La comunidad Py’apy Poty, situada en San Pedro, al límite con el departamento de Amambay, es un claro ejemplo de la desidia a la que son sometidos los nativos en nuestro país a diario ante el escaso interés de las autoridades hacia la población aborigen.
La comunidad hace 5 años logró construir dos precarias aulas para que los niños puedan estudiar, pero es la segunda vez que sufre destrozos tras el paso de una tormenta. Ahora ante las limitaciones económicas piden ayuda para poder reconstruir y así tener un techo digno.
En la improvisada escuela, estudian 22 alumnos, desde el primero al cuarto grado. La pobladora Ramona Escobar, universitaria, en forma voluntaria se encarga de educar a los niños, anteriormente hacía lo propio otro docente, que logró anexar la nómina de alumnos a otra escuela para darle legalidad a la educación de los niños.
El MEC los ignora
La comunidad indígena desde hace cuatro años realiza insistentes gestiones para la apertura de grados, explicó el líder aborigen Ignacio Vargas, pero hasta ahora no logran respuestas por parte del Ministerio de Educación y Ciencias.
“Hacemos todo de nuestra parte, construimos nuestras aulas, logramos que docentes enseñen sin cobrar, metemos por micro planificación nuestro pedido de apertura de grado, pero no nos hacen caso”, se lamentó Vargas.
La comunidad indígena Py’apy Poty, asentada desde 1998, actualmente es poblada por 28 familias, en un inmueble de 701 hectáreas, se sitúa en el departamento de San Pedro, al límite con Amambay, es una zona de estancias, por lo que complica la movilidad ya que deben cruzar los establecimientos ganaderos para transitar.
El líder indígena explica que es un calvario el estudio de los niños y lamenta el escaso interés que el Ministerio de Educación muestra para con los menores nativos.
“Algunos se van más de 100 kilómetros a Capitán Bado (Amambay), para estudiar porque allí tenemos un centro comunitario que se puede usar como albergue. Esto es más fácil para nosotros que asistir a la escuela que está a 8 kilómetros de nuestra comunidad porque para llegar hasta esta institución debemos sortear estancias con dueños que muchas veces no quieren brindarnos el paso, hay varios protones y además del peligro que representa transitar entre los animales para los niños”, dijo Vargas.
La población aborigen es del pueblo Paĩ Tavyterã y afirma sentirse impotente ante la falta de interés por parte de las autoridades educativas, ya que realizaron las gestiones y no obtienen respuestas.