Criminal falta de interés en el río Pilcomayo

Por fin, cuando ya se están anunciando lluvias en la alta cuenca del Pilcomayo y la próxima llegada de las primeras riadas, el MOPC adjudicó dos de los tres lotes de obras previstas para la limpieza y profundización del cauce del canal lado paraguayo, de forma que las aguas ingresen con fluidez a nuestro país. Desde hace tres años, el canal paraguayo no recibe suficiente agua, con las negativas consecuencias que ello trae aparejadas para los pobladores, la ganadería y la fauna de esa extensa zona. La dramática sequía que soporta la Región Occidental, sumada a la escasa cantidad de agua que ingresa a nuestro territorio, más la inaceptable negligencia de las autoridades, conforman la mezcla apropiada para que la situación se vaya tornando cada vez peor en esa parte del país. Desde hace tiempo, el peso de esta lamentable realidad lo viene soportando estoicamente uno de los sectores económicos más representativos de la región chaqueña, la ganadería, como también toda la biodiversidad existente en el lugar, y ni hablar de las comunidades indígenas de la zona. Sus responsables deben recibir las sanciones que correspondan a los funcionarios negligentes –por decir lo menos– para rescatar del abandono a una importante y rica región del país. 

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Por fin, cuando ya se están anunciando lluvias en la alta cuenca del Pilcomayo y la próxima llegada de las primeras riadas, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) adjudicó dos de los tres lotes de obras previstas para la limpieza y profundización del cauce del canal lado paraguayo, de forma que las aguas del citado río ingresen con fluidez a nuestro país. Desde hace tres años, el canal paraguayo no recibe suficiente agua, con las negativas consecuencias que ello trae aparejadas para los pobladores, la ganadería y la fauna de esa extensa zona. 

La dramática sequía que soporta la Región Occidental, sumada a la escasa cantidad de agua que ingresa a nuestro territorio, más la inaceptable negligencia de las autoridades, conforman la mezcla apropiada para que la situación se vaya tornando cada vez peor en esa parte del país. Desde hace tiempo, el peso de esta lamentable realidad lo viene soportando estoicamente uno de los sectores económicos más representativos de la región chaqueña, la ganadería, como también toda la biodiversidad existente en el lugar, y ni hablar de las comunidades indígenas diseminadas en la zona. 

La visión retrospectiva de lo ocurrido en los últimos años nos demuestra una preocupante indiferencia hacia este drama por parte de las autoridades, empezando por el presidente Horacio Cartes, seguido por el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, hasta los dos últimos presidentes de la Comisión, ingenieros Daniel Garay y Óscar Salazar Yaryes. Este último fue destituido el pasado miércoles justamente por la falta de resultados, y reemplazado por el ingeniero Ricardo Riego. 

Puede recordarse que Salazar Yaryes declaró sin ningún desparpajo, en junio pasado, que “es normal que en esta época del año no ingrese agua del lado paraguayo”, para agregar que “esa situación se da cada año, y para los entendidos no es ninguna novedad (…)”. 

Con estas expresiones, el ingeniero Salazar Yaryes se pasa de la raya, no solo del cinismo, sino también de falta de tino profesional. En efecto, se sabe que eso ocurre todos los años, por lo que el grado de la inutilidad de estos funcionarios sube de tono, al no prever con tiempo las soluciones necesarias para paliar las desastrosas consecuencias del recurrente drama. 

Reyes Morínigo, antiguo poblador de fortín General Díaz, en el departamento de Presidente Hayes, mencionaba a nuestro diario que “aquí no llegó el Pilcomayo, hace tres años que el agua no llega a nuestra comunidad (…)”. Y agregó: “Nosotros escuchamos por la radio cuando la gente de la Comisión Nacional dice que las aguas entraron en General Díaz, pero es mentira; aquí no llegó el río (…); nosotros lo que queremos es que trabajen más y hablen menos. Si fuera cierto que trabajan, ahora tendríamos agua”. 

Morínigo, sencillo trabajador de la zona, sin muchas artes en materia de ingeniería hidráulica, se cuestiona: “No entiendo cómo los técnicos de la Comisión Nacional insisten en la limpieza de la embocadura del canal, pero no limpian la cañada La Madrid para que el río se pueda escurrir”. Y en una actitud de extrañeza agregó: “No sé cuántos años estudiaron ingeniería y no aprendieron que el agua necesita un cauce para escurrirse; es algo demasiado básico...”. 

Aunque parezcan anecdóticas las expresiones de Morínigo, la ciudadanía se forma idénticas conclusiones, según se puede leer en las redes sociales. O no existe un verdadero rigor profesional en el ramo, o la falta de voluntad política sobrepasa todos los límites de la desvergüenza. Al respecto, ya en 2015 el senador Arnoldo Wiens mencionaba que la situación no solo adolece de una falta de previsión presupuestaria por parte del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) –que ese año ejecutó solo un 19% de su presupuesto–, sino que a este factor se le debe sumar la falta de voluntad política.

En estas condiciones, se puede pronosticar que la deplorable situación del Pilcomayo va a continuar. El actual Gobierno no solo está ausente en el escenario de crisis de todo el Chaco paraguayo, pese a su expresa promesa de dar una importante atención a esa región. Su intervención ha sido más bien negativa, si se tiene en cuenta el Decreto del Poder Ejecutivo Nº 7702/17, preparado a medida de los intereses del presidente Cartes, dándole vía libre para arrasar con bosques de una de sus haciendas, como se pudo observar en publicaciones de nuestro diario. 

Ante este telón de fondo –a no ser que acontezca un diluvio de gran magnitud– se puede concluir que la situación del río Pilcomayo se tornará cada vez peor. La sequía imperante en la región chaqueña, el canal seco del río y los tajamares sin agua no solo ponen en peligro toda la biodiversidad del Chaco y la pervivencia de las comunidades indígenas, sino además la existencia de 1.200.000 cabezas de ganado, con inversiones de unos 1.000 millones de dólares. Por todo ello, a estas alturas, ante la constatación de que el Gobierno del presidente Cartes está matando el Pilcomayo, el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, ya debería haber recibido al menos una interpelación legislativa para rendir cuentas sobre la imperdonable indiferencia gubernamental ante este drama que ocasiona daños inconmensurables al país. Sus responsables deben recibir las sanciones que correspondan a los funcionarios negligentes –por decir lo menos– para rescatar del abandono a una importante y rica zona del país. 

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