Lastimosamente su crecimiento fue desordenado, sin acompañamiento de las sucesivas autoridades, principalmente municipales, por lo que arrastra una serie de falencias, hasta ahora no resueltas. La ocupación de espacios públicos, la falta de ordenamiento territorial, la carencia de servicios básicos como desagüe pluvial, alcantarillado sanitario, agua potable y transporte público son algunos de los aspectos negativos que le juegan totalmente en contra y más todavía si se pretende potenciarla como una ciudad turística.
La ciudad está pasando por una de sus peores crisis económicas, no solo a consecuencia de la pandemia del covid-19. Su decadencia se debe principalmente a la total desidia de las autoridades para tomar medidas a fin de asegurar su competitividad ante los mercados de países como Brasil y Argentina.
Mientras en las ciudades vecinas se han instalado nuevas modalidades de comercio, como el duty free, es decir, locales libres de impuestos, en nuestro país todos se mantienen de brazos cruzados, mirando cómo las inversiones se van fugando hacia mercados más convenientes.
Esta desidia no solo es de las autoridades, sino de cada uno de los habitantes que estamos asentados en ella. ¿Cómo es posible que grandes empresarios y comerciantes, que supuestamente pagan millones en impuestos, no sean capaces de exigir mejores condiciones en la ciudad? Ni siquiera se animan a hacer reclamos abiertos e incluso tomar medidas si fuera necesario para exigir que Ciudad del Este sea dotada de infraestructura mínima.