¿Pondrá el Gobierno en remate la dignidad de los paraguayos?

Según pintan los trascendidos y publicaciones, el Gobierno de Cartes y algunos legisladores estarían preparándose para legitimar el ingreso de la Venezuela chavista al Mercosur, levantando el obstáculo que nuestro Congreso puso y dando por superado el diferendo con el organismo regional planteado en junio del año pasado, cuando fuimos suspendidos unilateralmente, sin siquiera recibir el beneficio elemental de ser previamente escuchados en el foro. Argentina, Brasil y Uruguay nos arrinconaron como la basura del fondo de su patio trasero. Ahora esos mismos Gobiernos que atropellaron abiertamente la dignidad de todos los paraguayos realizan contorsiones acrobáticas en el campo de la diplomacia para que Paraguay retorne calladito y sumiso al seno de la organización y Venezuela permanezca en la misma. Si aflojamos en esta ocasión, no nos quejemos de que en el futuro hagan lo que se les antoje con nosotros.

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Según pintan los trascendidos y publicaciones, el Gobierno de Horacio Cartes y algunos legisladores estarían preparándose para legitimar el ingreso de la Venezuela chavista al Mercosur, levantando el obstáculo que nuestro Congreso puso y dando por superado el diferendo con el organismo regional planteado en junio del año pasado, cuando fuimos suspendidos unilateralmente, sin siquiera recibir el beneficio elemental de ser previamente escuchados en el foro.

Argentina, Brasil y Uruguay nos arrinconaron como la basura del fondo de su patio trasero; es preciso decirlo con todas las letras para refrescar la flaca memoria de ciertos políticos y de otros que, por oportunismo, preferirán hacerse los olvidadizos. Todas las cancillerías del mundo fueron testigos y tomaron nota de aquel escándalo jurídico provocado por los “halcones” del Mercosur, pisoteando con pasos de matones claras disposiciones del Tratado de Asunción.

La grosera violación del tratado regional, el abierto desprecio por el principio universal del derecho a la defensa y el espectáculo político que dieron al mundo no fueron más que el aprovechamiento de la ocasión para meter por la ventana a la Venezuela de Hugo Chávez al Mercosur, algo que hasta entonces no habían podido conseguir a causa de la firme y correcta determinación del Congreso paraguayo de no conceder a una dictadura encubierta la entrada a un organismo de países democráticos.

La supuesta solidaridad de los Gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay con su destituido correligionario Fernando Lugo no fue más que un “show”, una exhibición de efectos propagandísticos; pero que a nosotros, los paraguayos, nos costó el quedar privados de vinculaciones diplomáticas con esos Gobiernos y sufrir desaires y postergaciones insólitas e injustas, como no ser invitados a una cumbre de presidentes iberoamericanos, entre otras.

Ahora, esos mismos Gobiernos que atropellaron abiertamente la dignidad de todos los paraguayos realizan contorsiones acrobáticas en el campo de la diplomacia regional para lograr que Paraguay retorne calladito y sumiso al seno de la organización y Venezuela permanezca en la misma, sin que nadie impugne la manera groseramente ilegal que se empleó para hacerla ingresar ni tenga que presentar excusas al Paraguay por las injurias con que le agraviaron.

¡Grave dilema para nuestra diplomacia! ¿Retornaremos como si nada hubiese pasado, aplicando la ley del “ñembotavy”, del “aquí no pasó nada, somos todos hermanos”? ¿Aceptaremos al régimen bolivariano-marxista de Nicolás Maduro como si fuera una democracia respetable y equiparable a las nuestras, y estrecharemos la falsa e hipócrita mano extendida de Cristina Fernández, Dilma Rousseff y “Pepe” Mujica?

Hay que reconocer que ni a estos tres gobernantes ni a Nicolás Maduro y su partido les importan un bledo los sentimientos e intereses de los paraguayos y las paraguayas. Lo que quieren es poner los papeles del Mercosur en regla para negociar con la Unión Europea, una organización que se respeta a sí misma, en la que el partidismo no tiene credencial, que toma el derecho internacional muy en serio y que jamás admitiría esa barbaridad expresada por Mujica, de que las razones políticas están antes que las razones jurídicas.

