Por eso persiguen a la prensa

Los paraísos fiscales existen desde larga data, y Suiza es el más emblemático. Las recurrentes crisis económicas globales han beneficiado al crimen organizado transnacional. Los países con regímenes autoritarios son los más proclives a caer en manos de los cárteles criminales, deviniendo Estados virtualmente fallidos, en los que proliferan el crimen y la corrupción. Valiéndose de testaferros, lo primero que hacen los dictadores de turno es robar la plata del pueblo y ponerla a buen recaudo en los paraísos fiscales. Lo más significativo del espectacular destape de las cuentas secretas del HSBC de Suiza no es que con ello se haya descubierto algo nuevo. Era algo que se sabía, pero jamás se había podido confirmar con pruebas. Esta victoria de la comunicación ha sido, no por acción de los gobiernos que se han manifestado a favor de la transparencia financiera internacional, sino gracias a la prensa. Por eso los dictadores sienten pavor ante el enfoque de la prensa: conculcan los derechos humanos de sus pueblos mientras se llenan los bolsillos, lo que, por supuesto, buscan impedir que se conozca por la prensa.

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El escándalo mayúsculo desatado a nivel mundial por la mayor filtración de cuentas bancarias secretas de la sucursal suiza del banco inglés HSBC, posibilitada por el Consorcio de Periodistas de Investigación (ICIJ) y el diario “Le Monde” de Francia, ha tenido el efecto de un tsunami mediático. El destape de la base de datos de la entidad bancaria, posibilitado por un exdirector de la misma, Harvé Falciani, ha permitido conocer algo que corto tiempo atrás era poco menos que impensable.

Nombres de multimillonarios testaferros de dictadores, traficantes de armas, de “diamantes de sangre”, así como de varias celebridades, aparecen en la frondosa lista de 59.802 clientes de la conexión suiza de cuentas secretas, con un total de más de US$ 102 billones (102.000 millones) correspondientes a más de 200 países.

Las cuentas con origen en América suman más de US$ 31.000 millones, vinculadas a unos 18.433 clientes. La lista incluye a la mayoría de los países de nuestro Hemisferio, con Panamá a la cabeza en cuanto al monto total depositado. Tras el deslizamiento de la placa tectónica financiera que puso al descubierto la cueva de los ladrones, el HSBC terminó admitiendo: “Reconocemos y nos hacemos cargo de fallas de cumplimiento y control en el pasado. Hemos dado pasos significativos durante los últimos años para implementar reformas y sacar a clientes que no estuvieran a la altura de los estrictos estándares nuevos de HSBC, incluidos aquellos que nos preocupaban con relación al cumplimiento de impuestos”.

Los paraísos fiscales existen desde larga data, y Suiza es el más emblemático. Las recurrentes crisis económicas globales han beneficiado al crimen organizado transnacional. Economías nacionales débiles y gobiernos corruptos ofrecen oportunidades a las organizaciones criminales para lucrar a expensas de las dificultades económicas del país. Con el abundante dinero mal habido que poseen, consiguen penetrar las estructuras del gobierno y, en connivencia con funcionarios corruptos, multiplican sus fortunas, las que por cierto no reinvierten en el país, sino que las depositan en los paraísos fiscales, como los bancos establecidos en Suiza.

Los países con regímenes autoritarios son los más proclives a caer en manos de los carteles criminales, deviniendo Estados virtualmente fallidos, en los que proliferan el crimen y la corrupción. Valiéndose de testaferros, lo primero que hacen los dictadores de turno de tales países es robar la plata del pueblo y ponerla a buen recaudo en los paraísos fiscales, como la sucursal suiza del HSBC a que hacemos alusión en este comentario. Así lo han hecho los dictadores de derecha que emergieron en nuestra región durante las décadas de 1960 y 1970. Alfredo Stroessner fue un paradigma en esa jungla de déspotas de ese tiempo. Si uno de sus ministros, Delfín Ugarte Centurión, de la cartera de Industria y Comercio, poseía en un banco de Suiza una cuenta secreta personal de US$ 27 millones en el tiempo en que el dictador fue defenestrado del poder, ¿cuánto podrían haber tenido este y su familia?

La segunda ola de dictaduras que advino –esta vez de izquierda– bajo la advocación del “socialismo del siglo 21” impulsada con los petrodólares del pueblo venezolano por su autoritario gobernante Hugo Chávez, rápidamente imitado por Evo Morales de Bolivia y Rafael Correa de Ecuador, adolece de los mismos vicios que sus precursores de derecha: autoritarismo y corrupción, o lo que es lo mismo, cuentas secretas en bancos suizos y visceral oposición a la libertad de prensa. ¿Por qué? Pues para que no se divulguen sus fechorías, políticas y administrativas, concernientes a los abusos de los derechos humanos y el escamoteo de los caudales públicos puestos a buen recaudo en santuarios fiscales.

Dentro de este esquema, el “tesorero” del extinto presidente venezolano, Hugo Chávez, Alejandro Andrade, manejaba una cuenta secreta de US$ 700 millones en la sucursal del banco HSBC en Suiza. De acuerdo a los registros hechos públicos de la filial suiza del banco británico, el 8 de diciembre de 2005 fue abierta una cuenta bajo el “Nombre del perfil del cliente: Oficina Nacional del Tesoro-Ministerio de Finanzas”. Uno de los funcionarios con acceso a esa cuenta era Alejandro Andrade, excamarada de Chávez en el fallido intento de golpe de Estado contra el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez.

Lo más significativo del espectacular destape de las cuentas secretas del HSBC de Suiza no es que con ello se haya descubierto algo nuevo. Era algo que se sabía, pero que jamás se había podido confirmar con pruebas. Esta victoria de la comunicación social ha sido posible, no por la acción de los gobiernos que siempre se han manifestado a favor de la transparencia financiera internacional, sino gracias a la prensa libre.

Por tanto, se trata de una ocasión digna de ser celebrada por las sociedades democráticas del mundo. También para retrotraernos a esa certeza de convicción de por qué todos los dictadores sienten pavor ante el enfoque de la prensa. No es casualidad, entonces, que Stroessner haya perseguido a la prensa en nuestro país. O que lo hagan actualmente los hermanos Castro en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Es muy fácil entenderlo: conculcan los derechos humanos de sus pueblos mientras se llenan los bolsillos de dinero, lo que, por supuesto, buscan impedir que se conozca por la prensa.

No caben dudas, la libertad de prensa protege a todas las demás libertades de la democracia y ayuda a evitar o mitigar las indignantes atrocidades con las que las autoridades inescrupulosas de cualquier signo o ideología atropellan los derechos de la población, tal como sufrimos nosotros los paraguayos durante los 35 años de la dictadura stronista.

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