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El profesor Ferro estuvo en boca de académicos y de periodistas el año pasado durante la Primavera Estudiantil, ya que su nombre surgió como posible rector de la UNA, cargo que finalmente no aceptó.
El decano de la Facultad de Ciencias Químicas es doctor en bioquímica por la UNA y doctor en química por la Universidad de La Laguna. Es un reconocido catedrático e investigador, que en el 2012 se adjudicó el Premio Nacional de Ciencias. Su trabajo principal tiene que ver con plantas medicinales y es investigador nivel III del Pronii.
Su acercamiento a la investigación se dio en la etapa de formación. El profesor Ferro ingresó a la antigua Facultad de Química y Farmacia en 1973 y en ese entonces había un programa integrado con el Instituto de Ciencias Básicas (ICB, hoy Facen), con apoyo de la Unesco. “Se trataba de un proyecto interesante, que apuntaba a que todas las ciencias básicas se hicieran en un centro, implementando un modelo nuevo en la universidad”, recordó.
“Éramos alumnos de la Facultad de Química y Farmacia y materias como matemática, química general, física o biología las tomábamos en el ICB. También había estudiantes de ciencias agrarias. Teníamos seis materias en el primer curso, de las cuales 4 las tomábamos en el ICB”, comentó.
El hecho es que se tenía régimen integrado y eso permitió el contacto entre profesores y alumnos de toda la universidad. También con extranjeros que estaban prestando servicio allí. Había un deseo de inculcar la investigación, según el catedrático.
“Recuerdo al profesor Narciso González Romero, un bioquímico, nos daba clases de biología, con un régimen semestral. En el segundo semestre teníamos que elegir un proyecto, no sabíamos bien de qué trataba. Pero nos inculcaban cómo revisar la bibliografía, teníamos que hacer fichas bibliográficas, que hoy ya pasó a la historia, redactar un protocolo de estudio, tomar evidencia de la naturaleza, para analizar e interpretar las observaciones”, resaltó.
Esa experiencia, que no se prolongó en el tiempo, generó mucha inquietud en él. Durante la carrera de grado, contaban con profesores que tenían experiencias en el extranjero, que hicieron algún posgrado, algo nada común en los catedráticos de la época en el país.
“Transmitían parte de esa experiencia. Recuerdo con mucho afecto al profesor Rafael Vera García, él nos enseñaba Metodología de Radioisótopos, que en ese entonces se denominaba Radiobiología. También recuerdo a Gustavo Díaz Gill, quien volvía de hacer su máster en Estados Unidos y nos demostraba experiencias académicas que no podíamos tener aquí”, aseguró.
La capacidad de explicar el mundo con una herramienta que está al alcance de la gente le llamó la atención.
“Hacer ciencia probablemente no sea para todo el mundo, pero lo hace asequible. Es posible hacerlo con unos elementos muy importantes; por ejemplo, teniendo a alguien que lo haya hecho antes, alguien que conoce el camino. Si queremos que haya ciencia en Paraguay, la gente joven tiene que ver que se hace ciencia en el país, que se puede, que los ejemplos sean próximos. Deben involucrarse más”, expresó.
Estereotipos fallidos
Para Ferro, la imagen del científico se construyó con base en estereotipos que generan rechazo, ya que, a su modo de ver, se piensa que la ciencia se hace con gente rara, antisocial, siendo todo lo contrario en la realidad.
“Conocí gente humanamente muy rica, con fuerte compromiso social, no en sentido propagandístico, sino compromiso con lo que está haciendo, profundamente honesta al punto de cuestionar sus propias hipótesis. Ese elemento de tener contacto con gente que hizo ciencia, que sabe plantearse problema de base científica, es un punto crítico”, indicó.
Ferro confesó que si bien es cierto que la gente que tiene éxito se concentra mucho, él tuvo periodos de mucha dispersión.
“No me quejo de la dispersión, porque me dio oportunidades de interaccionar con gente joven de distintas áreas e impulsar gente en distintos sectores. No tengo ningún descubrimiento extraordinario como científico, hay contribuciones que tal vez sean importantes por el hecho de haberlas hecho aquí; pero tal vez mi contribución más importante, desde el punto de vista personal, fue haber ayudado a que otra gente se promocione al hacer carrera científica”, manifestó.
