Gilberto Luis Sanabria, (65) oriundo de la compañía Cabañas, Caacupé, fabrica llamativos juguetes de madera para mantener a su familia. Es un ejemplo de lucha y perseverancia. Un padre de familia que desde joven encontró la forma empírica del arte de crear juguetes de madera.
El trabajador también es admirado por la dedicación que tiene hacia su familia ya que desde hace años se las ingenia para crear juguetes y venderlos frente a su casa. Su lugar de exposición se ubica en el barrio Cerro Corá de Cabañas.
Relató que pese a las adversidades se animó a emprender y gracias a su trabajo nunca faltó comida en su hogar y logró sacar adelante a su esposa y a sus tres hijos que hoy en día también lo ayudan con su trabajo.
Resaltó que como padre su sueño es ver a sus hijos felices, convertidos en buenas personas y está orgulloso porque siente que cumplió con su propósito. “Hay que criar hijos nobles, con valores y principios. “Solo así contribuiremos para un mundo mejor”, destacó.
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Los camioncitos de madera que vende están desde G. 200.000 hasta 500.000 y van variando de acuerdo al tamaño que el cliente elija.
Hoy domingo pasará acompañado de su esposa Reinalda Fleitas y sus hijos Delia Ramona Sanabria Fleitas, Marta Isabel Sanabria Fleitas y Luis Ramón Sanabria Fleitas.
Sostener a la familia
Velazco Laive Ferreira tiene 67 años y trabaja hace más de 30 años en el Taller Industrial Chaco, con algunas interrupciones. Es oriundo Uj´e Lhavos de Filadelfia, una de las comunidades indígenas más cercanas al casco urbano y comenzó su vida laboral a inicios de la década de los 90´, cuando las calderas de la ciudad aún funcionaban para producir energía. “Cuando entró la energía eléctrica me quedé ocho meses sin trabajo, después entré al Taller Industrial”, recuerda.
Aunque está jubilado desde hace un tiempo, necesita trabajar para mantener a su familia a pesar de su jubilación. Velazco está casado y tiene 2 hijos y 1 hija. Un hijo falleció hace algunos años. Pese a su edad sigue siendo un pilar económico importante para sostener a los suyos.
Su deseo es que sus hijos y nietos sean felices, que se puedan desarrollar en la comunidad en la que viven y que sean exitosos y ciudadanos de bien.
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Diácono y padre de familia
Marcos González es diácono permanente y como tal puede estar casado. Vive y trabaja en Itauguá. Unido en matrimonio con Nancy Rodas, tuvo una hija, Sara Milagros González, que actualmente se desempeña como enfermera en el Hospital Nacional de Itauguá. Sara bendijo a su padre al tener dos hijos, que convirtió a Marcos González en el querido abuelo de Benjamín Emanuel y Fabrizio Ezequiel.
A pesar de que su única hija ya es toda una profesional, siempre tiene el compromiso con aquellos que aún se están formando desde su rol de educador.
Jubilado y sigue trabajando
Rafael Ayala (66) es un educador ya jubilado de Fuerte Olimpo, pero lejos de pensar en dejar de trabajar y acogerse a un merecido descanso, tras largo batallar en el campo de la educación, se distingue por realizar todo tipo de actividad laboral, que lo ayude a tener una mejor calidad de vida, esto atendiendo el escaso monto que percibe de forma mensual por los largos años dedicados a la docencia.
Con su tradicional bicicleta de carga, el Prof. Rafa, se encarga de recorrer varios sectores de la población, ofertando sus productos entre los que se destacan las frutas, las verduras y las infaltables menudencias de pollos. Llega inclusive hasta las poblaciones de los Ishir, demostrando de esta forma su apego al trabajo.
En horas de la tarde el maestro se encarga de enseñar a alumnos particulares, que necesitan algún tipo de refuerzo educativo.
El profe Rafa, con su tesonero esfuerzo, logró formar una bella y hermosa familia, En compañía de su esposa María pudieron criar a sus 4 hijos. Hoy en día todos ellos profesionales, y son el mayor orgullo de sus sacrificados padres.
Vende flores para mantener a su familia
La venta de flores es la ocupación de Cristian Omar Núñez (35) que le permite mantener a su familia. El hombre es oriundo de Juan León Mallorquín, departamento de Alto Paraná, donde vive con su familia. Viaja seis horas hasta la capital del departamento de Itapúa, para poder volver en una semana con la recaudación de sus ventas para entregarlo todo por sus tres hijos.
Sin importar las condiciones del clima, pasa casi todo el día apostado en una esquina de la avenida 6 de la ciudad de Encarnación para vender las flores que trae de los cultivos de su hermano. Le cuesta movilizarse con tantas plantas, pero consigue vecinos que les permiten guardarlas, mientras alquila un hospedaje por G.30 mil la noche, esperando que llegue el sábado, para emprender rumbo a su ciudad natal, junto a su familia.
A sus 20 años fue padre de su primer pequeño, por lo que no ha cesado de trabajar desde hace casi 17 años, razón por la que afirma “el padre es el sustento del hogar”. Gracias a su diario esfuerzo, puede expresar con orgullo que todos sus hijos acceden a la educación.