Al llegar los colonos solo había un “monte negro”

Los primeros colonos brasileños llegaron a Tape Porã en 1974. Se vieron forzados a pagar dos veces por la misma tierra. La colonia era un inmenso “monte negro”, dicen. Tienen títulos de propiedad, pero el valor actual de la tierra sirvió para “resucitar” a un muerto. Buscan desalojarlos de sus propiedades.

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Los pioneros de la colonia Tape Porã tienen muy presente en la memoria sus inicios en el Alto Paraná: describen la selva como un “monte negro” donde no era posible observar más allá de los rozados.

Las colonias habilitadas por el Instituto de Bienestar Rural (IBR), antecesor del Indert, no contaban con ningún tipo de infraestructura.

Cada propiedad se marcaba con un pequeño sendero y mojones en las esquinas.

Las colonias debían salir adelante por su propio esfuerzo: no había caminos, ni escuelas, ni agua potable y mucho menos un centro de salud.

El “monte negro” cubría con su manto toda ilusión de disfrutar de la tierra propia; dentro de la selva, cada quien estaba obligado a enfrentar su propia lucha contra una naturaleza inhóspita.

Valdemar Sehu (68) llegó al Paraguay en los primeros meses de 1970. Tenía 24 años cuando se afincó en Santa Rita.

De esos días recuerda que “empezó la inmigración al Paraguay. El mismo IBR ofrecía la tierra para que los colonos brasileños lleguemos al Alto Paraná”.

Agrega que “no me gustó Santa Rita. Así llegue a Tape Yere. Aquí no había nada pero absolutamente nada. Solo un “monte negro” que era inmenso”.

En ese momento, el IBR vendía la tierra a 20.000 guaraníes la hectárea; era una cifra importante para la persona que aceptaba el desafío de entrar en el “monte negro”. El dólar se cotizaba a 126 guaraníes.

A modo de referencia, en el mismo período, el IBR ofrecía tierras en el Chaco a 1 guaraní la hectárea. Igual nadie quería ir.

Pobreza en la colonia

En 1984, el IBR cambió el nombre de colonia Tape Yere por Tape Porã; salvo ese detalle, todo seguía igual. La misma miseria a cuestas.

El IBR vendía 10 hectáreas de tierra a cada familia de colonos.

En términos de producción, 10 hectáreas apenas sirven para sobrevivir.

Cuando se menciona que la colonia Tape Porã, ubicada en el distrito de San Alberto, está habitada por colonos brasileños y sus descendientes, ciudadanos paraguayos, la primera imagen que viene para la gente es abundancia.

 

Las familias que viven en Tape Porã son pobres de solemnidad, apenas sí tienen para sobrevivir.

Esas 10 hectáreas que recibieron del Estado paraguayo volvieron a repartirse entre sus hijos y ahora los nietos se están haciendo grandecitos.

Las grandes empresas transnacionales, que no necesariamente son brasileñas, constituyen otra realidad económica pero esos colonos que salieron del Brasil en procura de salir adelante en Paraguay llevan una vida muy sacrificada al igual que cualquier agricultor pequeño.

Orden de desalojo

Valdemos Sehu está próximo a cumplir 70 años. Sabe que su vida ingresó en el último trecho.

“Quieren desalojarnos de nuestras propiedades –expresa con dolor– y no tenemos dónde ir. Dedicamos nuestra vida a trabajar en el Paraguay, nunca más volví al Brasil y yo elegí morir en esta tierra roja”, indicó.

Don Valdemar tiene título de propiedad de las 10 hectáreas que compró. Primero debió pagar a la empresa colonizadora para ingresar en la tierra y luego al IBR cuando se habilitó la colonización. Dos veces pagó por una misma tierra.

Los colonos de Tape Porã enfrentan un pleito judicial desde febrero del 2007.

El abogado Venancio López, quien fue camarista del Poder Judicial, inició acciones judiciales en representación de Heriberto Lezcano pidiendo la nulidad de los títulos de propiedad de los colonos.

Heriberto Lezcano falleció el 10 de setiembre de 2008 y el Abog. Venancio López siguió representando al muerto y el 11 de julio de 2018 logró obtener una orden de desalojo que afecta a 47 colonos y sus familias.

El abog. Pedro Eladio Ferreira, de Ciudad del Este, intenta defender a Venancio López diciendo que los colonos perdieron el caso en instancias judiciales.

En su alegato no menciona que la orden de desalojo se consiguió en nombre de un muerto.

Pensar que Pedro Eladio Ferreira es docente universitario. En fin...

roque@abc.com.py

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