Ahora que van a entablar negociaciones con la Unión Europea quieren presentar un Mercosur con la cara lavada, integrado, sin conflictos, con los papeles en regla, y nos necesitan para esto. ¡Por fin nos necesitan para algo! Como buenos oportunistas e hipócritas, creen hallar la solución proponiendo al Gobierno paraguayo que presida la delegación que conversará con los europeos, anunciando que el régimen de Maduro no participará en dicha reunión, con algún pretexto inventado para la ocasión, de forma que paraguayos y venezolanos no tengamos que compartir la mesa. ¡Una verdadera y completa comedia! Sin embargo, el Paraguay estará representando en esas negociaciones al Mercosur en pleno, en el que Venezuela ahora es un socio dilecto por obra y gracia de Dilma, Cristina y “Pepe” Mujica y, además, ¡presidente pro témpore! ¿Cómo puede decir entonces el Gobierno paraguayo que no está representando a Venezuela?

Actualmente, el canciller Eladio Loizaga y algunos legisladores ya están sosteniendo la conocida cantinela de que “las circunstancias cambiaron”, como paso previo a la aceptación formal de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, con lo cual se enterrará el hacha de la guerra y todas las ilicitudes y violaciones perpetradas quedarán convalidadas. ¿Cómo volver existente, válido y legal lo que tiene nulidad insanable, nulidad de nacimiento? No hay tribunal, magistrado ni jurisconsulto que vaya a resolver este problema de la forma que intentan los “alegres mercosurianos” Cristina, Dilma y Pepe. El régimen venezolano tiene que volver a presentar solicitud de ingreso al Mercosur y este debe reconsiderarlo, con la participación del representante de Paraguay y, en caso de unanimidad, recibir su admisión oficial después de que el Congreso paraguayo dé su consentimiento oficial. No hay otra salida. O, mejor dicho, no hay otra salida ética y legalmente correcta fuera de esta.

Lamentablemente, todo parece indicar que el presidente Cartes está aflojando a las presiones para tomar el atajo irregular.

Recuérdese que, en ocasión de negarse a asistir a la Cumbre del Mercosur en julio pasado en Montevideo, antes de asumir la presidencia, Cartes manifestó en un pronunciamiento que “El mero trascurso del tiempo o decisiones políticas posteriores no restablecen, por sí, el imperio del Derecho”, argumento sólido y bien fundado que no pierde un átomo de su vigencia y validez por el mismo motivo expuesto en él, o sea, por el mero trascurso del tiempo.

Ahora, sin embargo, Cartes acaba de declarar que no participará en eventos del Mercosur hasta que el Congreso se expida sobre el ingreso de Venezuela y, dando este paso, se regularice todo. Es decir, sugiere que los legisladores den ese paso. Lo expresó inequívocamente en una frase: “Ojalá pronto se resuelva, porque no hay problemas entre países”.

No hay problemas entre países, por supuesto, ni entre pueblos; lo que hay es algo mucho más grave: problemas con las leyes internacionales, con el respeto debido entre Estados soberanos, con la dignidad de las naciones. Es la Nación paraguaya, representada por su Estado, la que fue burlada y pisoteada por los tres gobernantes “mercosurianos”.

Por último, nuestros legisladores tendrán que analizar y juzgar cuánto cambió en el escenario político del socio aspirante, Venezuela. ¿Es que existen ahora méritos para admitir al régimen de Maduro que no existían antes, con Hugo Chávez? Porque no solamente no se ve ningún cambio, sino que todos los días Maduro toma una nueva medida antidemocrática para fortalecer su régimen, aplastar a los opositores y asegurar la perpetuación del chavismo en el poder. Cada día que pasa, Venezuela es menos democrática.

¿Aceptaremos esto en nombre de la “real politik” y en contra de la letra y el espíritu del Tratado del Mercosur y sus protocolos “democráticos”, esos mismos instrumentos con que mentirosamente nos golpearon en la cabeza cuando Lugo fue regular y lícitamente destituido?

Si aflojamos en esto, no nos quejemos en el futuro. Harán lo que se les antoje con nosotros y no tendremos derecho a un pío de protesta. Tendremos que arrastrar calladamente la vergüenza de nuestra defección ética. Mal podríamos exigir respeto si no nos hicimos respetar en la gran ocasión en que nos tocó hacerlo.

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