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He estado leyendo el libro de cuentos de C. Pablo Lorenzo. El material literario lleva el título que es un desafío a la curiosidad de cualquiera: 22-La importancia del número.
Una llama inagotable de imaginación da vida o existencia a personajes que muchas veces, tantas, nos dejan pensando en la variedad de sentimientos que podrían poblar el mundo de estos personajes, si sobre ellos alguien más que el escritor, o sea Dios, echara un hálito de vida.
Un detalle que no puedo dejar pasar inadvertido: el perro, compañero inseparable del hombre, del ser humano, está presente en la mayoría de sus relatos.
Hay un universo vegetal en cierto cuento suyo, que supera a la fauna. El texto de marras lleva el siguiente título: "Río Gallegos apocalíptico".
La clorofila, que sumerge en el color verde la flora, todo lo invade, aunque con un ímpetu asesino, desbordado. Me quedé pensando en los que esquivan un plato de carne bien asada porque, en su condición de vegetarianos, prefieren tres o cuatro hojas de lechuga con una guarnición de repollo y rodajas de tomates. Me hice planteamientos sobre el desorden climático. En fin, empujada por los fines literarios de Pablo Lorenzo, no solamente disfruté de la lectura del material, sino que entré en el terreno quebradizo de algunas presunciones sobre el futuro del planeta.
¿No suele acaso, no es de común conocimiento que el espejo devuelve nuestra imagen? Pues el escritor Pablo Lorenzo, acostumbrado a iniciar sus cuentos o relatos yendo siempre contra la corriente, nos cuenta su experiencia de la transfiguración. Este relato merecería una explicación sicológica, pero yo me limito a decir que la intención del ser humano de despojarse de su aspecto, de ese ajustado equilibrio de la misma cara de todos los días en su lugar, responde a un gesto de desafío a la propia personalidad.
Aquí, en esta obra, no hay cotidianidad, ni rutina.
No estamos ante una línea recta, siguiendo lugares comunes, y resignándonos a un final previsible.
No.
Los cuentos no están ceñidos a la forma alambicada de los cuentos tradicionales. Dentro de una estructura que funciona perfectamente para dar libre vuelo a sus ideas, el escritor Pablo Lorenzo nos va entregando historias muy bien contadas y plenas de imaginería.
Hay un cuento suyo que tiene tinte policial. Se llama "Camino al infierno". Es la historia de una mujer que se instala en su vida. Por algún resquicio, por cierto lugar abierto de su pensamiento, la dama, que era perseguida por la Policía, invade su existencia.
Escribe así: "Isidoro estaba aterrado, pero ya se había vuelto costumbre y sólo quedaba una sensación de angustia persistente. Deseaba que lo agarraran de una buena vez, que golpearan la puerta y un oficial entrara con unos cuantos soldados y lo detuvieran.
Eso era mejor que la incertidumbre.
No había de qué lamentarse; él tenía la culpa de haber acogido en su casa a esa muchacha la noche anterior. Estaba consciente que no eran épocas para hacerse el samaritano, sin embargo, la cara de espanto de la chica le hizo tomar una decisión apresurada".
No diré el final de la historia.
Me encanta el sentido de la audacia que plantea en su obra el autor.
Escribe en primera persona, lo que parece hacer notar que los múltiples sentidos de su creatividad forman parte no sólo de su actitud literaria, sino también moral.
Ya he dicho que hay motivos reiterados en sus textos: los perros. Los animales de forma fantasmagórica. ¿Es que no ocurre acaso que un elemento, una expresión de la vida, y hasta una figuración de la muerte, sean la constante en muchos escritores, sean ellos clásicos, o de la nueva generación?
El caso es que Lorenzo Pablo ha abierto, ha trazado un itinerario para la fantasía en su más libre condición.
Los conceptos de sus cuentos están signados por la anarquía.
No existe lo que se llama una precaria literatura en su creación, pues la imaginación le llega por cualquier puerta entreabierta de su mente, cuando está en vena, como se dice.
BREVE RESEÑA DEL AUTOR: C. Pablo Lorenzo es escritor, novelista y coordinador literario y difusor cultural. Radica en Río Gallegos desde el año 2000. Con la publicación de 22-La importancia del número, acerca sus cuentos a la consideración popular, al haber sido seleccionado en el "Programa Mi Primer Libro-Cuento-2007", organizado por la Municipalidad de Río Gallegos.
El autor agradece cualquier comentario:
lorenzopablo10@yahoo.com.ar
POEMA
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
De que nada se sabe.
La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara.
Las piezas de marfil son tan ajenas
al abstracto ajedrez como la mano
que las rige. Quizá el destino humano
de breves dichas y de largas penas
es instrumento de otro. Lo ignoramos;
darle nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos también son el temor, la duda
y la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?
