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Y en este largometraje están reunidos todos los videoclips, los cortos, las teleseries, todo en una película nueva.
Maneglia y Schembori han logrado un filme entretenido que también provoca a la reflexión aunque de una manera tangencial. Las siete cajas vienen cargadas de humor, de acción y también de crítica social.
Víctor es un adolescente que sobrevive en el mercado transportando mercaderías con su carretilla. Su sueño es aparecer en televisión. Al ver por primera vez un teléfono celular con cámara (estamos en el 2005, cuando empezaban los celulares con video) desea fervientemente poseer uno. Por eso no duda en tomar el encargo de llevar una carga desconocida por todo el mercado, sin imaginarse la noche que vivirá.
Para contarnos esta historia, Tana y Juan Carlos recurren a un jopara rico en modismos característicos del mundo suburbano.
La forma de hablar de los protagonistas de “Siete cajas” ya es un atractivo en especial. A esto se suma un trabajo actoral de primera, con muy buenos roles protagónicos.
Celso Franco y Lali González sostienen el filme, así como Víctor Sosa en el papel del “carretillero malo”.
La mayoría de los papeles principales están en manos de actores nuevos, mientras que los complementarios están a cargo de actores ya conocidos, entre ellos Beto Ayala, cuya actuación emociona desde el instante en que aparece en escena.
También hay un cuidado muy especial de las locaciones, convirtiéndose el mercado en un protagonista más. Pasillos, negocios, estacionamientos, pancheros, carpas tendidas, etcétera.
Maneglia y Schembori han tardado en lograr su primer largometraje, pero han logrado despegarse de sus influencias y filias cinematográficas. Personalmente, veo un guiño a “Fargo” de los Coen. Pero “Siete cajas” vuela por sí sola. Abre un nuevo espacio en el cine paraguayo.
sferreira@abc.com.py