La dureza de “los perros”

Con el orgullo de poder completar el “Big Four” del thrash metal, fuimos a ver a Anthrax en el Jockey Club, el martes. Luego de Megadeth, Slayer y Metallica solo nos faltaba el grupo neoyorquino que nos sorprendió con mucha potencia. En hora y media recorrieron más de treinta años de carrera.

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Un encuentro con el pasado, con aquel speed metal arrollador de los ochenta que buscábamos en la disquería Walhala o en algunos pocos espacios radiales como el Noche de Rock de Cheno Apuril; Relámpago, de Primero de Marzo o el programa del ya fallecido Tony Morgan. Pero Anthrax nos dio una lección. Ellos no son una pieza de museo. Son una banda que funciona al toque, como hace treinta años, con mucha potencia y sin imposturas. Anthrax es una banda de los perros que solo quiere tocar y que no está preocupada por poses.

El concierto se inició a las 22:00 y se realizó en una “vereda ancha” del Jockey Show. Sí, así mismo. En un espacio lateral del empedrado que conecta la entrada de Eusebio Ayala con la calle Cedro. Allí cabíamos más de 5.000 personas. Un escenario de tamaño adecuado, sin pantallas de video, pero con muy buena producción en luces y sonido. El show se inició con un bombardeo de luces rojas que apuntaban al público. La intro de “Among the living” anunciaba un concierto intenso que en el transcurso de una hora y media se volvería demoledor. El grupo ofreció un show nutrido de temas de diferentes épocas, incluyendo también “Breathing Lightning” de su nuevo álbum “For All Kings”. Un repertorio que fue todo un regalo para los fans de la banda, pero que no tenía las características de un show retro. Los integrantes son casi los mismos desde mediados de los ochenta. El guitarrista Scott Ian y el vocalista Joey Belladonna están en forma como hace treinta años y ni que decir el baterista Charlie Benante. No parecen tocar por rutina, o aprovechando el filón histórico. Increíblemente, logran transmitir una energía que mantiene los decibeles muy altos.

Después de “Fight em till you cant”, el quinto tema de la noche, Ian saludó al público agradeciendo la onda, y que haya esperado 33 años para verlos, según dijo en un castellano primario, al que describió como su “high school spanish”.

El tiempo se portó muy bien. La amenaza de lluvia solo significó algunos lejanos rayos en el horizonte mientras sonaba “Breathing Ligthning” (en nuestro inglés de colegio lo traducimos algo así como “Respirando relámpagos”).

El final fue con el himno “Antisocial” y la poderosa “Indians”, que arrancó con los tambores de Benante.

Un final emocionante en un concierto brutal.

sferreira@abc.com.py

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