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La noche estaba fría en Asunción. Un frío que habitualmente se acentúa ligeramente en la zona del barrio Sajonia, donde se enclava el estadio Defensores del Chaco. Aún así, una importante cantidad de hinchas paraguayos llegaron desde antes de que se pusiera el sol hasta el máximo coliseo del fútbol paraguayo.
No era para menos. Como muy pocas veces ocurre, Sajonia sería escenario de una semifinal de Copa Libertadores por tercer año consecutivo.
Guaraní recibía a River Plate en el juego de vuelta de las semifinales del torneo más importante a nivel de clubes en Sudamérica. El Aborigen llegaba con un marcador adverso, luego de caer derrotado la semana pasada en Buenos Aires por 2-0, pero aún así las esperanzas aurinegras de una remontada para alcanzar su primera final de un torneo continental se mantenía. Al fin y al cabo, el fútbol es muchas veces el más ilógico de los deportes y ha visto cosas mucho más raras que un buen equipo remontando de local un resultado adverso.
Consciente de su imperiosa necesidad de llegar al arco rival, el entrenador aurinegro, el español Fernando Jubero, puso en el campo todo su poderío ofensivo y apostó por el ingreso desde el inicio de Julián Benítez, Federico Santander y Fernando Fernández.
River llegó con el mismo equipo que consiguió la victoria una semana atrás en el Monumental de Núñez.
Lejos de lo que se podía pretender, fueron los visitantes los que se hicieron sentir en función ofensiva desde muy temprano. Ya en el minuto 3 del primer tiempo conseguirían un tiro libre de peligro en las inmediaciones del área local.
Esa vez, no se trató de nada más que un susto.
A Guaraní se le hacía difícil generar las llegadas que hubiera querido crear. Julián Benítez era por lejos el más desequilibrante en un equipo cuyos goleadores (Santander y Fernández) parecían desconectados.
La primera llegada relativamente clara del Cacique se produjo en el minuto 15, cuando Santander sacó un tímido remate dominado con tranquilidad por el buen arquero millonario, Marcelo Barovero.
El primer gran susto se produjo sobre el arco protegido por Alfredo Aguilar. Fue en el minuto 18, cuando el talentoso uruguayo Rodrigo Mora sacó un remate de zurda que fue desviado por el muy buen portero aurinegro.
La preocupación se estaba complicando aún más para el Aborigen.
La primera mitad llegó a su fin con un Guaraní que parecía perdido sobre el campo de juego por momentos y que consiguió dar un susto recién en el minuto 39, cuando Julián se animó a pegarle de media distancia.
Con el marcador en blanco, se escuchó el pitazo final de la primera mitad.
En la segunda etapa, Guaraní pareció ingresar con la mentalidad cambiada y ni bien comenzó a rodar nuevamente el balón dio inicio a una búsqueda cuasi desesperada de opciones para llegar al arco rival. En el minuto 52 daría el primer aviso.
Llegaría así el minuto 61 del partido. Marcelo Palau conectó un centro y su cabezazo terminó estrellándose en uno de los palos. Los de Guaraní no dieron nunca por perdida la pelota y consiguieron recuperarla para que finalmente Fernando Fernández se encargara de enviarla a dormir entre las redes.
En un partido en el que había mostrado muy poco, la “Fiera” se erigía una vez más en el héroe que mantenía viva la llama de la esperanza. Faltaba ahora solo un gol más.
Y Guaraní tuvo para empatar la serie. Apenas siete minutos después, el mismo Fernández conectó un cabezazo que fue sacado sobre la raya por el uruguayo Carlos Sánchez. La hazaña parecía posible y cercana.
Hasta que llegó el fatídico minuto 78. Lucas Alario se encargaría de definir sobre la salida de un desesperado Aguilar luego de un gran pase de Fernando Cavenaghi. El Aborigen necesitaba tres goles más, algo que si bien no era imposible se hacía demasiado complicado en 12 minutos que quedaban por jugarse.
El pitazo final terminó por esfumar el sueño aborigen en Sajonia, el sueño de todo el pueblo paraguayo de ver por tercer año consecutivo a un equipo de nuestro balompié en una final de Copa Libertadores, algo que había ocurrido únicamente entre 1989 y 1991, solamente que esta vez iba ser a diferente pues serían tres equipos diferentes los que hubieran marcado presencia paraguaya en la final.
River Plate, llega a una final de Copa Libertadores después de 19 años y es su segunda final continental en menos de un año. Habiendo conquistado la Sudamericana del año pasado, ahora sueña con repetir la dosis de gloria y conquistar su tercera Libertadores. Y pensar que estuvo a punto de quedar afuera ya en la fase de grupos.
Guaraní quedó muy cerca de conseguir su histórica primera final, pero cayó demostrando ser un gran representante del fútbol paraguayo. Ahora le tocará reconectarse con el torneo local y ahí, ahí habrá que ver la emoción que va a tener el Clausura.