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El secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, anunció durante la sesión del Consejo Permanente de dicho organismo, celebrada el martes último en la ciudad de Washington DC, que encabezará una comitiva que visitará el Paraguay “para recabar información sobre los recientes acontecimientos en el país sudamericano”. Como paraguayos, no podemos más que celebrar esta decisión, darle la bienvenida al titular de la OEA y animarlo a que compruebe aquí, personalmente y con sus propios ojos, lo que realmente aconteció y acontece en nuestro país.
En primer término, es oportuno destacar la actitud constructiva del secretario general de la OEA, contrastándola con el ánimo belicoso que inspira a algunos gobiernos de otros bloques de países, tales como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y el Mercosur.
Estos, liderados por los sectores izquierdistas bolivarianos más radicalizados de la región, actuaron y actúan en todo momento de mala fe, con intolerable arrogancia, supino desconocimiento del ordenamiento constitucional paraguayo y desembozado violentamiento de nuestra soberanía nacional.
En un comunicado de prensa emitido tras la celebración de la reunión extraordinaria del Consejo Permanente, el secretario general Insulza se refirió en términos amistosos hacia nuestro país, indicando que el objetivo de la institución ante la crisis debe ser “generar un clima que permita que esta querida nación, fundadora de nuestra Organización, pueda actuar dentro de ella con la mayor normalidad y que las elecciones del año próximo en ese país se lleven a cabo adecuadamente”.
Sin embargo, la parte más significativa del comunicado en cuestión está expresada en el párrafo siguiente: “El secretario general anunció que encabezará una misión de carácter informativo que viajará a Paraguay, en la que estarán representadas las diferentes regiones del Hemisferio. Dijo que se entrevistará con las más altas autoridades de los tres Poderes del Estado, así como con el expresidente Fernando Lugo”.
Es imperioso destacar la importancia de la visita que efectuará a nuestro país el titular de la OEA, el organismo de política multilateral más antiguo del mundo, cuyos orígenes se remontan al año 1890, cuando se fundó en la capital de los Estados Unidos la Unión Panamericana.
Bienvenidos el doctor Insulza y su ilustre comitiva. Que certifiquen ellos con sus propios ojos si en el Paraguay hay o no hay una verdadera democracia. Como van a erigirse en jueces de un delicado asunto interno de nuestro país, que vengan y conversen con la gente, con los representantes de los Poderes del Estado, de los partidos políticos, de las iglesias, y que sean privilegiados testigos del abrumador respaldo que la mayoría del pueblo paraguayo brinda al proceso político que derivó en la destitución del hasta entonces presidente Fernando Lugo y su reemplazo por el doctor Federico Franco.
El doctor Insulza, que fue un calificado testigo de los lamentables hechos políticos que tuvieron lugar hace exactamente tres años en Honduras, podrá constatar que aquí no hubo ningún presidente expatriado en pijama a un tercer país; que las Fuerzas Armadas han acatado, como corresponde, el imperio de la ley que ordena su sujeción al poder civil; que el señor Lugo se encuentra tranquilamente en su casa, en total y libre comunicación, presidiendo actos políticos, apareciendo con toda normalidad en la prensa y en contacto abierto con sus seguidores.
La comitiva de la OEA tendrá la imperdible ocasión de tomar conocimiento de que lo acontecido la semana pasada fue un hecho absolutamente legal, ajustado en cada una de sus partes a lo que prescribe la Constitución Nacional en su artículo 225. Y en cuanto a las objeciones con las que pretenden impugnar el juicio político al expresidente, alegando que este no tuvo acceso a una defensa justa, es bueno recordar que sí la tuvo y la ejerció de manera oportuna. Por algo, de hecho, se sometió al proceso y al resultado del mismo, para luego abandonar el Palacio de Gobierno por su propia voluntad.
Justamente sobre este tema, en su libro sobre Derecho Constitucional, el doctor Emilio Camacho, quien ejerció la defensa del señor Lugo durante el juicio político, destaca: “Pretender equipararlo (al juicio político) a un proceso judicial es desconocer la naturaleza misma del juicio político, además de constituir una perversión inadmisible del principio de responsabilidad política, esencial e inherente a la democracia misma. Lo que debe garantizarse a una persona sometida a juicio político es que puede ejercer su defensa dentro de un juicio político y no dentro de un proceso judicial, que se rige por otras normas muy diferentes”.
Por lo tanto, aquí no cabe, tal como lo pretende la enardecida horda de gobiernos bolivarianos –declarada enemiga de nuestro pueblo–, aplicar ninguna sanción punitiva contra la República del Paraguay, proclamada “para siempre libre e independiente” por la Constitución Nacional, ni excluirla de los organismos internacionales, ni mucho menos todavía aplicarle oprobiosos bloqueos económicos y comerciales.
Desde luego, estamos convencidos, que una institución de la trayectoria histórica, la envergadura política, la representatividad regional y la nobleza de principios como es la OEA nunca se avendría sin razones valederas a levantar su dedo acusador contra el pueblo paraguayo, un pueblo amante de la libertad, la justicia, la prosperidad y la hermandad con las naciones no solo del continente, sino de todo el mundo.
Paraguay es una Nación digna que actuó con firmeza en defensa de sus instituciones y a nadie jamás podría ofender por ello.