Cargando...
La decisión tomada por la Cámara de Senadores de ratificarse en el proyecto de ley que da protección legal a un predio amplio, libre y hasta ahora bien conservado por la Caballería (RC 4), en Zeballos Cue, fue una medida oportuna e inteligente, ahora que tal espacio corría el inminente riesgo de ser liquidado como bien ambiental para convertirlo en una barriada.
Esta malhadada idea estaba siendo considerada por el Poder Ejecutivo, el que, incluso, ya había conformado un consorcio con el MOPC y la Senavitat, a fin de ejecutar en ese lugar el proyecto de construcción de un “barrio social San Francisco”, destinado a pobladores de la Chacarita, lo que hubiera implicado la desaparición irreversible de ese verde precioso bien natural.
A lo largo de las últimas décadas, Asunción fue perdiendo miles de hectáreas de espacios abiertos, áreas verdes que hoy estarían contribuyendo a filtrar el aire contaminado, al tiempo de dotarnos de áreas de esparcimiento general y facilitar actividades comunitarias que son pilares para la salud y el bienestar social.
Estos miles de hectáreas de plazas, paseos y parques que perdió Asunción fueron ocupadas, casi siempre ilegalmente, para construir viviendas, depósitos, talleres, tanques y galpones para actividades de todo tipo, muchas de ellas contaminantes y degradadoras de la calidad de vida. De tal suerte que, donde antes había árboles, plantas, agua y vida animal en libertad, hoy hay pavimento, paredes, techos, chapas, escombros, polvo, emisiones de gases y acumulación de desechos de todo tipo.
Así se destruyó al menos un tercio del Jardín Botánico “Moisés S. Bertoni”, una buena parte del parque Caballero, se perdieron para siempre las tierras que anteriormente estaban a cargo de la Caballería (parte norte del barrio Mbocayaty) y una multitud de fracciones más pequeñas en los barrios Itá Enramada, Santa Ana, Roberto L. Petit, el bañado de Tacumbú, Tablada Nueva, San Rafael y muchos otros, entre las cuales deben remarcarse las plazas públicas ocupadas ilícitamente y nunca recuperadas para la ciudad.
En los alrededores inmediatos de Asunción hay miles de terrenos aptos para construir viviendas populares, no tan solamente dos mil, como pretende el proyecto gubernamental, sino hasta cincuenta veces más. Generalmente, las casas llamadas “populares”, o “de interés social”, se las hace de tres y cuatro pisos, para lo cual no se requiere grandes superficies. Y todavía están a disposición centenares de hectáreas del bañado norte que, con alguna inversión y gasto, podrían servir para barriadas populares iguales o mejores que la que se pensaba edificar en el predio de Zeballos Cue.
Los senadores tuvieron en sus manos la posibilidad de hacer primar la sensatez y el sentido básico de patriotismo, que, entre otras virtudes, consiste en ser celosos en la conservación del patrimonio de la Nación, que, aplicando a este caso, consistía en impedir la liquidación de un bien ambiental tan precioso e insustituible. Habiendo cumplido con su obligación de proteger un predio esencial para que las generaciones futuras habiten una Asunción saludable, bella y ordenada, merecen la aprobación y el elogio.