Jorge Luis Borges
Una llama inagotable de imaginación da vida o existencia a personajes que muchas veces, tantas, nos dejan pensando en la variedad de sentimientos que podrían poblar el mundo de estos personajes, si sobre ellos alguien más que el escritor, o sea Dios, echara un hálito de vida.
Un detalle que no puedo dejar pasar inadvertido: el perro, compañero inseparable del hombre, del ser humano, está presente en la mayoría de sus relatos.
Hay un universo vegetal en cierto cuento suyo, que supera a la fauna. El texto de marras lleva el siguiente título: "Río Gallegos apocalíptico".
La clorofila, que sumerge en el color verde la flora, todo lo invade, aunque con un ímpetu asesino, desbordado. Me quedé pensando en los que esquivan un plato de carne bien asada porque, en su condición de vegetarianos, prefieren tres o cuatro hojas de lechuga con una guarnición de repollo y rodajas de tomates. Me hice planteamientos sobre el desorden climático. En fin, empujada por los fines literarios de Pablo Lorenzo, no solamente disfruté de la lectura del material, sino que entré en el terreno quebradizo de algunas presunciones sobre el futuro del planeta.
¿No suele acaso, no es de común conocimiento que el espejo devuelve nuestra imagen? Pues el escritor Pablo Lorenzo, acostumbrado a iniciar sus cuentos o relatos yendo siempre contra la corriente, nos cuenta su experiencia de la transfiguración. Este relato merecería una explicación sicológica, pero yo me limito a decir que la intención del ser humano de despojarse de su aspecto, de ese ajustado equilibrio de la misma cara de todos los días en su lugar, responde a un gesto de desafío a la propia personalidad.
Aquí, en esta obra, no hay cotidianidad, ni rutina.
No estamos ante una línea recta, siguiendo lugares comunes, y resignándonos a un final previsible.
No.
Los cuentos no están ceñidos a la forma alambicada de los cuentos tradicionales. Dentro de una estructura que funciona perfectamente para dar libre vuelo a sus ideas, el escritor Pablo Lorenzo nos va entregando historias muy bien contadas y plenas de imaginería.
Hay un cuento suyo que tiene tinte policial. Se llama "Camino al infierno". Es la historia de una mujer que se instala en su vida. Por algún resquicio, por cierto lugar abierto de su pensamiento, la dama, que era perseguida por la Policía, invade su existencia.
Escribe así: "Isidoro estaba aterrado, pero ya se había vuelto costumbre y sólo quedaba una sensación de angustia persistente. Deseaba que lo agarraran de una buena vez, que golpearan la puerta y un oficial entrara con unos cuantos soldados y lo detuvieran.
Eso era mejor que la incertidumbre.
No había de qué lamentarse; él tenía la culpa de haber acogido en su casa a esa muchacha la noche anterior. Estaba consciente que no eran épocas para hacerse el samaritano, sin embargo, la cara de espanto de la chica le hizo tomar una decisión apresurada".
No diré el final de la historia.
Me encanta el sentido de la audacia que plantea en su obra el autor.
Escribe en primera persona, lo que parece hacer notar que los múltiples sentidos de su creatividad forman parte no sólo de su actitud literaria, sino también moral.
Ya he dicho que hay motivos reiterados en sus textos: los perros. Los animales de forma fantasmagórica. ¿Es que no ocurre acaso que un elemento, una expresión de la vida, y hasta una figuración de la muerte, sean la constante en muchos escritores, sean ellos clásicos, o de la nueva generación?
El caso es que Lorenzo Pablo ha abierto, ha trazado un itinerario para la fantasía en su más libre condición.
Los conceptos de sus cuentos están signados por la anarquía.
No existe lo que se llama una precaria literatura en su creación, pues la imaginación le llega por cualquier puerta entreabierta de su mente, cuando está en vena, como se dice.
BREVE RESEÑA DEL AUTOR: C. Pablo Lorenzo es escritor, novelista y coordinador literario y difusor cultural. Radica en Río Gallegos desde el año 2000. Con la publicación de 22-La importancia del número, acerca sus cuentos a la consideración popular, al haber sido seleccionado en el "Programa Mi Primer Libro-Cuento-2007", organizado por la Municipalidad de Río Gallegos.
El autor agradece cualquier comentario:
lorenzopablo10@yahoo.com.ar
POEMA
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
De que nada se sabe.
La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara.
Las piezas de marfil son tan ajenas
al abstracto ajedrez como la mano
que las rige. Quizá el destino humano
de breves dichas y de largas penas
es instrumento de otro. Lo ignoramos;
darle nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos también son el temor, la duda
y la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?
Jorge Luis Borges