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El Senado de la República, cuyo mandato constitucional fenece dentro de tres días, ha aprobado las dos notas reversales relativas a la Entidad Binacional Yacyretá (EBY): la primera, modificatoria del Anexo A del Tratado, convenida por el Gobierno del presidente Horacio Cartes con el de Cristina Fernández de Kirchner en 2014; y la segunda, referente a la revisión del Anexo C, acordada el año pasado con el de Mauricio Macri. Aunque por escasa mayoría –y con llamativas ausencias, como la de Miguel López Perito (Avancemos País)–, la aceptación sumisa por parte de la Cámara Alta de ambos acuerdos no fue sorpresa para la opinión pública paraguaya, que la daba como un hecho desde el momento que el presidente electo Mario Abdo Benítez se desdijo de lo que había prometido durante su campaña electoral, que, de ser electo, renegociaría tales acuerdos por considerarlos lesivos al interés nacional. Pero ahora que se los estudió en el Senado, en ningún momento se le escuchó expresarse con firmeza en el mismo sentido, como para servirles de referencia a los legisladores de su movimiento “Colorado Añetete”.
Para la suspicacia ciudadana no pasó desapercibida la curiosa circunstancia de que el Poder Ejecutivo haya demorado nueve meses para remitir una de las notas reversales a la consideración del Congreso, a poco de que este cesara en su mandato constitucional, pues, como se ha hecho costumbre en su seno, en esa ingrata circunstancia los legisladores salientes tendrían bien afilados los dientes, no solo para seguir medrando en el recinto, sino también para aceptar cualquier mendrugo que el Poder Ejecutivo pudiera tirarles a cambio de su voto favorable a los referidos acuerdos. Estos documentos están centrados en el negociado de la largamente postergada construcción de una nueva central en el Brazo Aña Cua, en principio pactado por el Gobierno de los Kirchner con el de Nicanor Duarte Frutos y con el de Fernando Lugo, y finalmente formalizado por el del presidente Horacio Cartes con su homólogo Mauricio Macri.
Obviamente, no pudo haber sido suficiente subvertir la “conciencia patriótica” de los que dejaban sus curules –como el histriónico senador saliente Manuel Bóbeda, del Unace, y el exliberal Carlos Amarilla–, sino también la de varios que lograron hacer el rekutu en sus bancas, de diferentes partidos, quienes votaron a favor por razones sospechables. Así también pisotearon su postura algunos senadores y senadoras que venían manifestándose de boca para afuera en contra de la aprobación de las citadas notas reversales, pero que a la hora de la verdad brillaron por su ausencia, movidos probablemente por la misma motivación de quienes fueron reclutados para votar por la aprobación.
Por supuesto que el presidente electo “Marito” no estuvo ajeno a esta conspiración “legionaria” que, de reproducirse en la Cámara de Diputados –como se sospecha–, tendrá como resultado la vuelta a fojas cero del Tratado de Yacyretá, tras más de 24 años de estar beneficiando a la Argentina con electricidad subsidiada por los consumidores paraguayos, y perjudicando a la nación con el lucro cesante de miles de kilómetros cuadrados de tierra ubérrima, actualmente cubiertos por el embalse de la represa; a más de la destrucción de parcelas de infraestructuras viales, como el tramo del ferrocarril General Artigas-Encarnación, hasta ahora no indemnizado, como debió ocurrir hace cuarenta años. Con esta decisión, el Senado no ha asumido una política de Estado en cuanto a la postura internacional del Paraguay en las estratégicas entidades binacionales, sino una coyuntural de “quemar la casa para pasar el invierno”, patentada por los ocho presidentes de la República que le han precedido.
De hecho, el “invierno” de cinco años que le espera a “Marito” va a ser más crudo que el que ha tenido que pasar Horacio Cartes, pues este, aunque ha realizado algunas obras de infraestructura con dinero prestado, ha endeudado fuertemente al país, más allá de lo que aconseja la prudencia, aumentando la desigualdad económica y la pobreza, a más de pervertir la administración del Estado copando con los gerentes de sus empresas reparticiones públicas claves y de esa forma adueñarse del aparato productivo del país, inclusive en asociación con gángsteres internacionales como Darío Messer y sus compinches.
En consecuencia, cuando “Marito” entre en el Palacio de López o en Mburuvicha Róga, tendrá que hacerlo bien abrigado, so pena de pescarse un resfrío que le obligue a guardar cama y sentirse tentado de quemar la casa. Metáfora que en los hechos bien pudiera consistir en un “default” del Estado paraguayo para honrar el servicio de su deuda, sobre todo la externa.
Al no enviar un mensaje claro de oposición a las notas reversales sobre Yacyretá, puede pensarse que “Marito” confía en que la construcción de la central hidroeléctrica de Aña Cua le va a suministrar suficiente oxígeno financiero a su Gobierno como para pasar tranquilo los cinco años de su gestión –sin la tentación de buscar solucionar los problemas financieros por la vía del desastre–, así como Stroessner creyó equivocadamente que Itaipú y Yacyretá eran un reaseguro para su continuidad hasta la muerte en el poder. Pero la realidad le demostró que se había equivocado.
La canallesca actitud de la mayoría de los senadores que nuevamente capituló en beneficio de los intereses de la Argentina en Yacyretá, debe merecer un enérgico repudio por parte de los ciudadanos y las ciudadanas, los que a la vez deben instar, desde ya, a los diputados que asumirán sus bancas este fin de semana a corregir tan desvergozada nueva entrega de nuestra soberanía en el río Paraná.