Educar para la guerra contra la basura

Ante la nula aplicación del recurso de la educación como mecanismo para hacer frente a las toneladas de basura que se producen a diario en nuestras ciudades, el dengue, la chikunguña, el zika y otras enfermedades de esta índole seguirán campeando y haciendo de las suyas. Dos características de la sociedad moderna, “consumir y descartar”, se han convertido en dos prácticas mortíferas. Lamentablemente, la dinámica consumista no ha sido acompañada de un proceso educativo para poner en marcha actitudes y comportamientos que lleven a la ciudadanía a ser colaboradora y parte integrante en el mejoramiento de las condiciones ambientales.

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Ante la nula aplicación del recurso de la educación como mecanismo para hacer frente a las toneladas de basura que se producen a diario en nuestras ciudades, el dengue, la chikunguña, el zika y otras enfermedades de esta índole seguirán campeando y haciendo de las suyas. A la tardía alerta epidemiológica declarada por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) podría agregarse que la proliferación de los criaderos del mosquito propagador de la enfermedad, el Aedes aegypti, está asociado al calor reinante, la producción de basura y la extrema humedad que tenemos en el ambiente, que son los factores que conforman un excelente “cóctel” para estos peligrosos insectos, lo que lleva a agravar aún más la crítica situación.

La sociedad moderna ha traído consigo dos prácticas que han puesto sobre el tapete la problemática relacionada con la basura, cuya consecuencia está llegando a extremos casi incontrolables. “Consumir y descartar” se han convertido en dos prácticas mortíferas que, además de poner en crisis el equilibrio ecológico, están llevando a los municipios –en Asunción tenemos esta lamentable experiencia– a no saber qué hacer con sus residuos. En esta situación, se tiene la impresión de que las ciudades terminarán siendo sepultadas por las toneladas de basura que producen.

Lamentablemente, la dinámica consumista de la sociedad no ha sido acompañada por un proceso educativo que, según el Programa Internacional de Educación Ambiental de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), debe tener como cometido fundamental encaminarse hacia la generación y puesta en marcha de actitudes y comportamientos que lleven a la ciudadanía a ser colaboradora y parte integrante en el mejoramiento de las condiciones ambientales.

Si bien la educación ambiental no es patrimonio exclusivo del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), esta cartera de Estado debería esmerarse en producir ciudadanos que por lo menos sepan utilizar los cestos de basura. En efecto, no ha hecho absolutamente nada para que los miles de estudiantes que pasaron por las aulas adopten actitudes positivas para revertir la deplorable situación ambiental que vivimos. De esta manera, mientras la educación ciudadana no cambie de dirección, seguiremos viendo a los vecinos tirar su basura en las banquinas o a personas que viajan en colectivos o en lujosos automóviles desechar sus residuos por las ventanillas, convirtiendo nuestras rutas en inmensos basurales.

Es de desear que las autoridades gubernamentales y los intendentes de todas las comunidades pongan cada vez mayor énfasis en la educación en temas ambientales como primer importante paso para luchar contra la basura que está ahogando el país.

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