A comer lechuga los venezolanos

La economía socialista de la propiedad estatal que implantó en Venezuela el gorila Hugo Chávez desde que asumió el poder a comienzos de 1999 ha llevado a un profundo y hambreante colapso de todo el aparato productivo de la nación sudamericana, hasta el punto que este país privilegiado por la naturaleza se ve en la imperiosa necesidad de importar nada más y nada menos que el 70% de los alimentos que consume. Ahora, supuestamente para evitar que el pueblo pase hambre, y en un marco en que la inexistencia de alimentos básicos es el martirio de todos los días en el “paraíso bolivariano socialista”, el gobierno chavista está impulsando la aplicación de un programa de instalación de huertas urbanas, un infantil plan de inspiración cubana con el cual se pretende contrarrestar la falta de productos básicos de la canasta familiar en el seno de los hogares venezolanos.

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La economía socialista de la propiedad estatal que implantó en Venezuela el gorila Hugo Chávez desde que asumió el poder a comienzos de 1999 ha llevado a un profundo y hambreante colapso de todo el aparato productivo de la nación sudamericana, hasta el punto que este país privilegiado por la naturaleza se ve en la imperiosa necesidad de importar nada más y nada menos que el 70% de los alimentos que consume.

Para hacerse una idea acerca de la grave situación alimentaria que atraviesa Venezuela, el propio Instituto Nacional de Estadística del oficialismo chavista tuvo que reconocer que entre los meses de enero y mayo del presente año se registró un aumento del 105,4% en las importaciones de productos agrícolas vegetales y animales, alcanzando las compras externas el exorbitante monto de 2.014 millones de dólares americanos, exactamente el doble de las adquisiciones realizadas en el mismo período del año anterior.

Ahora, supuestamente para evitar que el pueblo pase hambre, y en un marco en que la inexistencia de alimentos básicos como la leche, el aceite, el café y el azúcar es el martirio de todos los días en el “paraíso bolivariano socialista”, el gobierno chavista está impulsando la aplicación de un programa de instalación de huertas urbanas, un infantil plan de inspiración cubana con el cual se pretende contrarrestar la falta de productos básicos de la canasta familiar en el seno de los hogares venezolanos.

De esta forma “se permitió” cultivar productos agrícolas en unos 21.600 huertos urbanos familiares, comunales o institucionales, aun cuando el país tiene unos 30 millones de hectáreas cultivables y que el gobierno actual expropió 4 millones de hectáreas para, supuestamente, dinamizar el sector productivo.

La “política” impulsada por el chavismo está otorgando a Caracas y otras ciudades importantes del país un perfil de asentamientos chacareros, en los que cotidianamente pueden observarse, en medio de plazas, estaciones de metro y azoteas de edificios, la siembra y el crecimiento de productos vegetales tales como cebolla, cilantro, acelga, remolacha y lechuga.

Según la propaganda publicitada por el régimen, esta es la mejor forma de promover la “soberanía alimentaria” del pueblo venezolano. Una “soberanía” que, como bien se puede constatar en las propias informaciones manejadas por el oficialismo, es permanentemente desmentida por las cada vez más elevadas y costosas importaciones de alimentos.

De acuerdo con la información dada a conocer recientemente por la agencia de noticias AFP, el gobierno venezolano “no ha dejado de anunciar millonarias subvenciones para transformar azoteas y otros espacios ‘ociosos’ en patios productivos de alimentos, para que –sobre todo los más pobres– puedan autoabastecerse al margen de la inflación y las cadenas comerciales”. ¡Insólito!

A modo de información adicional –de importancia para comprender el marco político regional en el que actualmente nos movemos– cabe señalar que es justamente para aprovecharse de esta notoria vulnerabilidad del aparato productivo venezolano que Argentina, Brasil y Uruguay decidieron recientemente meter al Mercosur por la ventana al gorila Chávez. Ellos no quieren perder la oportunidad de lucrar miserablemente con la necesidad que hoy por hoy atraviesa el oprimido pueblo venezolano.

Realmente, no es fácil concebir el angustioso suplicio por el que están pasando los venezolanos. A la carestía de alimentos y la alta inflación, inadmisible en un país que respira petróleo por todos lados, se deben sumar la existencia de una economía subterránea y la multiplicación de una deuda externa que pasó de 40.000 millones de dólares en el año 2005 a 130.000 millones en el presente. Todo, fruto de la sovietización de la economía dispuesta por el gorila Chávez.

Seguramente, este es el “paraíso” en el que los bolivarianos vernáculos pretendían que vivamos los paraguayos. Este es el proyecto de “bienestar” social que Lugo y los luguistas tenían pensado implementar en nuestro país cuando su propuesta política tuviera, tal como ellos planeaban, su consolidación definitiva en el Paraguay.

Es útil saberlo, para tener las ideas bien claras a la hora de depositar nuestros votos en las elecciones generales que deben realizarse el próximo año. Sería una enorme tragedia que por culpa de un gobierno bolivariano que persiga a la producción nuestro país se contemplara en el decadente y deteriorado espejo de la triste y desoladora realidad económica venezolana.

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