El último caso conocido de embarazo infantil, en el que una niña indígena de apenas 10 años de edad dio a luz a un bebé el fin de semana, pinta de cuerpo entero el drama que viven las niñas víctimas de abuso en Paraguay.
La madre de la niña, quien la acompañó al hospital, la tuvo cuando era también una adolescente de 15 años.
Un reciente informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas, revela el alarmante impacto que tiene en la vida de estas víctimas el abuso y el verse forzadas a convertirse en madres cuando aún no están listas para dejar de ser niñas.
En términos económicos, el embarazo infantil y adolescente representa un costo superior a los US$. 136 millones, y afecta a más de 19 mil niñas y adolescentes, sus hijos y sus familias y representa el rostro más grande de la desigualdad.
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Embarazo infantil y adolescente: el impacto humano
Andrea Cid, oficial de Protección del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Paraguay, pone énfasis en el hecho primerísimo de que estas niñas menores de catorce años son víctimas de un abuso.
“Tenemos un promedio de 470 niñas que -al año- tienen un embarazo en nuestro país y que llegan a término. Estamos diciendo que el nivel de abuso sexual es muy alto”, resaltó.
“Si una niña a esa edad, en la que su capacidad de reproducción todavía no está desarrollada, tiene hijos, cuánto abuso se da para llegar a un embarazo que llegue a término”, agregó.
“No tenemos los números exactos porque obviamente estas situaciones son de un alto nivel de sub registros. Si los datos del Ministerio de la Niñez nos dicen que el 90% de los casos que se denuncian son en el entorno familiar, entonces estamos hablando de altos índices de abusos en donde debería darse el mayor régimen de seguridad”, expresó.
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No hay justificación cultural
Andrea Cid señala que los daños que generan estos hechos en las niñas son muchísimos, empezando por la responsabilidad que le genera a estas niñas a una edad tan temprana.
La especialista señala además el problema que le genera a la víctima en cuanto a su entorno, que reitera, debería ser el más seguro.
Entre las causas de estos crímenes contra las niñas señala principalmente la no percepción de la niña como tal. “No hay una justificación a esta situación, ni por cuestiones culturales, ni porque siempre pasó esto, esto es un abuso sexual contra una niña y hay que ponerlo bajo ese nombre”, destaca.
Resalta también el hecho de que, como en la mayoría de los casos se da en el entorno familiar, genera además todavía más disfunción en su entorno. “El encontrar quién es el abusador, todo el proceso judicial y como la niña tiene que estar a la vez desarrollando ambas situaciones.