El próximo 13 de octubre se cumplirán 50 años de uno de los accidentes aéreos más impresionantes de la historia, en el que un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya (Fairchild FH-227) chocó contra una de las montañas de la imponente Cordillera de los Andes y marcó para siempre la vida de 45 personas y sus familias. Los sobrevivientes, pasaron frío, hambre y sed, rodeados de nieve y los cuerpos de sus compañeros fallecidos.
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El 12 de octubre de 1972, rugbiers uruguayos, acompañados de algunos padres, tomaron un avión de las Fuerzas Aéreas uruguayas desde Montevideo hasta Santiago, Chile, para una competencia de Rugby.
Roy Harley visitó los estudios de ABC TV y en el programa “Líderes”, compartió su experiencia, lo que vivió en esos 72 días en medio de la nieve y muerte, al que definió como “Infierno”, pero también comentó las lecciones aprendidas de ese trágico accidente que cambió su vida y la de sus amigos para siempre.
Harley tenía entonces 20 años y recuerda detalles de esos días a la perfección. Iba en la fila 12, asiento del lado del pasillo. “Salimos de Montevideo el 12, hicimos una parada en Argentina por complicaciones del clima, y al otro día, a las 14:00 salimos rumbo a Chile. El accidente fue aproximadamente a las 16:30″, recuerda.
“Es un gusto poder contar esta historia que vivimos hace 50 años. Lo que más me impacta es la fuerza que después de 50 años tiene y el mensaje que deja”, señaló.
Tragedia de los Andes: “No somos héroes”
Tras el histórico rescate, el mundo entero los vio como héroes. Para Harley, no lo son. “No somos héroes. Fuimos chicos de 20 años, comunes, que queríamos vivir. De repente, con toda esa alegría, el entusiasmo, te encontrás parado en medio de la Cordillera a 4.000 metros de altura, con 18 amigos muertos y con un desastre que no sabés si lo que estás viviendo es un sueño. No somos héroes, somos chicos que nos tocó una historia impresionante. Peleamos y alguien de arriba no ayudó porque tuvimos suerte. Tuvimos mucha suerte y mucho la peleamos”, afirmó.
La decisión de ir por el “Paso del Planchón”
Para Harley, el accidente se debió a un error humano, que empezó con un clima inestable y la decisión de tomar un camino no muy bien conocido: el “Paso del Planchón”. Al salir de Montevideo, tuvieron que parar en Mendoza, Argentina a esperar que la tormenta pare.
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“En un momento, otro piloto mencionó el paso ‘Paso del Planchón’, que es un paso que está a 300 kilómetros al sur, paralelo a la Cordillera, entre las ciudades Malargue (Argentina) y Curicó (Chile), en la pre Cordillera. Es más bajo y permite a este tipo de aviones hacer este cruce. Se tomó la decisión de pasar por allí. Queríamos llegar a Chile”, alegó.
Aproximadamente dos horas después de haber salido de Mendoza, el piloto avisó a los pasajeros que iban a cruzar la Cordillera, por varios minutos solo vieron nubes y montañas.
“En un momento sentimos que el avión giró a la derecha, bajó la revolución de los motores y empezó a descender. Ahí empezó el avión a vibrar, y en un momento agarró un pozo de aire que fue impresionante. Se habló de que bajamos 600 metros, fue impresionante el ruido, como crujió, parecía que el avión se partía. Después se sintió que el piloto aceleró tratando de levantar la nariz del avión y enseguida fue el impacto, la explosión”, explicó.
“Para mí fue que el avión pegó de barriga la montaña y se partió en la fila 16 para atrás, todos los que venían allí desaparecieron, murieron, y además en el impacto, todos los asientos se desprendían. Veías pasar los asientos volando con los chicos atados en ellos”, recordó.
Seguidamente, según el relato de Harley, el avión se deslizaba por la montaña llena de nieve. De repente, se detuvo y todos los demás asientos se agolparon hacia el frente, dejándolo atrapado de las piernas. Bajo los mismos asientos, ya había varios heridos y muertos.
Tragedia de los Andes: los primeros 18 fallecidos
Harley cuenta que hizo un gran esfuerzo para sacar sus piernas de entre los hierros retorcidos. “Ya había 18 personas fallecidas. En ese momento quedaron 27 personas vivas, heridas y malheridas”, lamentó.
