Feminicidios y violencia doméstica, una “epidemia” de nunca acabar

El paulatino incremento de los feminicidios y denuncias de violencia doméstica ha despertado la alarma y se convirtió en una especie de “epidemia” que afecta y enluta a familias paraguayas. Según referentes, la legislación penal permitió la visibilización del problema, pero no frenó su aumento, pese a las duras penas impuestas. Señalaron que es necesario un abordaje social de la situación.

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La Ley N° 5.777/16 “De Protección Integral de las Mujeres Contra Toda Forma de Violencia”, fue sancionada por el Congreso Nacional en el año 2016 con el propósito de visibilizar una forma extrema de violencia vinculada con la desigualdad estructural que afecta a las mujeres por razones de género, es decir, por el hecho de ser mujer.

La figura penal de feminicidio fue introducida en el Art. 50° de dicha legislación, señalando que “el que matara a una mujer por su condición de tal y bajo cualquiera de las siguientes circunstancias, será castigado con pena privativa de libertad de diez a treinta años”.

También enumera las circunstancias en qué se incurre, destacando sobretodo, cuando “el autor mantenga o hubiere mantenido con la víctima una relación conyugal, de convivencia, pareja, noviazgo o afectividad en cualquier tiempo”.

Sin embargo, la dura penalización de este tipo de crimen, como así los casos de violencia doméstica o intrafamiliar, no sirvieron de mucho para evitar su disminución o erradicación, como así lo señalan profesionales especializados en seguridad y derechos humanos que fueron consultados.

Modificar la pena no soluciona el caso

“Tiene que ver mucho con el problema de la cultura y la naturalización de la violencia en el contexto sociocultural. Y vimos que modificar la pena no va detener la ola de feminicidio. Sirvió para visibilizar y cuantificar, pero no para detener”, señaló el doctor Juan Alberto Martens, analista en seguridad.

“Vimos que modificando la pena no va detener la ola de feminicidio. Sirvió para visibilizar y cuantificar, pero no para detener”, señaló.

Abogado Juan Martens.

“Se aboga por el sistema penal y no social. Cuando se denuncia al Ministerio Público se mete preso al agresor, pero cuando sale vuelve otra vez la violencia”, dijo.

“El feminicidio tiene que ser una delincuencia emocional o simbólica. Se ve a la mujer como una propiedad del hombre de quien se puede disponer, como así también usar, violar y matar. Tiene que ver mucho con el problema de la cultura y la naturalización de la violencia en el contexto sociocultural”, puntualizó Martens.

Prevención

El analista también resaltó que la prevención del feminicidio guarda más relación con un abordaje social y desarrollo institucional.

“Será un duro trabajo porque habrá más feminicidios en Paraguay, porque lo único que se hizo fue modificar la pena, aumentándola, y no trabajar en otros niveles como el cultural, la promoción de igualdad entre mujeres y hombres, el desarrollo institucional para la promoción y la protección de las víctimas, que son necesarios para evitar la consumación de feminicidio”, explicó.

Estadísticas que preocupan

Un informe elaborado por el Ministerio Público hace poco reveló que entre los meses de enero y julio del presente año, se registraron en Paraguay un total de 26 feminicidios consumados. En el mes de agosto hasta el momento estarían contabilizados unos tres casos.

El estudio también destacó que 22 de las víctimas tenían hijos, once fueron asesinadas por sus actuales parejas y diez por sus exparejas. No se contabilizaron los feminicidios que quedaron en intento ni los casos de agresiones físicas.

Factores que inciden

Al ser consultada sobre aquellos factores que inciden sobre la consumación de hechos de feminicidios o episodios de violencia doméstica o intrafamiliar, Diana Vargas, del Mecanismo Nacional de Prevención contra la Tortura (MNPT), describió en primer lugar los culturales, como los rasgos patriarcales y sexistas.

Diana Vargas, abogada.

“Los estereotipos de género, es decir el modelo de hombre que se construye ya de la niñez (fuerte, duro, que no demuestra emociones, que no se involucra en tareas del hogar ni de cuidado)”, describió Vargas.

“En definitiva, la violencia de género: hombres que no pueden tolerar ningún acto por parte de sus parejas o ex parejas, que implique un ejercicio de su libertad. El agresor se siente en una posición de superioridad con respecto a su víctima y quiere dominar la relación a todos los niveles y según su punto de vista, lo que le lleva a buscar diferentes formas de anular a la otra persona”, enfatizó la activista.

Lo que se espera de un hombre y de una mujer

Vargas también mencionó las expectativas sociales sobre lo que se espera de un hombre y lo que se espera de una mujer. También las tradiciones religiosas juegan un papel clave.

“¿Estamos dispuestos a educar a niños y niñas rompiendo esos esquemas? Pareciera que no, ni desde las familias ni desde las instituciones. También las dinámicas de relacionamiento en las parejas: de posesión del otro, control de lo que puede o no hacer, representan un caldo de cultivo para la violencia que empieza sutilmente y va en aumento hasta llegar a su forma más drástica que es el feminicidio”, reflexionó.

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