Carolina: una adolescencia apresurada y una vida precozmente arrebatada

Una vida intensa pero corta. A los 15 huyó de casa y se embarazó. A los 16 ya fue madre; con su novio vendían drogas. Hubo problemas; un ángel buscó su alma y un asesino tiró su cuerpo en Acceso Sur. A los 18 años, Carolina Yaharí dijo adiós a la vida.

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La semana pasada fue hallado el cuerpo sin vida de Gloria Carolina Yaharí, envuelto en bolsas, al costado de la ruta Acceso Sur, cerca de Guarambaré. El padre de la joven de 18 años comentó en una entrevista radial que su hija era adicta a las drogas y, con su muerte, dejó huérfana a una niña de dos años.

Según lo relatado por el señor Bienvenido Yaharí, su hija vivía con un microtraficante, quien proveía a la joven de los estupefacientes para su consumo y también la utilizaba a fin de que ella vendiera las drogas. El padre de la fallecida sospecha que es este hombre el asesino de Carolina, pues solía maltratar y amenazar a la chica de forma constante.

“Tanta vida para pocos años” es la frase acorde para este caso. Una joven de 18 años, quien debería estar terminando el colegio o queriendo empezar una carrera universitaria, muere de manera trágica y pierde la oportunidad de cumplir los sueños y anhelos que seguramente tenía. Además, deja huérfana a una hija que ya no la verá con esa luz de amor y esperanza con la que todos los pequeños miran a sus madres.

Muchos se preguntarán: ¿qué sueños puede tener alguien que vive en el submundo de las drogas? Sin embargo, no podemos olvidarnos de que antes de caer en la adicción, una persona tiene la capacidad de decir: “Yo quiero esto o aquello”. Incluso, después de perder la autonomía a causa de las sustancias tóxicas con las que envenena su cuerpo, un drogadicto desea en lo más profundo que alguien lo ayude a recuperarse.

Tristemente, esta chica ya no podrá ver a su hija mientras crece ni volverá a sentir la ilusión de encontrar una pareja que la quiera de verdad y la valore como se merecen todas las personas. Produce mucha pena ver cómo una joven vida se fue apagando poco a poco hasta terminar al costado de una ruta como si se tratara de algún animal o una bolsa de basura.

Con este tipo de historias nos damos cuenta del daño que causan las drogas. Estas sustancias crean dependencia y hacen de la persona un zombi que siente un gran vacío interior. Tenemos la costumbre de creer que los drogadictos siempre son delincuentes que roban o asesinan y no nos ponemos a pensar en aquellos que son engañados y maltratados en manos de mentes perversas y asesinas.

Es importante que jóvenes y adultos abramos los ojos y nos demos cuenta de que ser adicto a las drogas se parece a caer en un pozo profundo y es difícil encontrar la soga que saque a alguien de ese precipicio. Una vez que te drogás, tenés tres opciones: buscar ayuda, convertirte en un delincuente o morir. La realidad es muy dura, pero vale la pena tener en cuenta que si tomás determinados caminos, es probable que no tengas retorno.

Por Viviana Cáceres (18 años)

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