“El mejor truco que el diablo ha inventado fue convencer al mundo de que él no existía”.
Charles Baudelaire
Para el crimen organizado no bastaba infiltrarse en los cuadros policiales, judiciales y sindicales como en la época de Al Capone, Lucky Luciano, John Dillinger y otros. En los 80 llegaron, con Pablo Escobar Gaviria en Colombia, al propio congreso de la nación. En Paraguay fue peor; lograron escalar incluso hasta el mismísimo poder ejecutivo, en dos oportunidades. Y así nos va.
Según datos del Instituto William Perry, de estudios geopolíticos hemisféricos de Washington, si durante los 20 años de la guerra de Vietnam murieron 30 mil norteamericanos, en un solo año, en el 2017, sucumbieron 32.000 personas por sobredosis de drogas. Hoy el panorama es aún más tétrico; al año mueren entre 90 y 100 mil personas por sobredosis de algunos de los estupefacientes más conocidos: cocaína, morfina, anfetaminas y, la más peligrosa y mortal de todas, la metanfetamina. Estas provienen de la China continental y el siempre reinventado México.
Y el negocio mueve miles de millones de dólares. Para que tengan una idea, en el 2021, solamente el tráfico de personas administró en el mercado negro y también en el legal, más de 150 mil millones de US$. Esto incluye a 71 % de mujeres y 29 % de niños y varones de 21 millones de personas destruidas en su futuro y en su seno familiar.
La forma de destrucción de las personas se clasifica en: 54 %, explotación sexual; 38 % de trabajos forzados o esclavitud moderna, y lo peor y más macabro de todos, 8 % de tráfico de órganos. Y todos ellos usan casi el 95 % de las mismas rutas y plazas del narcotráfico y del contrabando. En otras palabras, está demostrado que la misma ruta del contrabando de cigarrillos es el de las drogas, personas y armas.
¿Cuál es el fin supremo del crimen organizado? Pues sencillo, la destrucción de la humanidad sin la utilización de cañones, tanques y armas nucleares. Estas son tan impopulares como la guerra Ucrania-Rusia. ¿Cómo trabaja entonces el crimen transnacional? Y más sencillo aún, destruyendo los principios y valores de la sociedad. Hoy ya no es mal visto un sicario extravagante con pistolas enchapadas en oro, cadenillas gruesas y autos lujosos, nafteros de 8 cilindros. El ignorante con mucho dinero es más peligroso que un mono con metralleta.
El narcotráfico recauda grandes sumas con sus drogas, pero los tiene que mover o gastar; y eso implica colocarlos en el mercado legal o ilegal. El financiamiento político es una de sus aristas; con ello consiguen la protección en el congreso, en el poder judicial y la fiscalía. Pero ¡ojo!, el dinero del narcotráfico se mueve, en un 90 %, en los sistemas financieros del mercado y los oligopolios de los poderes de facto. ¿Cómo?, preguntarán algunos puritanos sociales. ¡Pues sí! Si un banco o una casa de cambio de plaza no escruta los orígenes de los fondos que guarda es un cómplice disfrazado. La SEPRELAD durante muchos años fue el mejor disfraz y refugio del crimen organizado… y Boidanich gozando de su libertad y su fortuna mal habida. ¿O me equivoco?
Las rutas de las drogas y las personas van del hemisferio sur hacia el hemisferio norte, mientras que el tráfico de armas y dólares, del norte a sur. ¿Cómo se lava esos dólares? Pues con empresas de importaciones de productos suntuosos de marcas y mega obras en el medio de la nada. Los edificios lujosos, pero vacíos, es una constante en nuestro país… y los muchachos pierden su tiempo en la farándula del vyrorei.
El sicario o patrón narco, con poca cultura y muchos billetes, más temprano que tarde, es traicionado por su bravuconería, soberbia o ignorancia. Su corto promedio de vida le permite deambular entre licores caros, casinos de mafiosos y modelos llenas de silicona, pero vacías de espíritu.
Horacio Cartes, según los EEUU, compraba todo lo que había, senadores, diputados, convencionales de la ANR y políticos llanistas; fiscales, jueces y periodistas corruptos. Construyó así su imperio del mal; pero todo tiene fecha de vencimiento. Lastimosamente tienen que venir agentes de afuera para mostrarnos nuestra pusilanimidad y cobardía. Por eso, frecuentemente, suelo hablar que no basta las neuronas, sino también hormonas en nuestros policías, militares y ministros. Hoy el mameluco anaranjado, más que nunca, está cercano a nuestra realidad nacional.
¿Cuáles son los impactos principales del crimen organizado? Pues sencillo: socaban la salud, la seguridad pública y la propia democracia. Las elites de magnates ignorantes son más peligrosas que todo el arsenal de Corea del Norte. En fin, tenemos más que hablar, pero el espacio es cruel.