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Le llamaban "El Negro", por el subido tono oscuro de su piel. Se vinculó con el fútbol paraguayo en 1919, cuando vino al país integrando la selección argentina que jugó los primeros amistosos con la nuestra. Formó parte de las primeras selecciones argentinas de la historia, y como muchos extranjeros que a nuestras playas llegan, se enamoró de nuestra tierra y se quedó aquí. Ya tenía 33 años cuando llegó con aquel equipo que el 11 de mayo de 1919 enfrentó por primera vez a la selección paraguaya y se impuso por 5-1. Junto con él se alistaban en la selección rioplatense los legendarios Américo Tesorieri y Humberto Recanatini.
Laguna fue testigo pues del nacimiento oficial de la selección paraguaya y protagonista de un duelo histórico, pues ese día Faustino Casado anotó el primer gol con la selección (que vestía colores azul y rojo) y sufrió también su primer gol en contra, anotado por José Ríos Careaga.
Laguna se quedó en el país, formó hogar y se metió de lleno a trabajar en el fútbol. Por su experiencia y sus conocimientos, en 1921 fue como el primer DT de la historia de la selección, que ese año inauguró la Albirroja y que también obtuvo su primer triunfo internacional, frente a Argentina. Eso fue el 7 de abril de 1921, y Paraguay se impuso 3-1 con goles de Daniel Schaerer y dos de Gerónimo Uriarte, más conocido en esa época como "Reyi".
José Durand Laguna nació en Buenos Aires, Argentina, el 7 de noviembre de 1885 y falleció en nuestra capital, el 1 de febrero de 1965 a los 80 años de edad, y después de haber conducido a la Selección Nacional en la Copa América de 1921, en la de 1929 y en la Copa del Mundo de 1930.
Le cupo dirigir a aquel equipo que derrotó a Uruguay en su debut en el concierto sudamericano, el 9 de octubre de 1921, en la cancha del Sportivo Barracas, de Buenos Aires. Gerardo Rivas, a los 9 minutos, marcó el primer gol paraguayo en la historia de la Copa América, Tenía 16 años Ganamos 2-1. El segundo gol fue obra de Ildefonso López sobre el minuto 66. Descontó, a los 83 Piendibene. Paraguay formó con: Angel Portaluppi; Venancio Paredes y Ramón González; Arsenio Rodríguez, Manuel Fleitas Solich e Isidoro Benítez Casco; Daniel Schaerer, Darío Lima, Ildefonso López, Gerardo Rivas, Francisco Vera.
Después de aquella fulminante aparición paraguaya en el firmamento continental y las sucesivas ratificaciones, en los años siguientes, Durand Laguna dio a conocer su testimonio:
"El fútbol paraguayo es la amalgama perfecta -nunca antes vista- de fuerza, velocidad y sacrificio. Todos defienden solidariamente con lanzas y flechas, y en manadas atacan, pareciendo una verdadera estampida de búfalos. Cada partido juegan como si fuera el último. Son aguerridos y su coraje los lleva a exponer el alma en la cancha, y en esa dación siempre sobresale aquel hechizo sobrehumano e invisible del cual carecen las demás selecciones: el patriotismo.
¡Ah... cómo sienten sus colores! Es increíble la exaltación que manifiestan sobre su tierra y sus costumbres, un valor supremo, adicional y fulminante para esta nueva guerra a la que llamamos fútbol. El paraguayo es agresivo, de naturaleza bien ofensiva, de gran personalidad rayando el caciquismo, y hay varios de ellos en el equipo. Nunca se achica y en la adversidad es como una fiera herida, se agranda.
Su juego ofensivo es contundente, letal. Sus delanteros son tremendos, ágiles, veloces y malabaristas, y el juego aéreo que poseen es el mejor de América. Parecería que está en la sangre la idea de jugar por los aires; su mínimo en el salto es de 1 metro y sus contoneos son de ballet.
Recuerdo que en pleno partido, el brillante futbolista paraguayo Roque Centurión Miranda gritaba a los cuatro vientos de aquí nadie sale vivo y luego exclamaba hasta vencer o morir. Después supe que antes de salir a la cancha, para cada partido, cantaban a capella el Himno Nacional por dos veces seguidas. Henchidos y con lágrimas en los ojos salían a matar como en los antiguos circos romanos.
