Delincuencia asesta severo golpe al patrimonio nacional

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Un duro golpe a la cultura y el patrimonio nacional asestó la delincuencia, la semana anterior, con el robo de más de 120 piezas de arte jesuítico, franciscano y dominico que fueron sacadas de la residencia de la familia Duarte-Burró, en el barrio Mariscal López de la capital. La colección, cotizada en unos 4 millones de dólares, estaba compuesta por estatuas, imágenes, crucifijos y nichos tallados en madera y pintados con colorantes naturales, que dan testimonio de la vida en las reducciones del Paraguay colonial. El propósito apunta al tráfico de bienes culturales para la venta a coleccionistas extranjeros. El robo de las piezas de arte sacro se materializó entre el sábado 14 y el lunes 16 de este mes en la residencia de la familia Duarte-Burró, ubicada sobre la calle América N° 244 casi Mariscal López de la capital.   

Se trata de una valiosa colección de piezas de arte sacro que data de los siglos XVII y XVIII, que fueron recolectadas durante más de 50 años por los dueños de la casa, Manuel Duarte Pallarés y su esposa Clara Pilar Burró de Duarte, ambos ya fallecidos.   

Entre las piezas de la valiosa colección se destacan cuatro imágenes de unos 90 centímetros de altura. La más grande de ellas es la "Virgen de la Piedad", cuyo peso se calcula en 350 kilos; luego están el "Cristo de la Paciencia" con 40 kilos, "San Joaquín" y la "Inmaculada Concepción", estas últimas de cuatro kilos cada una.    Los hijos de la pareja, Ramón y Juan Fulgencio Duarte Burró, manifestaron que las antigüedades robadas representan un alto valor para la familia, "más histórico y sentimental que económico".   

"Se trata de imágenes de gran acervo nacional, que durante mucho tiempo atesoraron mis padres", señaló Juan Fulgencio.   

La investigación policial atribuye el ilícito a una gavilla de origen extranjero, integrada por chilenos, argentinos y peruanos afincados hace un tiempo en el país. Según los agentes, la banda ya cuenta con una vasta experiencia en robos y asaltos en barrios residenciales.   

A merced de los marginales  

Conforme a la investigación policial, los malvivientes contaron con una serie de facilidades que contribuyeron para el éxito del atraco, además de contar con informaciones precisas sobre su movimiento.   

Antes que nada, el inmueble quedó prácticamente abandonado desde que se produjo la muerte de la señora Clara Pilar Burró, el 7 de octubre de 2010. A partir de esa fecha, su única moradora fue la empleada Fermina Villalba Prieto (61), a quien  los hijos de la fallecida encargaron el cuidado de la casa con toda la colección.   

De acuerdo a los datos, la empleada sirvió en la residencia por más de 40 años y asistió a su dueña hasta su muerte. Gozaba de una alta confianza de los familiares por haber trabajado por más de 40 años con ellos, pero se ausentaba los fines de semana para visitar a sus allegados.   

Los maleantes también aprovecharon la masiva ausencia de los residentes de las casas vecinas, quienes se ausentaron de sus viviendas el fin de semana para viajar a San Bernardino u otros lugares de veraneo.   

Por otro lado y según la Policía, la residencia no dispone de un sistema de vigilancia ni tampoco cuenta con la instalación de alarma contra robos. Esto pese que los dueños eran conscientes de la existencia de otros objetos de valor en el inmueble que también fueron robados por los marginales con las obras de arte, como una colección de platería colonial consistente en bandejas, guampas para mate con sus bombillas y pedestales.   

También hay que destacar que cuando los atracantes lograron ingresar en la casa, encontraron un llavero con varios juegos de llaves que estaban colgados en un lugar visible, cada uno con su identificación correspondiente.   

Finalmente, cuando registraron las habitaciones de la residencia encontraron en una habitación una caja fuerte, la cual fue violentada. De su interior sustrajeron un juego de candelabros y cubiertos de plata de origen peruano y un importante lote de joyas y relojes pertenecientes a la familia.   

Una fuente policial ligada a la investigación del caso refirió que los atracantes usaron un vehículo, presumiblemente camioneta, para el traslado de las antigüedades y que necesitaron al menos tres viajes para ello. También usaron las mantas y frazadas que estaban guardadas en los placares para cubrir las piezas y evitar que se produzcan cualquier daño durante su traslado.   

Recomiendan un inventario

Para evitar la consumación de golpes similares, la Comisión de Combate al Tráfico de Bienes Culturales recomienda principalmente a los coleccionistas privados que hagan un inventario de las antigüedades que están en su poder, con fotografías de alta resolución, y registrarlo la Dirección de Patrimonio Histórico, dependiente de la Secretaría de la Cultura.   

"Se aconseja, sobre todo, que tengan individualizadas las piezas de mayor valor y las guarden en un sitio más seguro con rejas, candados, puertas o productos electrónicos (cámaras, monitores, sensores, alarmas)", afirmó la comisaria Norma Enciso, delegada de la Policía Nacional ante esa comisión.

"Los inventarios son útiles porque en caso de robo se puede dar un alerta nacional e internacional inmediatamente", señaló.   
 
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