Como un virus difícil de contener, la sobrefacturación se vuelve más resistente con el correr del tiempo. Las denuncias por este tipo de corrupción representan una dolencia frecuente en nuestro país, donde altos funcionarios públicos son recordados por coquitos, cocido y bocaditos de oro.
Durante la complicada situación económica instalada a raíz de la pandemia, la corrupción parece no disminuir. Así, la compra de tapabocas a precios elevados y la adquisición de agua tónica como supuesto elemento clave para el tratamiento del Covid-19 llaman la atención de los ciudadanos.
En la fase inicial de la cuarentena, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social estableció los precios tope para la venta y adquisición de insumos médicos, con el fin de que los proveedores no encarezcan los productos. La resolución fija los precios de las mascarillas comunes en un monto de G. 3.000, el tapabocas FFP1/2/3 cuesta G. 15.000 y el N95 requiere un importe de G. 25.000.
Semanas atrás, el expresidente de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil fue acusado de una posible sobrefacturación en la compra de tapabocas de emergencia para la institución. Los elementos en cuestión eran 4.000 mascarillas quirúrgicas descartables que se adquirieron por un importe de G. 29.990 cada una.
El importador Ignacio Pidal había denunciado que la venta de las mascarillas se hizo a G. 2.700 cada una, ya con un descuento de G. 100 por tapabocas y, sin embargo, estos elementos se facturaron a casi G. 30.000, un monto que excede las disposiciones de la cartera de Salud. De esta manera, entre los pedidos ciudadanos de renuncia, el extitular de la Dinac, Édgar Melgarejo, dimitió del cargo.
Una situación similar se vivió en Petropar, donde expresidenta de la institución, Patricia Samudio, fue acusada de sobrefacturar tapabocas y agua tónica con motivo de la emergencia por Covid-19. En primer lugar, la adquisición de 3.000 mascarillas N95 representó un costo de G. 38.000 cada una, rebasando el límite nuevamente.
Como si fuera poco, la misma institución compró agua tónica por un importe total de G. 25.000.000. El motivo de tal adquisición fue la supuesta creencia, por parte de los integrantes de Petropar, de que “el agua tónica ayuda a contrarrestar el Covid-19”; afirmación que carece de base científica.
En un momento en el que la solidaridad y la empatía deberían tomar las riendas de las instituciones, parece que la corrupción sostiene nuevamente el cetro. Ahora, todos unidos, sin importar divisiones, deberíamos luchar contra los mismos adversarios; las carencias y la pandemia son los verdaderos enemigos y no se puede permitir que la sobrefacturación incline la balanza monetaria hacia un sector, mientras una mayoría pasa hambre.
Por Belén Cuevas (18 años)