Cargando...
Cada mediado de año florecen los lapachos y todo el mundo queda encantado, la gente saca miles de fotografías y se los llena de emocionados elogios. Muchos internautas las alzan en las redes sociales ocasionando comentarios de admiración. Pero una gran cantidad de las plantas de lapacho no pudieron ni pueden ofrendar su magnificencia, ya que sufrieron el despiadado ataque de las motosierras de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), quedando mutiladas y ofreciendo un deplorable aspecto en el paisaje ciudadano.
Lo primero que admiran los extranjeros que visitan nuestra capital es la abundancia y el esplendor de la arboleda asuncena; envidian la prodigalidad de nuestro suelo y la facilidad con que centenares de especies prosperan sin ningún esfuerzo de parte de nadie más que de las condiciones naturales.
La entidad encargada de cuidar la vegetación pública de la ciudad, de sanitarla, de podarla en el momento oportuno y del modo adecuado, de reponerla e incrementarla, es, por supuesto, la Municipalidad, para lo cual cuenta con presupuesto, una dirección especial, técnicos y viveros. Su labor en este aspecto, no obstante y desde hace décadas, deja mucho que desear.
Basta ver el estado de abandono de los árboles de nuestras avenidas principales, la notoria falta de cuidado de los ejemplares jóvenes, los yuyales que crecen libremente en las veredas. En fin, el hecho reiterado todos los días de que cualquiera pueda cortar sus ramas, incluso sus troncos, si molestan a sus fachadas o a sus carteles publicitarios, son suficiente motivo para afirmar, rotundamente, que la Municipalidad de Asunción es incompetente o indiferente para proteger este patrimonio tan importante para la ciudad y su imagen.
Y eso que cuenta con los instrumentos jurídicos necesarios para cumplir cabalmente su obligación de cuidar el ambiente natural de la ciudad, obligación que la propia institución reglamentó en su Ordenanza Nº 60 del año 1998, cuyo título dice “que establece acciones a ser desarrolladas para la protección de la cobertura arbórea de la ciudad de Asunción”, más adelante modificada y ampliada. No fue la primera disposición destinada a esta finalidad, pero, al igual que las anteriores, sigue siendo letra muerta. Y están, además, las leyes ambientales nacionales, que, igualmente, caen en saco roto.
Los peores enemigos a los que hay que enfrentar en esta guerra de protección de los árboles son la ANDE, Copaco y las empresas publicitarias que instalan gigantografías, que suelen hacerlo en predios privados. Después se suman los propietarios que derriban los árboles del frente de sus propiedades para abrir estacionamientos de automotores; y los dueños de baldíos que los talan completamente para alquilarlos con la misma finalidad u otra parecida.
ANDE mutila los mejores ejemplares de nuestras avenidas y calles con la explicación de que las ramas atentan contra sus conductores aéreos. Copaco y otras empresas argumentan lo mismo; sin embargo, no se conoce que tengan un plan de poda dirigida por expertos en la materia, que se realice una o más veces al año, ordenada y prudentemente, de acuerdo a las sanas reglas de la materia. Lo que hacen (porque es lo más fácil) es enviar un camión con unos cuantos obreros munidos de motosierras, a cortar los que les molesten, en la forma que les parezca, en cualquier época del año.
Los ejemplares arbóreos más viejos no soportan podas intensas y fuera de temporada, por lo que, atacados de esta forma inapropiada, poco a poco se van atrofiando hasta secarse. Hay muchos ejemplos de esos en nuestras calles y plazas, pero, al parecer, en la Municipalidad nadie se entera. Se ven muchos árboles talados por los “frentistas” en los barrios de Asunción, pero no se sabe de ninguno de ellos que haya sido sancionado de acuerdo a las normas proteccionistas.
Tampoco se conoce si existe un plan municipal de arborización, del que habla la ordenanza mencionada; ni cuál es el papel que cumplen las comisiones vecinales en esta materia tan importante para el bien comunitario. Porque no todo es culpa de las autoridades.
En efecto, observando lo que ocurre en este ámbito, se diría que en la concepción de la mentalidad paraguaya, al parecer, la vegetación tiene que nacer y crecer sola, sin más ayuda que la que provea la naturaleza. El ser humano solo tiene que sentarse a esperar que las plantas den de sí sus flores, frutos y beneficios. Y si molestan hay que eliminarlas; total, el tiempo se ocupará de reemplazarlas.
Contra esta mentalidad destructiva no hay más remedio que la educación y la mano dura de la sanción municipal, una medida junto a la otra. Pero si no se dispone de un intendente consciente del problema, asistido de un equipo de colaboradores sensibilizados, de juzgados de faltas municipales celosos de sus funciones y de una ciudadanía capaz de defender su patrimonio natural realizando las denuncias, no puede suceder otra cosa que lo que vemos y padecemos actualmente.
Los lapachos, los jacarandá, los yvyrapytã y otras tantas maravillosas especies más que enriquecen nuestro paisaje urbano continuarán floreciendo puntualmente en sus épocas, pero serán cada vez menos numerosos. Las podas salvajes los van mutilando, atrofiando y matando. Los ciudadanos y las ciudadanas deben oponerse a que continúe ocurriendo este verdadero crimen contra el sentido común y la naturaleza.