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La III Cumbre de Jefes y Jefas de Estado de América del Sur y Países Árabes (ASPA) se celebró a comienzos de la presente semana en Lima, Perú. El Paraguay, sobre el que injustamente pesan las infames suspensiones dictadas por Mercosur y Unasur, fue marginado del encuentro. No obstante, sí estuvieron presentes los gobernantes de dictaduras totalitarias o monarquías teocráticas de países tales como Yemen, Omán, Somalia, Sudán y Arabia Saudita, por no citar sino a los regímenes más crueles y represivos. La notoria contradicción es, pues, una muestra contundente de la ilimitada hipocresía que rige actualmente entre el club de presidentes de nuestra región.
Según el retorcido criterio aplicado por nuestros vecinos integrantes de la Unasur, el Paraguay no puede participar en la Cumbre del ASPA porque, para ellos, el juicio político constitucional que tuvo lugar aquí el 21 y 22 de junio del presente año representó una “ruptura del orden democrático”. Desde entonces, nuestro país es arbitrariamente excluido de todo encuentro, reunión o cumbre regional en cuya organización estuviera involucrado el citado organismo bolivariano.
Sin embargo, presidentes, reyes, embajadores o representantes especiales de dictaduras que desde hace largas décadas someten a sus pueblos en el Medio Oriente, sí tienen participación en el evento.
Siria, nación que es brutalmente sometida desde comienzos de la década 1970 por Hafez y Bashar al Assad, es uno de los temas del encuentro, aunque no participará del mismo a raíz de la grave situación en que se encuentra inmersa. Como es bien sabido, ese país se encuentra sumido en un estado de cruel represión por su gobierno desde que el pueblo salió a las calles, a comienzos del año pasado, con motivo de la “Primavera Árabe”, a pedir libertad, apertura política y respeto por los derechos humanos.
Hace pocos días, la prestigiosa organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional exigió a las naciones que participan en el ASPA que se pronuncien sobre las violaciones de los derechos humanos y crímenes que comete el Gobierno de Siria.
¿Qué harán, pues, por la defensa de la vida y los derechos humanos de los sirios gobernantes de la región como Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner, Ollanta Humala, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa? ¿Adoptarán drásticas sanciones para intentar frenar la hecatombe de la cual es responsable el gobierno de Al Assad? ¿Reclamarán la necesidad de que el régimen dé paso a la instalación de un sistema democrático? ¿Le harán cuando menos algún tipo de urgimiento para preservar la vida de tantos inocentes?
No, nada de ello. Con Siria se conformarán con una tibia declaración. Por su parte, con el resto de los dictadores y autócratas del Medio Oriente, ellos ya no están preocupados en hablar de principios. No tienen ningún interés en defender los derechos humanos de aquellos pueblos terriblemente subyugados durante interminables décadas. Solo quieren su dinero, nada más. La interminable retórica de “defensa de la democracia” no produce el más mínimo efecto en este caso.
Según los organizadores de la Cumbre del ASPA, el foro “tiene un propósito de integración birregional y un horizonte muy claro de promover los vínculos políticos, económicos, de inversiones y cooperación”. Está todo dicho, a Lima nadie fue a proclamar principios o exigir apertura política a los déspotas de las satrapías orientales, sino a buscar darles un manotazo a sus billeteras lo más rápido y eficazmente posible. Que los indefensos habitantes de aquellas sufridas naciones se las campaneen como puedan.
Sin embargo, una nación libre, soberana, independiente y plenamente democrática como es la República del Paraguay no tiene derecho a participar en dicho encuentro, porque sus pares de la región se enfurecieron mucho con ella a raíz de la destitución constitucional de su compadre e integrante del club presidencial bolivariano marxista Fernando Lugo, que es la única y verdadera razón por la cual se nos aplicó la arbitraria suspensión del Mercosur y la Unasur.
De esta forma, el amable lector tiene la oportunidad de observar el grado de “coherencia” que anima las decisiones de la “alta política regional” de los presidentes de las naciones vecinas. Esta es la clase de gobernantes, estafadores de los principios democráticos, que hoy por hoy definen los destinos de los países de esta parte del mundo. Es preciso saberlo con absoluta claridad, porque son los mismos caraduras que después se llenan la boca hablando de democracia, derechos humanos y libertad. Un discurso que invocan o no según sean las dimensiones de la billetera del interlocutor que ocasionalmente les toque tener enfrente.
¡Hipócritas!