Déspota es quien ejerce el poder sin sujeción a ley alguna. Y aquí, las leyes van siendo textos sin ninguna aplicación práctica. Hay una voluntad omnímoda encima de ellas.
Así se conforma el universo extravagantemente bruto de este Paraguay en el que los poderes del Estado transcurren sometidos sin disimulo a la codicia, los caprichos, las ansiedades, los desvaríos y las obsesiones vengadoras de un ser a quien nadie osa ponerle el cascabel en su círculo.
El cartismo, con su domador a la cabeza, está atestado de soberbia por su mayoría parlamentaria que rebosa en cantidad, pero con calidad cero. Esa mayoría es capaz de adoptar las decisiones más disparatadas, sin discusión, ante las órdenes que le llegan con efluvios significativamente escoceses.
Pero en los últimos días, esa arrogancia hueca de pensamiento estuvo ocasionándoles a los adoradores del Quincho un pisotón en el pie con la reacción de los universitarios, a quienes el fúlgido discípulo aristotélico Yamil Esgaib, en griego puro, trató de akãne y tavy kaka. Helénico esplendor de la sabiduría yamiliana.
El neurálgico Bachi se volvió un recuerdo recurrente entre los estudiantes: quienes para no olvidar su nombre se la pasan gritando “Bachi, basura”. El amor en los tiempos de la cólera… estudiantil.
Federico Mora liquidó sus últimos créditos y el ministro de Educación se perdió en este asunto, como Hernán Rivas en una feria de libros. El ministro de Economía expuso lo que Michel de Montaigne llama la “ignorancia doctoral”.
Y mientras, el señor don Santiago trata de vender un Paraguay idílico en tanto patea bajo la alfombra algunas basuritas como que somos el país con el peor sistema de cobertura sanitaria de la región (desabastecimiento de medicinas, centros de salud en pésimo estado, falta de insumos básicos, consultas para dentro de tres meses); con un régimen educativo que lanza analfabetos funcionales (7 de cada 10 estudiantes de 15 años no entienden lo que leen).
Tenemos la satisfacción de ser el segundo país más corrupto de Sudamérica, solo superado por la Venezuela del compañero Maduro, cuya señora esposa —había sido— conforma la oligarquía cigarrillera del continente, por lo que es muy afín al gusto del Quincho.
Pero hay cosas en las que podemos sentirnos tranquilos. Las fuerzas antinarcóticas, en un operativo que nos hizo acordar de aquel heroico Veneratio de Tacumbú, desbarató la exuberante plantación de marihuana de una narcojubilada suiza que tenía en su aguantadero dos plantitas de cannabis y 33 gramos de Mary Juana. ¡Honor y gloria!
Estas son algunas aflicciones de los paraguayos impotentes en esta negligencia nacional que es el Paraguay, país gobernado por un grupo de raciocinio cero.