En algún momento de la tormentosa noche del 2 y la madrugada del 3 de mayo de este año, un gigantesco ejemplar de Tatarê (Chloroleucon tenuiflorum) murió. La furia de los vientos lo arrancó de cuajo del lugar donde se irguió durante décadas, que en los últimos años era justo el medio de uno de los cuatro accesos de la plaza Pedro Juan Caballero, en el preciso lugar donde el barrio Mariscal Estigarribia de Asunción se confunde con Los Laureles.
Ese día no lo olvidan aún los vecinos. Al caer, el árbol bloqueó la calle Alas Paraguayas casi Isaac Kostianovsky y se llevó consigo el tendido eléctrico, así que varias cuadras a la redonda se quedaron sin luz. Y aunque no era ni por lejos el único árbol de la plaza, llena de jacarandás y lapachos, si era uno de los más grandes, llamativos y frondosos.
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En días subsiguientes, los obreros municipales y otros al servicio de la Ande se encargaron, cada uno de lo suyo. La energía eléctrica se restableció y, mal que mal, se retiró la “basura vegetal”. Fue un trabajo mediocre y chapucero, en el cual solo se notó un afán de aparentar, pero ninguno de resolver el nuevo problema.
Es que con su caída, el árbol se llevó consigo varios metros a la redonda de baldosas podotáctiles -que sirven de guía las personas con dificultades visuales-, así como el cordón que bordeaba el camino en el medio del cual estaba el Tatarê. Incluso aplastó un banco de plaza lindante. De este quedaron apenas unos hierros y dos listones de madera como testimonio de lo que alguna vez fue.
Todo eso: la enorme raíz ladeada, las baldosas levantadas, los escombros de los cordones, los hierros y maderas del banco siguen allí un mes y diez días después. Ni siquiera están rodeados con una cinta que advierta del peligro para los niños que juegan en la plaza -y que son muchos-. Incluso se presenta el absurdo de que el camino rugoso guiaría a una persona ciega directamente al peligro.
Una plaza viva, que disfrutan los vecinos, hoy en peligro
La plaza Pedro Juan Caballero es una excepción asunceña. Es un espacio público vivo, que en todo tiempo es utilizado por los vecinos, y muy especialmente los fines de semana. Allí se juegan básquetbol y fútbol. Los chicos aprenden a andar en bicicleta alrededor de un busto del prócer de la patria, hay juegos infantiles y también se refrescan en sus pausas los trabajadores de los alrededores. Sus amplios caminos son aprovechados para el footing y para el paseo de los perros.
Pero hoy y desde hace semanas, en uno de los accesos, todas esas personas corren peligro por causa de la Municipalidad de Asunción que decidió dejar un trabajo a medias y considerar que la integridad y la vida de los vecinos no valen el esfuerzo de cumplir con su obligación de mantener los espacios verdes en condiciones decentes.