La próxima misión a Venus podría ser privada

WASHINGTON. ¿Una pequeña empresa de cohetes se adelantará a la Nasa y a Europa para ir a explorar Venus? Se espera que Peter Beck, director de Rocket Lab, lance su propia sonda de bajo costo en 2023.

Imagen digital creada por un artista que muestra a la nave Photony desarrollada por Rocket Lab.HANDOUT
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“Una misión para Venus debería costar alrededor de 30 millones de dólares”, asegura Beck a la AFP desde Auckland, en Nueva Zelanda, en cuya costa Rocket Lab ha instalado su plataforma de lanzamiento, lejos de todo y con acceso a un cielo libre de tráfico aéreo.

Venus, infernal y tóxico, fue abandonado en la década de 1980 por las agencias espaciales para voltear a planetas más distantes del sistema solar, incluido Marte, a donde se han enviado docenas de sondas y robots con la esperanza de descubrir los primeros rastros de vida pasada.

“En Venus, estamos buscando rastros de vida actual”, corrige Peter Beck subrayando la palabra “actual”.

El sorprendente descubrimiento de una molécula llamada fosfina en las nubes de Venus, gracias a los radiotelescopios, provocó una ola de entusiasmo el 14 de septiembre entre los astrónomos y astrobiólogos que defienden desde hace años la hipótesis de que los microbios viven ahora en las nubes del planeta. Aunque la fosfina no es una prueba definitiva. El anuncio hizo que incluso el jefe de la Nasa dijera que hay que volver a dar prioridad a Venus.

Beck estuvo pensando durante dos años en la viabilidad de enviar una sonda, desarrollada de forma totalmente privada. Calculó, con la ayuda de un estudiante de doctorado, que el pequeño cohete desarrollado por Rocket Lab -Photon- podría ser adaptado para viajes interplanetarios, que hasta ahora había sido coto de las agencias espaciales.

“Cuando hablamos de misiones interplanetarias en decenas de millones de dólares en lugar de miles de millones, en meses en lugar de décadas, se crean las oportunidades de descubrimientos increíbles”, exclama Beck.

5 minutos y se desintegrará

El nicho comercial de Rocket Lab es la puesta en órbita de pequeños satélites con su pequeño cohete de 18 metros de altura, una apuesta lucrativa que está en auge con la multiplicación de microsatélites.

La sonda para Venus será pequeña: del orden de 37 kilogramos y 30 centímetros de diámetro. El viaje desde la Tierra toma 160 días y Photon liberará la sonda en las nubes del planeta para analizarlas, sin paracaídas, a 11 kilómetros por segundo.

La sonda sólo tendrá entre 270 y 300 segundos para hacer sus mediciones en partes interesantes de la atmósfera, según Beck. Luego se desintegrará o estrellará en el horno venusiano (465°C en el suelo). Lo más complicado será elegir el instrumento científico: ¿qué molécula debe buscar? Sobre todo, tendrá que pesar sólo unos 3 kg, una miniaturización que algunos expertos dudan pero que para Beck es muy posible.

Rocket Lab necesitará la ayuda de científicos (la astrónoma del MIT Sara Seager ya está trabajando en esto).

Esta aventura tan personal se inscribe en la nueva era espacial, cuyo mejor representante es Elon Musk, el fundador de SpaceX, que ha revolucionado el sector de los lanzamientos con sus cohetes reutilizables, transporta astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional, y sueña con colonizar Marte.

La NASA ya no teme contratar misiones a privados. Rocket Lab recibirá 10 millones de dólares para enviar un microsatélite a órbita lunar en 2021. En cuanto a Venus, Beck quisiera, después de su primera misión privada, ofrecer sus servicios a la NASA.

La agencia espacial está considerando regresar a Venus, pero no antes de 2026 como muy pronto. “Queremos muchas, muchas misiones cada año”, dice el joven jefe de Rocket Lab.

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