Al fiscal Marcelo Pecci lo mataron en Colombia el 10 de mayo del 2022. No pasó mucho tiempo para que la justicia colombiana prendiera y condenara a los autores materiales del crimen, en tanto dejó a la justicia paraguaya que resolviera lo del autor moral, dada la certeza de que la orden para el asesinato partió de aquí.
Pero aquí, a diferencia de lo que sucede allá, la justicia vernácula debe primero ver si hay algún amigo como posible culpable para echar a andar la lenta cabalgadura investigativa.
El tema Pecci tiene como atmósfera el mundo narco. Y en el mundo narco, que incluye la lavandería de dinero, hay demasiados allegados al poder en esta tierra de nepobebés. Entonces, es mejor aplicar la folclórica ley del ñembotavy. Por si acaso. La aplicó —cuándo no— la señora Sandra y también lo hizo —cuando se pensaba que obraría diferente— el señor Rolón Fernández.
La cuestión apuntaba a dejar pasar el tiempo, a que se enfriaran los ánimos, se aquietara la memoria, se aposentara el olvido y se jorobara la sed de justicia. Total, ni Mandrake podría resolver el caso. Claro está, esta sentencia del fiscal general parecería adecuarse a un Mandrake paraguayo. Es decir, a un ente tan inútil como nuestra desmañada fiscalía.
Pero Mandrake, un mago considerado un superhéroe, nacido en 1934, es compatriota del Tío Sam, ese viejito ladino, rencoroso, que cuando te tiene entre ceja y ceja te va a cobrar alguna vez, no importa cuándo.
Apenas arribó Mandrake a tierra colombiana mimetizado en fiscales interesados en los asesinos del fiscal Pecci, saltó un resorte aquí, y a través de una carta horrorosamente escrita (ni eso hacen bien) se pidió una reunión física urgente, en un plazo perentorio, con los fiscales colombianos del proceso. El pedido tenía casi tono de ruego.
El señor Rolón Fernández negó que este pedido súbito tuviera que ver con el desembarco de Mandrake en el país de Higuita y García Márquez. Él puede decir lo que quiera. Pero nosotros, los comunes paraguayos que conocemos cómo se amasa la masa madre judicial aquí, tenemos el significativo derecho a dudar de sus palabras. Todas las coincidencias son coincidentes, diría el venerable Mario Moreno, Cantinflas.
Nos roe la presunción de que hubo alguien ofuscado que gritó: ¡vayan a averiguar urgente que miércoles hacen esos yanquis de mierda (al estilo del amigo Maduro)!
Debiera estar atento el señor fiscal general: aquello que él no puede solucionar, el mago compatriota del Tío Sam tal vez lo logre.