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Los veinte expulsados le dieron el récord por la “Mayor cantidad de tarjetas rojas en un partido de fútbol”.
Weiler es de la promoción 1986, está casado con Vilma Figueredo y tiene siete hijos (Katia, William David, Nadia, Madelaine, Oliver, Elliot y Kevin) y 11 nietos. Se retiró del arbitraje hace más de diez años. “El arbitraje es un oficio muy lindo y más cuando se llega a ser internacional. El que decide ser árbitro toma una buena decisión”, señala Weiler.
“Agradezco a mi señora que siempre me apoyó en esto, la esposa es la que siempre se lleva el mérito”. El mismo año en que se dio el hecho, el nombre de William Weiler ya se encontraba en el libro de los Récord Guinnes, pero el pasado 16 de agosto, su hijo William David (también árbitro) le entregó como regalo de cumpleaños el certificado oficial, que pudo traerlo luego de varios trámites.
“Con este regalo, mi hijo me hizo recordar una etapa muy importante en mi vida. Me sorprendió y me alegró mucho”, expresó.
“El hecho ocurrió en 1993 en un encuentro de la Segunda de Ascenso (actualmente Primera C) entre Sportivo Ameliano y General Caballero CG. Era un partido donde se disputaba la punta, entre el puntero y el escolta, un partido de alto riesgo. Fue un encuentro en el que había instrucciones de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF), de hacer que se cumplan las reglas a rajatabla. El veedor de la APF se presentó en vestuario de árbitros y me dio las instrucciones.
“A los 30 minutos del partido ya tenía dos expulsados, tarjetas rojas directas por conductas violentas y a los 32' un jugador de Ameliano le da un golpe con el codo en la cara al adversario, éste cae al suelo desmayado y el médico entro al campo de juego a auxiliarlo. Entonces el jugador que hizo la falta golpeó también al médico y ahí empezó una pelea general entre integrantes de ambos equipos. Los dos únicos que no peleaban eran el jugador caído y el número 10 de General Caballero que estaba a mi lado en ese momento.
“Terminó la pelea, que fue una batalla campal, ingresaron personas del público, dirigentes, jugadores. Propusieron que se expulse a dos jugadores de cada equipo. Entonces yo pedí que todos se calmen, que se ordenen en el campo de juego. Cuando todo estuvo en orden, yo llamo a los capitanes de cada equipo y los expulso, y en sus nombres a los dos equipos. “A raiz de eso, volvieron a entrar a la cancha el público, los dirigentes. Había más de cien personas alrededor de mi, gritandome, escupiéndome. Había solo dos soldaditos con fusiles, que se encontraban con mis asistentes. Yo estaba solo en medio de la cancha.
Caminé hasta al camarín de árbitros. Avancé lentamente intentando no chocar a nadie para no dar motivos para más agresiones. Más tarde, el entonces presidente del club Ameliano mandó llamar al veedor, este se presentó y dijo: “Yo voy a presentar mi informe a la APF, lo único que puedo decir es que este señor cumplió con las reglas”, y se retiró.
“Fue una tarde triste para mí, porque pensé que con esa decisión, mi carrera arbitral terminaba ahí. Yo presenté mi informe a la APF, y los directores remitieron el hecho a la FIFA para asegurar que mi actuar estaba acorde con las reglas. La respuesta de la FIFA llegó 15 días después, donde la misma confirmaba que mi decisión fue correcta y valiente.
“El periodista Blas Antonio Serafini, me pidió permiso para informar del hecho a los Premios Guinnes y yo le dije que sí. El hizo las gestiones y ese mismo año mi nombre se registró en el libro de los Premios Guinnes. “Después de todos estos años mi hijo William David hizo posible que el certificado oficial llegara a mi. El hizo todos los trámites y me lo entregó como regalo el día de mi cumpleaños, el pasado 16 de agosto. Fue una gran sorpresa”.
“Este reconocimiento es como una vitamina. Saber que hice bien mi trabajo, que la APF apoyó en ese momento mi decisión.
El certificado del Record Guinness señala que este récord fue superado el 27 de febrero de 2011.