Marcelo Daniel Pecci Albertini, nacido el 28 de setiembre de 1976 y quien era fiscal delegado de la unidad de Crimen Organizado de Paraguay, fue asesinado de tres balazos el martes 10 de mayo en la playa privada del hotel Decameron Barú, a 4.390 kilómetros en línea recta de Asunción.
Pecci y su flamante esposa, la periodista Claudia Andrea Aguilera Quintana, tal vez eligieron ese lugar para pasar su luna de miel por el extraordinario color turquesa de sus aguas y su ubicación recóndita en una península colombiana junto al Mar Caribe.
Lo que ni ellos ni nadie imaginaría es que la mafia podría localizarlos en un sitio casi secreto y supuestamente tranquilo, que depende administrativamente de Cartagena de Indias, mundialmente conocida como la “ciudad amurallada”, por la histórica protección de 11 kilómetros lineales de piedras y cañones que aún conserva y que los protegía de los piratas.
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La excesiva seguridad que hay en el centro histórico de Cartagena, lamentablemente, no condice con la endeble protección que hay en su península de Barú, a 25 kilómetros en lancha, donde fue acallado uno de los fiscales más importantes que tenía el Paraguay.
De hecho, el magnicidio de Pecci puso en riesgo incluso la industria turística en Cartagena y, principalmente, en Barú, donde la mayoría de sus habitantes se dedican a este rubro.
Justamente, la playa pública de donde salieron en moto acuática los sicarios registró un descenso de visitantes en los días posteriores al ataque.
Investigatigativamente, la Policía Nacional de Colombia podría generar novedades importantes en los próximos días.