TEOCENTRISMO (2ª. parte) Edad Media

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Tras la caída del Imperio romano hacia finales del siglo V de nuestra era, se dio comienzo a una época con características inconfundibles; empezaba la Edad Media, durante la cual el teocentrismo sumiría al mundo occidental en una noche profunda, hasta el siglo XV. Excepcionalmente, es cierto, surgieron algunas luces, como lo son las catedrales góticas y el arte bizantino, pero hechos como estos estuvieron lejos, muy lejos, de ser la regla.

Este período oscuro de la historia culmina con la caída de la antigua Bizancio, bautizada después Constantinopla por el emperador Constantino, rebautizada después Estambul, tras ser tomada por los turcos, nombre que mantiene hasta nuestros días. Los últimos vestigios del Medioevo se diluyen definitivamente luego de la venida de Colón a América.

Durante estos siglos de hegemonía de la Iglesia cristiana, fue desapareciendo paulatinamente la civilización romana y empezó a forjarse la europea-occidental. El cristianismo fue, sin embargo, el eslabón de enlace entre el mundo antiguo y el modernismo. Fue el papa León el Grande el que inició el proceso de captación de las tribus bárbaras, procediendo a la evangelización, mediante la labor de dos organizaciones principales, cuales eran el obispado y el monacato.

IDEAS Y CREENCIAS

Durante la hegemonía de esta cultura basada en Dios, el cristianismo se encargó de regular prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana. Eso fue la Edad Media, una época de mentalidad religiosa. Todo giraba en torno a la religión; esto es: la filosofía, las ciencias, la cultura general, así como el arte, las fiestas, los nacimientos, las bodas, todo.

Todo el Occidente conocido estaba bajo lo que mandaba la Iglesia en todos los órdenes de la sociedad, imponiendo normas, leyes y convivencia. Dios estaba en el centro del mundo y de la vida y siguió así durante siglos.

Los pocos ateos que había, se cuidaban muy bien de expresarlo abiertamente y aquellos que lo hicieron, lo pagaron con el martirio y la muerte. Después de Justiniano, los romanos cristianizados buscaron ampliar su territorio para incrementar su Imperio, y es desde entonces que empiezan a transmitir sus ideas y creencias.

Durante el medioevo, casi nadie, salvo algunos eruditos, tenía la menor idea de la filosofía de Platón o Aristóteles. En cuanto a los presocráticos, la esperanza de conocerlos, estaba en el infinito. Esos conocimientos estaban por entonces en poder de los sabios árabes, quienes los habían traducido del griego a su propio lenguaje. En dicho trance, el único texto de erudición era la Biblia, escrita en latín y solo para los clérigos.

HACIA EL CISMA
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Mucho se ha escrito sobre la Edad Media y no faltaron sus defensores. Algunos, por ejemplo, sostuvieron que no se trató de una época oscura, sumida en un lodazal inmundo, sino que por el contrario, los señores mostraban su hidalguía bajando sus alcázares al mendigo, ofreciéndole su mejor vino en copas de oro. Muy romántico.

Las grandes construcciones consistían en iglesias, castillos y palacios, pero los plebeyos estaban muy lejos de poder ver como eran por dentro, a menos que fueran míseros sirvientes.

En lo referente a la cultura, las estatuas, o las figuras en dibujos o pinturas, estaban estrechamente relacionados con los textos bíblicos. Cualquier otra escritura, quedó guardada en los claustros durante centurias. Nadie podía hacer nada, y tanto la patrística como la escolástica definieron toda especulación por un milenio.

Así se vivió hasta que de pronto, lentamente, el hombre se dio cuenta de que la Biblia no le aportaba conocimientos que le pudieran hacer crecer intelectualmente y en consecuencia, empezó a dudar de esta en variados aspectos. Sobrevino entonces la búsqueda de nuevos caminos. Para entonces comienza a adquirir mayor auge la razón y es justamente la Biblia la primera en ser atacada, con la aparición de Martín Lutero, si bien este terminó por escandalizarse él mismo por su propia iniciativa. Cuando los alquimistas ya habían dado sus primeros pasos de experimentación y eran perseguidos por ello, sobreviene el cisma de la Iglesia. El Renacimiento, primero, y la Ilustración después, irrumpen para una nueva época.
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