Viajar en colectivo, la odisea que nos invita al show cotidiano

Entre bendiciones, pasajeros que no conocen el aseo personal, somnolencias instantáneas y un chofer argel, se abre el telón del show en los viajes en colectivo. Un 2.400 o 3.600 son los precios que nos dan la “bienvenida” a la odisea cotidiana.

Entre bendiciones, pasajeros que no conocen el aseo personal, somnolencias instantáneas y un chofer argel, se abre el telón del show en los viajes en colectivo.Gentileza (Maili Aranda)
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¡Dios…! Ya es tarde y mi colectivo, jeýma, viene a velocidad de tortuga. ¿Qué será que me van a decir en el trabajo, qué van a pensar de mí? Por suerte, esta canción que suena en mi playlist hace que, al menos, mi comienzo de día sea rítmico.

¿Ese que viene allá será mi línea? ¡Bajón, de tan apurado que salí me olvidé mis anteojos y la miopía se burla de mí! A ver, sí, por fin llega el 13. Ojalá me pare; qué, ¡chofer reikoa!, ya son las 8:30 y ese apático no me alzó, ¡qué rabia! Aaa…

Ahora sí estoy 100% Jesús y parece que el milagro me tocó, porque viene mi colectivo; espero que, esta vez, haga caso a mi señal de pare. ¡Qué estribera más fea, está toda podrida!; creo que el chofer se dio cuenta de mi malhumor, ja, ja, ja, pero no hacía falta tirar las monedas así, Mery Jane.

Permiso, señora, mba'éichapa, permiso, permiso. ¡Uf!, las sardinas en lata son un poroto en comparación con este bus; aunque un señor se levantó, tengo que ocupar ese asiento; bien, ahora que estoy cómodo, eso creo, solo queda esperar hasta llegar al laburo. ¡Qué purete, la repoducción de música aleatoria de mi celular, hoy, conspiró a mi favor!

¡Hija de mil!, se sube una doña con sus cuatro bendiciones; ¿qué hago?, ¿y si me hago del dormido? Sí, eso voy a hacer, así no me mira mal, dándome a entender que le de el asiento y para no sentir la típica presión social. En un carraspeo mental digo; mrmr, señora..., ya cerré mis ojos, tenés que pensar que me quedé dormido; ya sé, quiere despertarme, por eso choca su panza contra mi hombro a fin de que me “despierte”.

¡Suficiente!, mucha presión, me voy a levantar, tampoco es para tanto estar parado 30 minutos, creo que voy a aguantar. “Señora, por favor sentate, ya me bajo enseguida”. ¿Este señor piko no sabe de la existencia del desodorante? Me doy cuenta que resultaba mejor simular una somnolencia, pues ahora que estoy parado, sosteniéndome de la baranda, me veo obligado a aguantar la peste que genera el calor.

No vale la pena pagar 2.400, desastre ko Marito, y encima el Estado ya no quiere subsidiar pasajes; si este sube, me prendo para la manifestación. Son las 8:55, estoy por llegar; mba'e piko el vallenato del chofer, parece que le dejó su novia; bueno, hora de tocar el timbre.

¡No...! Como siempre, tengo que caminar cinco cuadras, no me bajó donde le pedí, nervioso me pone. Lo bueno es que ya llegué y logré bajarme de esa lata llena de sardinas.

¡Buen día, jefe, disculpe usted la tardanza, me sopló viento!

Por Ezequiel Alegre (19 años)

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