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“Le avisamos a la Essap que la Municipalidad ya terminó en partes un excelente recapado en la avenida Santísima Trinidad, y que pueden enviar a los martilletes a hacer con ellos las zanjas de costumbre. Les recomendamos que, después, hagan mal la compactación de relleno, para que, si es posible, en un mes vuelvan a aparecer los hundimientos”, decíamos el 25 de marzo pasado en nuestra sección “Ñe’êmbeguépe”. El párrafo aludía a la inveterada mala costumbre de las entidades públicas de servicio que, ante la falta de coordinación entre ellas, con frecuencia una está destruyendo el trabajo recientemente culminado por otra.
Aunque nuestros amables lectores no lo crean, nuestro aviso no cayó en saco roto. Lo que decíamos en evidente chanza a modo de advertencia, con la esperanza de que, por lo menos esta vez, la nueva obra durara por más tiempo, por lo visto fue tomado literalmente por los funcionarios de la Essap. En efecto, en nuestra edición del miércoles 28, tres días después de la primera publicación, nuestro diario incluía en su tapa un tractor de la Essap despanzurrando la flamante avenida. Con el título de “Se hizo el recapado y llegó la Essap”, el epígrafe de la foto decía lo siguiente: “Hace menos de dos semanas la Municipalidad de Asunción recapó la avenida Santísima Trinidad a la altura de Overáva, y la Essap ya destrozó una parte del nuevo pavimento”.
Y, por supuesto, después llegaron también las consiguientes tira y devolución de pelota, que “hicimos las consultas”, que “tal institución autorizó”, etc., etc., pero el estropicio ya estaba concluido. Y, como siempre ocurre, no habrá investigación, no habrá responsables, nadie se hará cargo de las pérdidas, que para eso está el dinero del contribuyente.
Si el irónico suelto se tradujo en hechos es porque la Essap está plagada tanto de corrupción como de estupidez, dos lacras del aparato estatal que le cuestan mucho dinero al país. Abundan las denuncias sobre malversaciones de todo tipo, pero no debe ignorarse que también la ineptitud es igualmente tan costosa para la ciudadanía.
La tradicional falta de coordinación entre la Essap y la Municipalidad de Asunción en cuanto a la reparación de cañerías y al asfaltado de la vía pública es el resultado de una increíble idiotez compartida. Esta vez, sin embargo, la culpa exclusiva del destrozo parece recaer en la empresa proveedora de agua, ya que la institución comunal le habría preguntado en qué parte de la avenida iban a intervenir sus operarios, habiendo obtenido la respuesta de que “en esa área no iba a ser necesario”. Así, pues, la Dirección de Obras Públicas de la Comuna inició las obras de recapado asfáltico, que durarán cuatro meses a un costo de 5.800 millones de guaraníes, solo para que al cabo de unos días la empresa estatal lo destruya en un tramo. Según la directora de la mencionada dependencia municipal, Mirtha Acha, se está hablando de nuevo con la Essap para coordinar las tareas, siendo de esperar que esta vez la información brindada se ajuste a la verdad.
Si a la Essap le cuesta tanto tener bien informada a la Comuna acerca de los lugares y de los días en que habrá de perforar el pavimento o el empedrado, es porque está llena de ineptos a los que, por lo demás, les importan un bledo el buen trabajo y el aspecto de nuestra ciudad capital. Su actual presidente, el abogado Carlos José Arce López, tiene estudios de posgrado en gerenciamiento y una larga carrera en la administración pública, pero su gestión no se distingue en absoluto de la de sus antecesores. Evidentemente, tiene otras prioridades. En efecto, se recordará que en el marco de la última campaña electoral interna de la ANR se reunió a puertas cerradas con dieciséis de sus subordinados para anunciarles que, a falta de “gratificaciones”, él había logrado del presidente Cartes el pago del subsidio familiar: con “otro nombre” pero con el “mismo resultado”, para eludir la normativa vigente en la materia.
También los altos funcionarios del ente tienen cosas más importantes que hacer que impedir que las cañerías pierdan agua o que los desagües cloacales lleguen a las calles: en noviembre último, cuatro de ellos visitaron Villa Hayes al solo objeto de apoyar a los candidatos “cartistas”, revelando así que están más interesados en la politiquería que en prestar un buen servicio. En estas condiciones, cabe presumir ahora que todos ellos, desde el presidente hasta el último operario, se estarán movilizando de cara a las elecciones del próximo 22 de abril. La Essap, entonces, no se ha podido desprender de su tradición politiquera, recordándose que su precursora, Corposana, proveía de entre sus funcionarios los famosos “garroteros”, una de las fuerzas de choque de la dictadura de Stroessner.
Vale la pena reiterar lo ya afirmado en nuestro editorial del último 14 de diciembre: “En definitiva, en la Essap nadie parece saber hacer bien las cosas. La chapucería es su norma de acción (...) Si fuesen empleados de una empresa privada, no durarían dos días en sus puestos, dada su evidente impericia y negligencia. Pero en una empresa a cargo del Estado, con esas características, continúan y continuarán inamovibles”.
La Municipalidad debe reclamar la reparación adecuada del pavimento o del empedrado destruido por la empresa estatal para evitar una demanda de indemnización de daños y perjuicios que puedan promover los afectados por el mal estado de una vía pública. Los contribuyentes de Asunción no tienen por qué correr con el costo de las burradas de la irresponsable empresa aguatera.