Pobreza de RR.HH.
Lo más débil en el área de investigación, según el decano de Química, es la pobreza de recursos humanos dedicados a ciencia en Paraguay.
“Por supuesto que tenemos otras limitaciones, no tenemos acceso a bases bibliográficas de manera irrestricta, tenemos limitaciones con los medios instrumentales y los equipos de medición costosos no están disponibles en todas las áreas de investigación, pero lo más grave es la falta de recursos humanos”, puntualizó.
Fondos para investigar
Cuando el Dr. Luis Berganza llegó al rectorado de la UNA, consiguió en 1979, a través de contactos en el exterior, fondos para que docentes puedan hacer investigación.
En la Facultad de Química había tres carreras: Bioquímica, Farmacia y Química Industrial (hoy Ing. Química). Creó un cargo para esas tres carreras: una persona que estuviera todos los días, que apoyara a modernizar prácticas de enseñanza y experimentación en algunas asignaturas y, de ser posible, que desarrollara algún proyecto de investigación.
“Con esa modalidad se van integrando otros docentes. Entre ellos Vera García. Él propone la idea de que se abra un departamento de investigación. 1980. Allí comenzaron los primeros proyectos. Fuimos pioneros. Vera García tenía vivencias de investigación en Brasil, EE.UU. e Inglaterra. Gestamos las propuestas de investigación para todas las carreras de la facultad. Queríamos vender la idea a los docentes”, resaltó Ferro.
“Mi primer trabajo publicado con el profesor Vera García fue ‘Contenido de Vitamina C en variedades de frutilla’. Yo iba al laboratorio, recién graduado. Publicamos en unas separatas de la Facultad de Química, ni siquiera era una revista. Era como informe de investigación de la facultad. Otro trabajo fue ‘Contenido de betacaroteno, pro Vitamina A en variedades de tomate’”, recordó.
“En la facultad nos quedamos a trabajar hasta las 23 horas o más, cuando el campus, en 1981, era completamente desolado. No había pavimentación ni la infraestructura de ahora. A veces cenábamos partes de nuestras muestras. Pero era muy divertido. Más allá de la anécdota, el hecho de que se iba generando una posibilidad real de hacer, aunque sean pequeños, proyectos de investigación en un ambiente universitario era un privilegio”, destacó.
En 1981 llega al país el profesor Antonio González, un científico canario que llegó a ser el catedrático de Química Orgánica más joven de España. Este científico, que vino al país gracias a la cooperación española, fue uno de los principales mentores de Ferro.
Lo llevó a España con una beca de pasantía por cuatro meses, pero el profesor Ferro terminó haciendo su doctorado por tres años. También dirigió un importante programa de investigación en la UNA, que ayudó a formar jóvenes científicos.
“El profesor González se impuso la misión de encontrar y despertar vocaciones científicas. Cuando llegué allá, me tocó trabajar con Ángel Gutiérrez. Fueron los mejores tutores que pude tener. Me ayudaron demasiado”, recordó el científico.
Al volver, Ferro se dedicó a la docencia, a la gestión y a la investigación.
Ciencia diferente
Treinta años después de iniciarse en la investigación, el profesor Ferro ve muy diferente hoy a la ciencia paraguaya. “En aquel tiempo (cuando inició) no existían programas de posgrado científico en el Paraguay. No había ni especialización ni maestrías. En el staff de la Facultad de Química teníamos solo dos magísteres durante mucho tiempo y ningún PhD entre nuestros docentes. Era la situación general”, indicó.
Sin embargo, el catedrático asegura que ahora un egresado se gradúa y tiene la posibilidad de hacer un posgrado en nuestro país. “Hay un programa de estímulo a los investigadores, independientemente de lo que hagan, tienen un estímulo. Esto tranquiliza los nervios, ayuda a pagar las cuentas. Da cierta tranquilidad para que los científicos puedan dedicarse con más esmero a hacer ciencia”, aseguró.
Ferro sostiene que los jóvenes deben acercarse a los grupos de investigación, que vean si les gusta lo que se está haciendo.
“Una cosa es el modelo de ciencia que se presenta y otra hacer investigación. El joven debe rotar hasta encontrar lo que le genera pasión, hay que tener interés. El conocimiento se puede adquirir, el interés cuesta más”, manifestó.
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