesario; pero ¿de qué otro modo podría disfrutar de los mejores lugares turísticos del mundo sin que le cueste un centavo?
Fernando Lugo manifestó en Japón que en el Paraguay jamás se nacionalizó una empresa extranjera, carta de triunfo con la cual seguramente intenta realizar publicidad para atraer capitales asiáticos a nuestro país. Pero allá saben muy bien lo que sucede a lo largo y ancho de nuestro territorio y no precisan que el jefe de Estado vaya personalmente a contarles nada.
De hecho, los gobiernos de los países serios donde está paseándose Lugo, como India, Taiwán, Japón y Corea, tienen delegaciones diplomáticas que trabajan con mucha dedicación y profesionalidad en todo el mundo. Sus embajadas les mantienen muy bien informados acerca de lo que sucede en cada país.
Sus inversores y empresarios no van a ciegas a arriesgar sus capitales a algún lugar sin antes informarse acabadamente de las condiciones reinantes. La falsa publicidad que el presidente Lugo pueda realizar verbalmente más allá de nuestras fronteras es, pues, inútil.
Los empresarios extranjeros inversores saben mucho más sobre el Paraguay de lo que una delegación de políticos turistas podría comentarles. Están enterados, por ejemplo, de que aquí existe una alta inseguridad jurídica, quizás el peor de nuestros problemas. Inseguridad que está directamente asociada con los abusos que cierta gente hace de derechos supuestamente constitucionales, como los sindicatos que apelan a la huelga como primera medida de protesta, y no como la última, según debería ser. Y de la gente que, cuando se le antoja y sin que nadie se lo impida, bloquean caminos, boicotean, amedrentan o sabotean. En el caso concreto de los japoneses, conocen de las invasiones, ya que los propios inmigrantes de esa nacionalidad las sufrieron en la colonia Yguazú, del Alto Paraná.
Están muy bien enterados de las tribulaciones de los inversores rurales, que se ven forzados a gastar enormes sumas de dinero en servicios de protección física, en abogados, en gestores y en sobornos a autoridades para defender sus propiedades. Saben cuán vulnerables son nuestras aduanas y puestos fronterizos, cómo se mueve el tráfico ilegal y que van a enfrentar solos a la competencia desleal.
Ni el presidente de la República ni los miembros de su comitiva van a hablar de estos temas, porque son los responsables de que esos males persistan e, incluso, se incrementen. ¿Cómo podrían explicar Lugo o sus ministros que la actividad ilícita de los “carperos” prosiga olímpicamente, sin que ninguna autoridad les impida el paso? ¿Cómo explicarles a esas culturas tan disciplinadamente legalistas que aquí, con un juez amigo y un recurso de amparo, se pueda realizar cualquier actividad, por más ilícita que fuese?
Ninguna de estas realidades les impide a Lugo y comitiva, sin embargo, solicitar a los japoneses transferencia de tecnología para “duplicar o triplicar” la producción agrícola. ¿Y a quiénes les van a entregar los recursos tecnológicos que nos ofrezcan los gobiernos asiáticos: a la Seam? ¿Al representante máximo del antiprogreso, senador Sixto Pereira, enemigo a muerte de la ciencia transgénica? ¿A la gente de la izquierda retrógrada que se opone a la agricultura tecnificada? ¡Qué absurdo! ¡Ir a pedir ayuda para transferencia de tecnología a los japoneses! A quienes se los quiere echar del país porque no son paraguayos.
Es obvio que Fernando Lugo y su divertida comitiva de turistas no van a traer del Lejano Oriente más cosas que placenteros recuerdos, bellas fotografías, souvenirs y obsequios, nada de lo cual servirá al país cuyos contribuyentes pagaron sus gastos.
La población, sin embargo, está despertando, y no tardará también en pedirle al presidente rendición de cuentas de sus dispendios y de su desinterés por el país.