Cargando...
La cobardía de algunos, la indiferencia de otros y el afán de unos cuantos gobiernos ideologizados de restarle protagonismo geopolítico a la centenaria organización continental es el panorama que impera actualmente en la Organización de Estados Americanos (OEA), que realiza su 44ª Asamblea General en Asunción. Una vez más la ocasión será propicia para escuchar los reiterados y falsos discursos de “buena voluntad” e “interés” por los desafíos hemisféricos en materia de pobreza, exclusión social y otras supuestas preocupaciones humanistas y progresistas de los gobiernos del hemisferio. Tampoco ha de faltar la estridente retórica del chavismo bolivariano apoyando a las dictaduras populistas que han emergido en la región bajo su patrocinio, cuya muestra más representativa es actualmente el represivo régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Nosotros los paraguayos sabemos muy bien lo que ocurre en esa desafortunada nación amiga del Caribe, pues, mejor que nadie, podemos hacer la comparación entre la dictadura de Alfredo Stroessner y la de Chávez-Maduro porque sufrimos 35 años de idéntica opresión, con los mismos brutales métodos, aunque bajo distinto signo. Solo que en el Paraguay la nuestra no tuvo a su disposición la petrochequera de 100.000 millones de dólares anuales para comprar adhesiones internacionales, ni un pueblo hambriento sin trabajo que para llenar el estómago requiriera comestibles, por valor de 8.000 millones de dólares anuales, fuente de necesidad humana que les viene como anillo al dedo a países cómplices como Brasil y Argentina para venderle alimentos, por lo que, obviamente, además de respaldarlo, desean que la situación en la famélica Venezuela continúe así como está por siempre.
Es de esperar que los cancilleres reunidos desde hoy en Asunción no solo se limiten a expresar visiones y sueños de un iluso futuro mejor para las Américas como últimamente lo vienen haciendo, sino que aprovechando la oportunidad también expliquen a la opinión pública internacional cuál es la diferencia entre la dictadura de Stroessner en Paraguay y las de Castro en Cuba y de Maduro en Venezuela.
El cónclave hemisférico debería rebatir firme y responsablemente las supercherías convencionales ensayadas por los gobiernos bolivarianos de la región que pintan color de rosas escenarios democráticos inexistentes en sus países, así como perspectivas halagüeñas de un futuro en el que ninguno de sus atribulados ciudadanos cree, por tratarse de promesas que la realidad de todos los días esfuma como nubes que se lleva el viento.
En tal sentido, más que cualquiera en el continente, los paraguayos tenemos motivos para ser realistas. Tenemos autoridad moral para hablar de una dictadura con conocimiento de causa por la experiencia que sufrimos en nuestras propias costillas. Toda nuestra honestidad mental y nuestro coraje cívico nos habilitan para observar con objetividad la pasada y presente desgracia de esas naciones hermanas del continente sometidas por dictaduras neomarxistas disfrazadas con ropaje democrático, defendidas cínicamente por gobiernos cooptados por los petrodólares de Chávez-Maduro. No tenemos dudas de que en el concierto de las naciones que integran la OEA existe un consenso en cuanto a los valores de la democracia representativa y el ideal de la unión panamericana, más allá de las organizaciones regionales de reciente constitución como la CELAC y la Unasur que, lamentablemente, tienen inocultables sesgos ideológicos residuales de la vieja vulgata marxista, y que por su rencor contra los Estados Unidos indirectamente buscan socavar la autoridad de la más antigua y fecunda organización interamericana como es la OEA.
La desagradable experiencia sufrida durante largo tiempo bajo dictadura ha hecho que los paraguayos detestemos la falaz prédica de los marxistas de la región, quienes, para llegar al poder en sus países, bien que usufructuaron y disfrutaron de la libertad de expresión vigente en ellos, para después, inmediatamente de asumir, negársela a sus adversarios políticos. A impulsos de tal sentimiento ciudadano es que la mayoría del pueblo paraguayo ha recibido con beneplácito a la estudiante venezolana Ana Karina García, valiente luchadora contra el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro, quien ha llegado a nuestro país para denunciar ante la Asamblea General de la OEA la serie de abiertas violaciones de derechos humanos por parte del régimen gubernamental venezolano, al tiempo de solicitar que los países democráticos del continente condenen tales atropellos.
En declaraciones a nuestro diario, la activista caribeña denunció que desde que se iniciaron las protestas populares pacíficas hace algunos meses, el gobierno del presidente Maduro no ha variado su política de represiva brutalidad, con el resultado de que hasta ahora se cuenten 42 muertos, al menos 83 denuncias de torturas por parte de las fuerzas del gobierno y más de 4.000 detenciones arbitrarias, incluidas autoridades comunales y regionales electas por el voto popular. Ella ha llegado al Paraguay invitada por la Red Latinoamericana por la Democracia.
“Nos damos cuenta de cómo lamentablemente la defensa de los Derechos Humanos fue ideologizada. No es la defensa de los Derechos Humanos en todos los espacios de igual forma, sino de acuerdo a la realidad política, y esa es una de las cosas que les estamos pidiendo a los países que no siga ocurriendo…”, expresó.
“Está claro –agregó– que lo que hoy ocurre en Venezuela no es solo contra nuestro pueblo, sino que es un plan que se ha venido desarrollando hace mucho tiempo para controlar América Latina. Si nosotros permitimos que este régimen siga avanzando en Venezuela, esto es un tema que se va a extender al resto del continente”, advirtió la activista política venezolana.
Los paraguayos compartimos las aspiraciones y deseos del hermano pueblo venezolano. Compartimos su esperanza en el triunfo final de la democracia en la patria del Libertador, más temprano que tarde. Esto es así porque, al igual que ellos, nosotros también tenemos nuestros ideales de libertad y justicia, distintos por cierto de los falsos principios de la democracia electoralista y de fachada del bolivarianismo chavista. Al igual que ellos, nuestro primer ideal es nuestra patria; la vemos en el futuro a través del prisma de la esperanza, y en el pasado a través de su épica historia, que nos enorgullece y alienta. También, como cualquier otra nación, tenemos problemas que resolver en la eterna búsqueda del bienestar y la felicidad como pueblo. Amamos la democracia y la libertad. Por eso damos la más cordial bienvenida a Ana Karina García y es de esperar que la Asamblea General de la OEA no invente excusas para negarse a escuchar el reclamo del gran sector del pueblo venezolano amante de la democracia a quien ella representa en esta ocasión.