Los grafitis, ilustraciones de personajes ficticios y letras con estilos originales en las paredes, comenzaron a formar parte de la vida de Luis Silva, desde el 2017. “Siempre me gustó dibujar cosas que solía ver, pero el ‘boom’ surgió cuando comencé a plasmar lo que tenía dentro de la cabeza” manifiesta el grafitero, sobre su salto de lo concreto a lo abstracto.
“Mi primer grafiti fue completamente improvisado. En la casa de un amigo, agarré un aereosol y comencé a soltar mi creatividad”, relata Luis. Por otra parte, el joven también sostiene que una de las maneras de liberarse y entrar en calma ante el nerviosismo sucede a la hora de poner manos a la obra en su siguiente pieza artística.
El uso de distintos colores de pintura en aereosol es lo que suele identificar a muchos grafiteros urbanos pero, con tal de plasmar ideas en la pared, Luis también trabaja con materiales como el acrílico, témperas, pinceles y más. Sobre su intención artística, Silva expresa que “para llevar a cabo mis dibujos, no necesito ningún lienzo, pues una pared vieja es lo mejor para construir una obra de arte que traerá vida a la condición deteriorada del lugar”.
Para Luis, todo lo que tiene que ver con los murales urbanos representa arte, primeramente, porque cada una de esta clase de pinturas tiene un toque personal que identifica a la persona que la diseñó. Silva resalta que “los grafitis no son solo dibujos, ya que se tratan más bien de imágenes que salen de la mente y de letras que expresan frases de manera creativa”.
Para el joven, también existen personas que pintan en las paredes sin algún sentido u objetivo, pero sostiene que el paso importante que debe realizar la sociedad, para entender a los verdaderos grafiteros, consiste en llenarse de empatía e información y luego darse cuenta de que no deberíamos meter a todos en la misma bolsa de vandalismo callejero. En ese sentido, el grafiti real comprende una forma de “libertad, expresión y, a veces, de decir basta”, según Luis.
Animando a los chicos y chicas interesados en el mundo de la pintura urbana y la creatividad rebelde, Silva cuenta que uno no puede cambiar lo que es. Así que, si en el fondo del corazón late el talento urbano para el grafiti, ese don no debería pasar desapercibido.
Por Eliseo Báez (17 años)