El espeleólogo Roberto Rojo conoce muy bien la selva en esta región. Lo que ve actualmente no le gusta nada. Una larga franja deforestada atraviesa el bosque tropical, al sur del centro turístico de Cancún.
Miles de grandes pilotes de concreto penetran en el suelo cada 15 metros en un área frágil de cuevas subterráneas.
Después de tres años y medio de construcción, acaba de inaugurarse (15 de diciembre) un tramo parcial de la red ferroviaria, que tendrá 1.554 kilómetros en total.
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Las obras aún están en marcha en la zona selvática. “El Tren Maya va a significar el porvenir económico y social del sureste”, prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador.
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El Tren Maya, el megaproyecto
En la polvorienta obra cerca de Playa del Carmen, Rojo solo ve destrucción. Para el biólogo y activista, el megaproyecto de López Obrador está deforestando la selva y causando daños irreversibles a los ecosistemas:
“Por ahí abajo pasa el acuífero del que dependemos todas las plantas, animales y seres humanos de la región”.
El tren circulará en su etapa inicial entre San Francisco de Campeche, en el Golfo de México, y Cancún, en el Caribe. Este tramo es de 473 kilómetros y discurre en parte por una antigua vía férrea.
Según la proyección del Gobierno, a finales de febrero debería estar terminada toda la red, con 34 paradas en cinco estados, incluidos los tramos más controvertidos a través de suelo kárstico y selva tropical.
El Tren Maya entre Playa del Carmen y Tulum
Expertos en temas ambientales y voluntarios han estado documentando los impactos de la obra. Con sus GPS (sistema de posicionamiento global) y cámaras se colocan en medio de la naturaleza y ponen a volar sus drones sobre la densa vegetación hasta el trazo de la futura vía férrea.
En las tomas se puede ver claramente como una franja deforestada kilométrica divide en dos el exuberante verde del bosque tropical, hasta ahora virgen.
A lo largo del trazo entre Playa del Carmen y Tulum, los ambientalistas han registrado también al menos 121 cuevas subterráneas pequeñas, medianas y grandes. Por el sistema de cuevas fluyen hacia el mar los ríos subterráneos que son la fuente de vida de la región.
La Selva Maya, que se extiende por México, Guatemala y Belice, es el segundo mayor bosque tropical del continente americano después del Amazonas.
La civilización maya
La civilización maya construyó aquí en su día majestuosas ciudades como Chichén Itzá. El tren turístico conectará numerosas ruinas, a una velocidad máxima de 160 kilómetros por hora. Las vías también están pensadas para trenes normales de pasajeros y mercancías.
Manuel Andrew tiene grandes expectativas. Este mexicano de 48 años trabaja como botones en un hotel cercano a la futura estación del ferrocarril de Cancún.
“El tren nos va a abrir puertas para muchas fuentes de empleo. Pueblos que estaban en el olvido van a tener una explosión turística gracias a este proyecto porque el tren va a tener estaciones en esos pueblos”, dijo.
Andrew piensa que los pobladores locales podrían vender sus artesanías o trabajar en los hoteles. “Los que critican lo de los daños a la selva, está bien, pero entonces qué van a hacer para que la gente salga adelante. Si me vas a poner otro proyecto en la selva, sin afectarla, con gusto voy”.
Los costos
Los costos del Tren Maya, un proyecto en manos del Ejército, se han triplicado hasta alcanzar los 500.000 millones de pesos (cerca de 29.000 millones de dólares o 27.000 millones de euros) desde que comenzó su construcción. Empresas europeas también participan en el proyecto.
Las Fuerzas Armadas construyen asimismo seis hoteles, uno de ellos en la reserva de la biosfera de Calakmul, donde hay ruinas arqueológicas. Ahí viven algunos de los últimos jaguares de México. Para el desarrollo del tren se han expropiado o comprado tierras comunales. El negocio inmobiliario está en auge.
Ningún otro país del mundo, afirma López Obrador, ha llevado a cabo un proyecto ferroviario de tal envergadura en tan poco tiempo. En este punto, sus críticos le dan la razón: dicen que el proyecto se llevó a cabo con demasiadas prisas y sin los estudios y permisos ambientales necesarios.
“Se ha venido improvisando”, dijo Aarón Hernández, del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) de Cancún. “El tren ha cambiado de ruta varias veces. Eso hace que no pueda haber un adecuado manejo ambiental”.
Además, dice Hernández, cuando empezaron a multiplicarse las demandas judiciales, López Obrador declaró el Tren Maya un asunto de seguridad nacional y lo puso bajo control militar para que no pudiera detenerse.
El proyecto también ha provocado, según el representante regional de CEMDA, divisiones dentro de las comunidades. Activistas de derechos humanos critican, además, la militarización de la región.
Un corredor turístico-gastronómico
En Mérida, la capital del pujante estado de Yucatán, hay entusiasmo. La ciudad, ubicada en la ruta inaugural del tren, se prepara para recibir más turistas.
Las calles están siendo repavimentadas, las fachadas de las casas reciben una nueva mano de pintura y se está diseñando un corredor turístico-gastronómico. El estado, con sus comunidades mayas y haciendas, es considerado el más seguro de México.
Los planes alrededor del Tren Maya no se limitan al turismo. La red ferroviaria del Tren Maya está vinculada a otro proyecto del Gobierno de López Obrador: el corredor industrial interoceánico entre el Pacífico y el Atlántico.
Según el gobernador Mauricio Vila, Yucatán quiere convertirse en la “nueva frontera de México con Estados Unidos”, en un sentido económico. Un puerto en el Golfo de México se está ampliando para la exportación de mercancías y se están construyendo nuevos parques industriales.
Para Rojo, el activista ambiental de Playa del Carmen, el Tren Maya forma parte de un plan económico que se está llevando a cabo a costa de los recursos naturales, de la gente y de su cultura.
“La gente cree que vivimos del turismo”, dice Rojo, “pero vivimos de la naturaleza que atrae al turismo. Si descuidas la naturaleza, no vas a tener ni turismo ni naturaleza ni economía”.