La expectación que ha suscitado este zurdo profesor de tenis del Warwick Boat Club, donde cobra 30 libras por hora de clase, llenó de aficionados la pista central. Los seguidores no querían perderse la presencia de un británico de tan baja clasificación, pintoresco, algo desgarbado, que había tenido sobrepeso y perdido 25 kilos, y que había reconocido que podía haber sido algo más en su carrera si no le hubieran gustado tanto las fiestas, frente al gran Federer.
El número siete estuvo presente en el duelo. Siete son los títulos de Wimbledon de Federer, y siete los partidos que ha ganado Willis hasta plantarse en la segunda ronda de este Grand Slam, tras los de la pre-previa y previa, y el que ganó al lituano Richard Berankis, antiguo número uno del mundo júnior, en la primera ronda el lunes.
Federer, que nunca ha perdido un partido contra un jugador de tan bajo ránking -sólo ha cedido uno contra alguien situado entre los 250 primeros, el español Sergio Bruguera en Barcelona en 2000- se tomó el encuentro con tranquilidad y sonrisas, y aceptó de buen grado los cánticos que los seguidores británicos dedicaron a Willis.
Estos, adaptaron el tema “Freed from Desire”, de la cantante italiana Gala, que se volvió muy popular durante la Eurocopa gracias al delantero norirlandés Will Grigg.
Del ya célebre “Will Grigg's on fire, your defence is terrified” ("Will Grigg está enchufado, tu defensa está aterrorizada"), se pasó en Wimbledon al “Willbomb's on fire, Federer is terrified” ("Willbomb -como se conoce popularmente a Willis- está enchufado, Federer está aterrorizado"), que hicieron sonreír al de Basilea.
Siete juegos consecutivos encajó Willis hasta que casi después de 30 minutos alzó los brazos como si hubiera ganado el partido, al hacerse por primera vez con su servicio. Luego, tras el 2-1 del segundo set, tuvo que llamar al fisio para recibir masaje en el hombro izquierdo.
Su novia, la dentista Jennifer Bate, delgada y rubia, se dejó las manos aplaudiéndole, al igual que la hermana de ella. Willis no dejó de sonreír, de disfrutar durante el encuentro y de levantar el puño cada vez que arrebataba un punto a Federer.
Sabía que aunque perdiera ya había entrado en la historia, particular historia, al convertirse en el británico de más bajó ránking que ha ganado un partido individual en Wimbledon, y además se ha llevado un cheque por 50.000 libras, unos 60.000 euros por su extraordinaria aventura.