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No deja de ser una ironía que existiendo una cargada agenda de importantes cuestiones pendientes de solución con la Argentina, la visita al Paraguay de la presidenta de ese país, Cristina Fernández de Kirchner, tenga como motivo central un tema tan baladí como la entrega al Gobierno nacional de un lote de muebles que, aunque adquirido en su tiempo por el Mariscal Francisco Solano López, este no pudo tomar posesión material de los mismos, por lo que su extemporánea entrega está lejos de ser considerada una “muestra de amistad” para el sentimiento de muchos paraguayos, orgullosos de su épica historia.
La taimada diplomacia mitrista que teje los hilos de las relaciones bilaterales de la Argentina con nuestro país desde el Palacio San Martín se ha caracterizado siempre por el chantaje y la hipocresía. Recordemos al Gobierno “amigo” del general Juan Domingo Perón de la década de 1940 y comienzos de la siguiente, que con todo el respaldo popular con que contaba, jamás se avino a levantar las trabas a la libre navegación del río Paraná para los barcos de bandera paraguaya, a los que el Gobierno argentino imponía la onerosa obligación de contratar prácticos de esa nacionalidad una vez en sus aguas jurisdiccionales. Por el contrario, Perón y su esposa “Evita” se burlaban de las verdaderas necesidades del pueblo paraguayo entregando de vez en cuando vagones de juguetes y golosinas a nuestros niños carenciados. Tuvo que ser un gobierno militar de facto, el del general Juan Carlos Onganía, que finalmente aceptó firmar un genuino tratado de libre navegación que, por otra parte, los gobiernos argentinos posteriores jamás han cumplido a cabalidad, hasta ahora.
Nuestro país y Bolivia fueron siempre víctimas de la explotación neocolonialista argentina. A Bolivia le escamoteaba su gas a precio vil y le pagaba hasta con tres años de atraso, tal como lo está haciendo ahora con la electricidad de Yacyretá perteneciente a nuestro país. Por suerte para el país del Altiplano, apareció un Primer Mandatario patriota y con agallas, Evo Morales, que, sacudiendo las riendas del vasallaje usurpador, recuperó la soberanía nacional sobre sus recursos naturales.
A nosotros, por su parte, la coercitiva diplomacia argentina nos mantuvo invariablemente en jaque con una mezcla de espejitos y amenazas. Uruguay, otro de los países limítrofes pequeños como el nuestro, nunca se doblegó ante ella pese a las recurrentes trabas comerciales y de otra índole con que hasta ahora la Argentina pretende subyugarlo, como a nosotros.
Así las cosas, más allá de los objetos que por condescendencia diplomática debe recibir en nombre del pueblo paraguayo, el presidente Horacio Cartes debe aprovechar la oportunidad para encarar con firmeza con su homóloga argentina algunos de los cruciales temas de relacionamiento bilateral que afectan de modo directo los intereses de nuestro país en estos momentos, tales como: negociación del Anexo C del Tratado de Yacyretá; trabas a la libre navegación de la Hidrovía y al comercio bilateral, y el crónico atraso en el pago de la electricidad paraguaya, entre otras cuestiones pendientes de solución.
Conociendo la astuta estrategia de la diplomacia argentina en la administración del ente energético binacional de Yacyretá, no debemos descartar que el verdadero propósito de la visita de la Primera Mandataria de ese país sea, más bien, tratar de convencer al presidente Horacio Cartes de que acepte la antigua pretensión del Gobierno porteño de hacer valer las ilegales Notas Reversales de enero de 1992 –no fueron aceptadas por nuestro Congreso– y todo lo actuado en consecuencia hasta ahora, transgrediendo así el Tratado firmado en 1973. Como sabemos, el más entusiasta impulsor de esta propuesta es nuestro propio embajador en Buenos Aires, el expresidente de la República Nicanor Duarte Frutos. Si se lo mantiene en ese cargo, pese a estar conspirando contra los intereses nacionales, debe de ser por algo. Por tal motivo, la ciudadanía se debe mantener vigilante para no permitir una nueva reculada de nuestras autoridades ante la aviesa pretensión argentina de mantener sine die la conculcación de nuestra soberanía energética en el emprendimiento hidroeléctrico binacional.
En tal contexto, la aparente hidalguía diplomática de la Presidenta argentina solo podría ser interpretada como una estafa intelectual al pueblo paraguayo antes que como gesto de amistad y buena vecindad. La punta del iceberg de la cínica pretensión argentina de mantener el statu quo expoliador en la EBY ya está a la vista con la tácita negativa de las autoridades argentinas de avanzar en las discusiones para la revisión del Anexo C del Tratado.
La carta “convincente” que la presidenta Cristina trae escondida en la manga para obtener su objetivo no puede ser otra que la de presionar a su colega paraguayo para acceder a la descarada pretensión de su Gobierno de quedarse definitivamente con el total de la energía producida por la usina hidroeléctrica binacional, a cambio de los pingües sobornos encubiertos en las obras con los que siempre han comprado a las autoridades paraguayas del Gobierno y del ente –creación de “barones” como los de Itaipú–, que podrían venir de los miles de millones de dólares que costarían la incorporación de tres turbinas más en la represa y la maquinización del Brazo Aña Cua, obras no previstas en el Tratado pero de gran conveniencia para la Argentina por su déficit crónico de electricidad.
Por estas consideraciones de alto interés nacional, como pocas veces antes, en esta oportunidad la visita de la Primera Mandataria argentina tiene para nosotros los paraguayos una importancia que trasciende la metáfora de los espejitos consistente en la entrega (no devolución) de unos mobiliarios viejos, ya que el pueblo paraguayo le exige que termine la expoliación por parte de la Argentina de nuestros legítimos intereses en la binacional Yacyretá.