Esa es la selección paraguaya, fresca, agreste y hechicera, con jugadores verdaderamente ejemplares dentro y fuera de la cancha".
Laguna fue testigo pues del nacimiento oficial de la selección paraguaya y protagonista de un duelo histórico, pues ese día Faustino Casado anotó el primer gol con la selección (que vestía colores azul y rojo) y sufrió también su primer gol en contra, anotado por José Ríos Careaga.
Laguna se quedó en el país, formó hogar y se metió de lleno a trabajar en el fútbol. Por su experiencia y sus conocimientos, en 1921 fue como el primer DT de la historia de la selección, que ese año inauguró la Albirroja y que también obtuvo su primer triunfo internacional, frente a Argentina. Eso fue el 7 de abril de 1921, y Paraguay se impuso 3-1 con goles de Daniel Schaerer y dos de Gerónimo Uriarte, más conocido en esa época como "Reyi".
José Durand Laguna nació en Buenos Aires, Argentina, el 7 de noviembre de 1885 y falleció en nuestra capital, el 1 de febrero de 1965 a los 80 años de edad, y después de haber conducido a la Selección Nacional en la Copa América de 1921, en la de 1929 y en la Copa del Mundo de 1930.
Le cupo dirigir a aquel equipo que derrotó a Uruguay en su debut en el concierto sudamericano, el 9 de octubre de 1921, en la cancha del Sportivo Barracas, de Buenos Aires. Gerardo Rivas, a los 9 minutos, marcó el primer gol paraguayo en la historia de la Copa América, Tenía 16 años Ganamos 2-1. El segundo gol fue obra de Ildefonso López sobre el minuto 66. Descontó, a los 83 Piendibene. Paraguay formó con: Angel Portaluppi; Venancio Paredes y Ramón González; Arsenio Rodríguez, Manuel Fleitas Solich e Isidoro Benítez Casco; Daniel Schaerer, Darío Lima, Ildefonso López, Gerardo Rivas, Francisco Vera.
Después de aquella fulminante aparición paraguaya en el firmamento continental y las sucesivas ratificaciones, en los años siguientes, Durand Laguna dio a conocer su testimonio:
"El fútbol paraguayo es la amalgama perfecta -nunca antes vista- de fuerza, velocidad y sacrificio. Todos defienden solidariamente con lanzas y flechas, y en manadas atacan, pareciendo una verdadera estampida de búfalos. Cada partido juegan como si fuera el último. Son aguerridos y su coraje los lleva a exponer el alma en la cancha, y en esa dación siempre sobresale aquel hechizo sobrehumano e invisible del cual carecen las demás selecciones: el patriotismo.
¡Ah... cómo sienten sus colores! Es increíble la exaltación que manifiestan sobre su tierra y sus costumbres, un valor supremo, adicional y fulminante para esta nueva guerra a la que llamamos fútbol. El paraguayo es agresivo, de naturaleza bien ofensiva, de gran personalidad rayando el caciquismo, y hay varios de ellos en el equipo. Nunca se achica y en la adversidad es como una fiera herida, se agranda.
Su juego ofensivo es contundente, letal. Sus delanteros son tremendos, ágiles, veloces y malabaristas, y el juego aéreo que poseen es el mejor de América. Parecería que está en la sangre la idea de jugar por los aires; su mínimo en el salto es de 1 metro y sus contoneos son de ballet.
Recuerdo que en pleno partido, el brillante futbolista paraguayo Roque Centurión Miranda gritaba a los cuatro vientos de aquí nadie sale vivo y luego exclamaba hasta vencer o morir. Después supe que antes de salir a la cancha, para cada partido, cantaban a capella el Himno Nacional por dos veces seguidas. Henchidos y con lágrimas en los ojos salían a matar como en los antiguos circos romanos.
Esa es la selección paraguaya, fresca, agreste y hechicera, con jugadores verdaderamente ejemplares dentro y fuera de la cancha".