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Óscar Ruiz mantiene una relación extraña con los hinchas de Cerro Porteño. Criticado, odiado, recriminado, siempre. Pero hay noches como las del domingo, cuando es amado por el pueblo. Rara sintonía. El clásico no estaba generando impaciencia, por sobre todo para los visitantes. Ganaban 1-0 con un gol de Mathías Villasanti, fueron superiores en el primer tiempo, pero Olimpia se acomodó en el segundo período y remontó con dos golazos.
Quedaba poco y Fernando Jubero, fiel a su estilo, realizó dos cambios ofensivos en los últimos minutos. Al terreno mojado, Nelson Haedo Valdez y Óscar Ruiz. Era empatar o empatar. Ya no importaba estar con un jugador menos (expulsado Federico Carrizo). Una supuesta mano de Richard Sánchez al borde del área le permitió al Ciclón seguir soñando. Era la ocasión perfecta, y la última, para evitar la derrota, para la heroica, para mantener el honor y la supremacía en el historial.
Ejecuta Juan Aguilar y coloca el balón entre el punto penal y el área chica. Y entre gigantes defendiendo, apareció él, uno de lo más pequeños en cancha, Ruiz, para de palomita ubicar el balón hacia el ángulo inferior derecho de Alfredo Aguilar. Mientras José Leguizamón, Carlos Rolón y Jorge Ortega miraban al asistente pidiendo offside, la mitad del Defensores del Chaco estallaba de felicidad. Nadie podía creer, no por el gol, sino por Ruiz. El salvador, a quien van a considerar un santo y encenderle velas. 2-2 para que todo siga igual.
Regresó el romance, de los fanáticos con el zurdo y del volante con el gol. Fue el segundo en la temporada y nuevamente desde el juego aéreo. El ex Deportivo Capiatá había anotado en el 3-1 sobre General Díaz. Desde su llegada a Barrio Obrero, Ruiz suma 18 tantos entre Liga y la Copa Sudamericana.