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Entro los que sobrevivieron al primer impacto estaba el piloto, quien pasó la noche y gritaba ‘¡pasamos Curicó!’ “Creo que él sabía que se había equivocado. Creo que se había dado cuenta del error que había cometido y trataba inconscientemente de enmendar y decirnos el mensaje de que pasamos Curicó”, dijo.
“Fue un error humano. No hizo los cálculos que tiene que hacer un piloto para saber dónde se ubica. Giró antes del radiofaro de Curicó. Nuestro accidente fue en Argentina. Nosotros no llegamos a cruzar las altas cumbres que son las que limitan Argentina y Chile. El piloto falleció a la madrugada”, relató.
Suspenden la búsqueda de los sobrevivientes
Harley siguió diciendo que 16 días después del accidente (29 de octubre de 1972) hubo un suceso que fue terrible para los sobrevivientes.
Comentó que encontró entre los restos del avión una radio que logró reparar y mediante la cual pudieron escuchar las noticias sobe ellos y el avión siniestrado. Pese a la emoción por saber de que el mundo estaba hablando de ellos, se enteraron de una noticia terrible: ‘Hoy 23 de octubre se suspende toda la búsqueda del avión uruguayo caído en la Cordillera’.
“Esa noticia fue como un golpe en la cabeza. Era nuestro país que suspendía la búsqueda, nos dejaba perdidos en la montaña. Fue terrible escucharlo. En otro momento escuché: ‘Se espera que para fines de enero o primeros días de febrero, del año siguiente, se podrán ir a buscar los restos’. Nosotros éramos los restos del avión, abandonados para morir. Fue terrible. Lloramos, pataleamos, no sabíamos qué hacer”, lamentó.
Sobreviviente y su sueño con un grifo
Harley contó que entre todas las cosas por las que tuvieron que atravesar, después del dolor de la muerte de sus amigos, el hambre, la sed y el frío, son cosas que no olvida.
El hambre: “Llega un momento en que ya no se siente el hambre. Esa hambre que se siente al llegar del trabajo, ese tipo de hambre cuando pasan dos días sin comer, no se siente. Cuando ya pasan más seis o siete días, ya tenés necesidad de energía, la sensación es distinta. Primero querés morder algo duro, necesitás algo que te de energía porque te vas muriendo. Es un hambre distinto al que estamos acostumbrados a sentir”, señaló.
El frío: “El frío era terrible. Esas tormentas de nieve finita con viento, eran insoportables. Buscábamos entre las valijas y nos poníamos una capa sobre otra. Yo tenía tres pantalones, cuatro camisas. Después aprendimos, que la mejor forma de sacarnos el frío era cuerpo contra cuerpo, entonces dormíamos muy apretados, nos cruzábamos de piernas uno contra otro para estar lo más compactos para sentir menos frío”, contó.
La sed: “Nosotros al principio comíamos nieve. La nieve te quema la lengua, no te saca la sed, da más sed. Habíamos sacado unas chapas de los asientos, lo pusimos sobre el fuselaje y allí pusimos nieve para derretir y juntábamos el agua gota por gota. Las juntábamos en botellitas de plástico, pero esas botellitas también se nos congelaban. Yo llegué a dormir abrazado a una botella para mantenerla”, recordó.
“Yo soñaba con un grifo de agua. Ese era mi sueño. Algo tan sencillo que tenemos todos en casa y no lo valoramos y no nos damos cuenta de lo afortunado que somos. Yo, allá en la Cordillera, soñaba con un grifo”, relató.
Otro momento desgarrador que recuerda, fue el hecho de que una noche, su mejor amigo le había pedido cambiar de lugar para dormir. Esa noche, una avalancha de nieve, enterró a su amigo y a otros compañeros.
“Era mi mejor amigo. Me dijo: ‘¿Roy, no me cambiás de lugar, por favor?’ Yo me fui a su lugar y él fue al mío. Esa noche, sentí una vibración, un ruido, y la nieve que se fue compactando encima de mi. Esa noche murieron ocho”, lamentó.
“Yo no me quería morir”
Roy afirma que lo que lo mantuvo con vida fue el anhelo de volver a ver a su familia. “El motor que me movía era la rutina de mi casa. Me imaginaba a mis hermanos, a mis padres. Los imaginaba llorando por un hijo, un hermano muerto y yo no estaba muerto. Yo quería volver a mi casa a decirles no lloren más, yo estoy vivo. Mi preocupación era el dolor de mis padres y mis hermanos, no lo que yo estaba pasando”, dijo.
