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El viceministro de Administración Financiera del Ministerio de Hacienda, Ramón Ramírez, reveló que su dependencia está pidiendo a todas las entidades públicas que prioricen sus necesidades más urgentes, mencionando como ejemplo el pago de salarios y de aguinaldos. El pedido tiene que ver con el delicado asunto de las prioridades, que surge siempre cuando los recursos son limitados. El Hospital de Clínicas, por ejemplo, carece hoy de los 26.000 millones de guaraníes que necesita para pagar a sus proveedores de reactivos, remedios y alimentos, así como de los 600 millones de guaraníes que requiere para que se recojan 15 toneladas de basura acumulada.
Atendiendo los dichos del viceministro, cabe preguntarse si los salarios y los aguinaldos del personal hospitalario son más importantes que la salud o hasta la vida de los pacientes. Si la respuesta es afirmativa, habrá que concluir que el Hospital de Clínicas está al servicio de sus funcionarios, médicos y enfermeras antes que de las personas que reclaman su atención. No podrá atenderlas como corresponde por falta de reactivos, de alimentos o de medicamentos, o hasta quizá deberá darlas de alta para que la basura hospitalaria no les cause una infección, pero el plantel percibirá sueldos y aguinaldos, como siempre. Cobraría sin trabajar tanto como debiera. Se dirá que no tiene la culpa de que la administración haya sido tan corrupta, pero bien puede suponerse que ciertos burócratas, médicos y enfermeras se han beneficiado de “la perversión, el desenfreno y la arbitrariedad en la repartija de rubros de servicios personales”, criticada hace poco por el exdirector Carlos Rodríguez.
Las consecuencias de la miserable repartija afectan ahora a quienes deben ser atendidos por el centro hospitalario. El personal, incluidos los corruptos, recibirá un buen dinero a fin de año si se concluye que el pago de sus remuneraciones es más importante que la vida de las personas. Lo cobrarán incluso los criminales que hace unos días, en horas de la noche, desconectaron los acondicionadores de aire de la sala de terapia intensiva del hospital, apeligrando la vida de varios pacientes, en el marco de la elección del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
Si las sumas destinadas al pago de los proveedores figuraban en el presupuesto y el Ministerio de Hacienda liberó los fondos respectivos a lo largo del año para que la UNA los entregue a la Facultad y esta al hospital, esos fondos debieron estar disponibles para la compra de los bienes y del servicio que hoy brillan por su ausencia. Si faltan, es porque los fondos fueron malversados.
El mensaje del viceministro, sin dudas, será bien acogido por las máximas autoridades de los diversos órganos, pues para ellas lo más importante es que los servidores públicos se sirvan a sí mismos: la gente puede esperar, aunque su vida esté en juego; también pueden esperar los proveedores, pero en ningún caso los funcionarios. Lo deseable es que nadie espere para cobrar lo que le corresponde, pero la deshonestidad de los administradores públicos ha conducido a esta indeseable situación.
Para impedir que la corrupción continúe matando gente, es deseable que el Ministerio de Hacienda encuentre el dinero y a los culpables, y que no se transfiera la deuda actual al presupuesto del 2016, a costa de los reactivos, alimentos y remedios que deben adquirirse el próximo año. Y para impedir que el drama continúe, es necesario que el Código Penal caiga sobre los corruptos que manejaron a su antojo la Facultad de Medicina y el Hospital de Clínicas.