“La patria, posiblemente, es como la familia, sólo sentimos su valor cuando la perdemos”.
Gustave Flaubert
El Paraguay de hoy está dividido en dos grandes grupos: los que ambicionan continuar con el modelo político-económico de más de siete décadas, y los que anhelan un país más justo, más solidario y más próspero; en fin, el nacimiento de una nueva república. Pero la misión no será fácil; por un lado, se agavillan viejas estructuras cimentadas sobre el clientelismo político, el nepotismo y el “catecismo patrio” del dictador Stroessner. Y este catecismo abarca la iglesia, tanto católica como evangélica, en cuanto a lo teológico; y al nazi-fascismo de Hitler y Mussolini, en cuanto a lo político. ¿Cómo buscaremos entonces la nueva república que tanto soñamos?
Pues vea usted y compare los estereotipos históricos. Si usted trabaja en el Estado y tiene a toda su parentela dentro; si usted es proveedor de bienes y servicios al Estado; si usted teme al mercado y terror a la libertad; si usted cree que la innovación, las patentes y los descubrimientos son peligrosos; si usted vota, pero no elige; si no le gusta la alternancia política, tampoco le agrada la verdadera justicia, la libertad de expresión y la equidad; es muy probable que usted sea colorado.
Del otro lado, seamos honestos, no están los santos inmaculados, tampoco los ángeles y querubines políticos, sino un conglomerado de líderes sociales y un pueblo ávido de justicia y de equidad social. Y en esta amalgama de diferentes voluntades, colores y visiones de la democracia, está la esperanza.
En Paraguay los conservadores tienen su epicentro en la ANR. Quieren conservar sus privilegios. El núcleo del Partido Colorado es estatista, pero no desde el punto de vista económico, sino geopolítico. En efecto, si analizamos la sociología del poder colorado desde la revolución del 47, veremos que el copamiento de las instituciones y la exclusión social han sido la constante. Luego del 89 vino un reordenamiento gatopardista; se democratizó la corrupción, se liberalizó la moral y se pervirtió la justicia. Estamos, en consecuencia, frente al colapso de un “sistema” que destruyó la república.
La moral política ha muerto; es por ello que la mayoría de nuestros congresistas, con honrosas excepciones, tienen una vida libertina. Tener más de una “esposa” es la constante. Algunos parecen hasta ufanarse con sus modelitos llenos de silicona. Otros aparecen en videos grotescos en los cuales la Cicciolina quedaría con vergüenza. Algunos alardean de ser fieles al mayor lavador de dinero, contrabandista y mercader de nuestra política nacional, en todos los tiempos. Otros, silenciosa y astutamente ordeñan la vaca privada del patrón, mientras que el resto, la res-pública.
Es por ello que cuando escuchamos al politicaco Bachi nos da náuseas e impotencia al mismo tiempo. Nos reduce al Cro-magnon que todos tenemos adentro y que lo usaríamos en cualquier arena de gladiadores. Pero, ¡son tan cobardes y tan pobres de espíritu! que solo tienen dinero. Muchos me recuerdan que debo darle la otra mejilla, setenta veces siete; sin embargo, mientras mi alma trata de perdonarlo, mi cuerpo anhela propinarle setenta patadas.
Estos engendros tienen la inmunidad del “tepotí” (nadie patea un estiércol de perro, gato o vaca, por más hediondo que sea). El ladrón de galletas y elecciones, confeso saltimbanqui partidario de mil carpas, solo ataca a los mensajeros y jamás atina al más mínimo análisis de coyuntura. “Ataque político”, “intromisión en los asuntos internos del Paraguay”, “persecución económica” ahora son las muletillas bastardas lanzadas para agradarle al patrón.
Y en cuanto al “imperialismo yanqui” ¿Cómo podemos olvidar a Ruterford Hayes? luego al mediador del laudo de la paz del Chaco, al intermediario norteamericano de Puerto Renato, al Subsecretario Francisco Palmieri que impidió el “rekutú” en el 2017, y a este embajador que, sin hablar bien el castellano, nos enseñó dignidad en todas las lenguas.
Yo soy cristiano evangélico, pero hoy me siento desilusionado por algunas corrientes conservadoras y pentecostales de nuestra iglesia que también se prestan a esta hipocresía de: “Dios, patria y familia”. No es la primera vez que el mundo evangélico se acuesta con el poder colorado; lo hicieron con Stroessner, así como el Vaticano con Hitler. Al relativizar el crimen transnacional actúan como los cambistas y fariseos, a los cuales el Señor expulsó del templo y los llamó “raza de víboras” …, hace 2.000 años. Con la astucia de siempre, la ANR pretende quedarse con los 200 mil votos de los evangélicos que parece no sentir que la familia hace tiempo fue bastardeada con las drogas. Son 300 mil fumadores de crack y marihuana, ¡solamente en el área metropolitana!, con sus neuronas destruidas.
La nueva figura del “sicario” se está imponiendo como el Tineyer norteamericano y desentenderse de los “zombis” en los semáforos, es aceptar que este bono demográfico morirá a los 30 años, como máximo, sin dejar herencia, trabajo y ninguna prosperidad.
Con el silencio de las iglesias evangélicas, políticamente, se estaría pidiendo votos para este grupo satánico que tolera el tráfico de personas y órganos, que introduce armas que nos va tornando una sociedad más violenta y se continúa con muchos proveedores de bienes y servicios al Estado. San Pedro, ni San Pablo jamás desataron cintas inaugurales con el poder de Roma.
“Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor a Dios”. Proverbios 1: 27-28