Comer suelas de zapato, crema dental y cuerpos humanos
En medio del hambre, la desesperación y lo deseos de seguir con vida, Roy cuenta acerca de la difícil decisión que tomaron: alimentarse de los cuerpos de los fallecidos. “Es muy difícil de entenderlo aquí sentados después de haber tenido una comida, con la barriga llena y todas nuestras necesidades satisfechas. Nosotros estábamos en el infierno de frío, de nieve, de amigos muertos. Lo único que había en la zona era hielo, nieve y rocas”, recalcó.
“Comíamos pasta de dientes, que tiene magnesio y nos daba diarrea. Quisimos comer suela de zapato, cinturones de cuero, no pudimos. Nos moríamos. Entonces, en todos empezó a surgir la idea. Algunos lo decían, otros no. Unos chicos dijeron, acá nos moríamos, lo único que queda es usar los cuerpos de sus amigos. No fue algo terrible como la gente se imagina. Fue algo que se aceptó. Algunos esperaron algunos días más para hacerlo, pero no teníamos alternativa, nos moríamos. Y lo hicimos, como fuente de energía, como fuente para vivir. En vez de morir, aceptamos vivir. Hablamos mucho antes de tomar la decisión. Dijimos que si alguno se moría, nuestro cuerpo estaba a disposición. Le pedimos a los chicos que eran médicos que sean los que se encargaran de cortar la carne y distribuirla. No fue fácil, eran nuestros amigos”, lamenta.
Canessa y Parrado
Roberto Canessa y Fernando Parrado salieron del avión un 12 de diciembre a buscar ayuda creyendo que estaban muy cerca de Chile.
“Preparamos a los que estaban mejor físicamente. Le dimos las mejores ropas, los mejores zapatos, le dábamos los mejores lugares para dormir para que puedan descansar. Lo vimos durante tres días subiendo la montaña y después ya no los vimos. Lo festejamos porque supimos que lograron cruzar la montaña y era el límite con Chile. Volvimos a prender la radio para escuchar las noticias”, mencionó el sobreviviente.
“El 20 de diciembre, salimos muy temprano a escuchar la radio. Escuchamos dos palabras que para nosotros significaban la diferencia entre la vida y la muerte. Y esas dos palabras eran los nombres de Parrado y Canessa. Sabíamos que habían llegado”, explicó.
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“Lo que hicieron Fernando y Roberto fue impresionante. Yo estuve con alpinistas de primer nivel. Quisimos llegar al lugar del accidente, en la fecha del accidente y ellos no podían creer que sin los equipos modernos de hoy en día, las camperas de alta tecnología, etc, ellos llegaron”, relató.
“Cuando Nando llega y cuenta que hay 14 personas más en el avión. Los helicópteros se preparan para buscarnos. Nando los guió de una manera impresionante. Los helicópteros estaban volando al límite de capacidad de vuelo. En un momento Nando le dice al piloto, ‘cruce esta montaña que están atrás’ y el capitán le dice: ‘No, no puede ser. Porque estamos a 4.000 metros de altura. Hasta que lo convence y el helicóptero avanzó”, dijo.
“Después, nosotros vimos los helicópteros, y fue impresionante. Veníamos de 72 días de silencio y aparecieron esos dos helicópteros volando, fue algo imponente”, recuerda emocionado.
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El “milagro” de los Andes
“A mi no me gusta la palabra milagro. Porque los que vivimos los 72 días minuto a minuto peleando contra todo, no fue un milagro. El milagro es algo que pasa sin saber por qué pasó. Acá nosotros peleamos el minuto a minuto para sobrevivir, hicimos todo lo que hicimos para sobrevivir porque no nos queríamos morir. Yo digo la historia de los Andes. Para mí es algo más tangible”, afirmó.
“Ni bien fuimos rescatados, vivimos una euforia, un momento que no nos daba tiempo ni de pensar lo que vivimos. Fuimos decantando todo, buscamos el sentido de por qué pasaron esas cosas, qué te dejan de aprendizaje. Uno de ellos es valorar las pequeñas cosas de la vida. Tener una botella de agua, un grifo, tener una cama seca, tener salud”.
Para finalizar, Harley deja un mensaje aprendido tras la tragedia: “La gente se queja a veces del trabajo, de que le falta dinero, y no se da cuenta de que tiene salud y de que está vivo. Debemos valorar los momentos que vivimos”.